Humanismo humilde

Humanismo humilde

«Descalzarnos, nos recuerda nuestra fragilidad, la atención de por dónde
caminamos para no hacernos daño y no hacer daño a nadie…»
Imagen de Hello, Its Me….. en Pixabay

El Humanismo como concepto y movimiento cultural nació en la Italia del siglo XIV y se expandió por Europa durante los siglos XV y XVI. En nuestra península se vivió con mucha intensidad. Estuvo en la base de las grandes transformaciones de la modernidad. Como todos los ismos, hace referencia a un sistema de pensamiento, que en este caso, pone en el centro al ser humano.

Este Humanismo histórico consistía en revisitar los clásicos grecolatinos. Quizá respondía a una necesidad filosófica de replantearse la vida, la organización social, la política, la ética… buscando respuestas en los pensadores del pasado. El Renacimiento es su aportación cultural. En Cataluña, siglos después, se vivió la Renaixença como una valoración de las características nacionales, los rasgos antropológicos que daban coherencia como realidad cultural.

Los seres humanos, a lo largo de la Historia, con mayúscula, pero también a lo largo de nuestras historias singulares, hemos pasado por periodos donde nos hemos deshumanizado, por decirlo de alguna manera. Hemos dejado de escucharnos como personas, como comunidades y como especie que cohabita con otros seres vivos. Hemos dejado de mirar de dónde venimos, ese humus que nos hace humanos, humildes.

Buscar el Humanismo implica detenernos y contemplar en primera persona del singular y también del plural para ver quién soy, quiénes somos, qué queremos y cómo lo queremos. No desde un egoísmo, sino desde una conciencia abierta que es capaz de sentir, pensar y actuar con libertad. Y con caridad, es decir, con una inteligencia cordial, tal como la entendía Jesús de Nazaret.

En pleno siglo xxi estamos en un proceso donde la tecnocracia y el poder que la impulsa hace de lo humano objeto de consumo. Todo es consumible y, dentro de esta lógica, desechable. De hecho, nuestra identidad dentro del mundo digital se convierte en un producto. Al ir navegando por internet, vamos dejando cookies, rastros que hacen de nosotros como trofeos comerciales.

Esta cosificación de la persona la deshumaniza y todos los usuarios de tecnologías digitales, de alguna manera, seguimos este juego. Pero es importante no caer en fatalismos. Importante, muy importante, es cada día descolgarnos durante buena parte de la jornada de las redes digitales y poner los pies en la tierra: palpar el humus.

«Al ir navegando por internet, vamos dejando cookies,
rastros que hacen de nosotros como trofeos comerciales.»
Imagen de Jan Vašek en Pixabay

Este poner los pies en la tierra, que puede ser literal, descalzarnos, nos recuerda nuestra fragilidad, la atención de por dónde caminamos para no hacernos daño y no hacer daño a nadie, tomar la temperatura del ambiente, notar los cambios de terreno… Pero también el descalzarnos puede ser simbólico: quitarnos lo que nos separa de las otras personas, de sus procesos vitales, escuchar lo que nos pide nuestra propia naturaleza y nuestro corazón.

Esta herramienta, el descalzarnos, nos humaniza. Nos hace darnos cuenta de nuestra unicidad y nuestros límites. Ambas cosas son fuente de libertad. Saberme único me hace responsable de mí mismo, soy yo quien lleva mi vida. Y comprender los límites que tengo me hace interdependiente de los demás seres que conviven conmigo. De hecho, la libertad es un estado de coexistencia, no una parcela de individualidad.

Jordi Pigem, en su libro Técnica y totalitarismo acaba con un fragmento de la novela de Tolkien, El señor de los anillos, que dice:

– Querría que esto no hubiese tenido que ocurrir en mi tiempo –dijo Frodo.

– Yo también –dijo Gandalf–, y lo querrían todos, todos aquellos que llegan a ver tiempos como estos. Pero decidirlo no está en sus manos. Todo lo que nos toca decidir es qué hacemos con el tiempo que nos es dado.

Sin duda, una cuestión muy realista: ¿qué podemos hacer con lo que sí está en nuestras manos? El momento histórico de la humanidad que nos ha tocado vivir es este, ¿cómo podemos vivirlo de manera humildemente humana?

A menudo nos sentimos objeto de consumo de nosotros mismos y hacemos de las otras personas y seres también objetos de consumo. Utilizamos para satisfacer nuestras necesidades reales y ficticias. Hay que contemplar y escuchar las consecuencias de este tipo de relación que cosifica, para poder tomar la decisión de buscar nuevas maneras de ser humanas y humanos arraigados en este momento histórico que nos ha tocado vivir.

Javier BUSTAMANTE ENRÍQUEZ
Poeta mexicano
Artículo publicado originalmente en la Revista RE num. 118, edición catalana, en abril 2024

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