Caminar juntos. Este es el título de la Carta de Taizé 2024 que ha escrito el nuevo prior Fr. Matthew. Durante unos días del mes de septiembre un grupo de personas de la Fundación Pere Tarrés hemos podido andar y compartir conjuntamente en la comunidad de Taizé. La carta se divide en cinco ejes: escuchar, andar, estar con los demás, permanecer con Dios y permanecer con los demás, y andar juntos en el mundo de hoy. Es desde estas cinco perspectivas desde las que enfocaré este escrito que intenta ser un resumen vivencial de estos días.
Escuchar. Escucharnos. Entre nosotros y nosotros mismos. Este fue uno de los puntos de reflexión que pusimos en común después de la lectura de Jn 11, 17-21. Observando la actitud de Jesús se nos desvela una nueva mirada y forma de entender el mundo. Una escucha profunda y sin juicio. Una escucha que permite interpretar los eventos más allá de los cánones culturales y prejuicios sociales. Una escucha que nos hace estar atentos a lo que nos rodea y que no se empeña en lo que no podemos controlar. Ir haciendo práctica de una escucha atenta entre nosotros, que no se convierta en dos monólogos donde cada uno piensa lo qué dirá sobre sí mismo mientras escucha al otro… una actitud que se nos presenta como reto personal y sobre todo como a forma de vida.
Caminar. En la carta se nos pregunta: «Cuando caminamos por la vida, ¿somos turistas o peregrinos? ¿Viajamos solo para observar desde fuera o avanzamos movidos por una sed interior que nos impulsa a ir adelante?». También nos recuerda que Jesús no excluyó a nadie del camino. La misión sinodal que tenemos como Iglesia nos lo recuerda: andar todos juntos. Este es nuestro reto social y cristiano. Como Fundación Pere Tarrés trabajamos para que así sea. Acompañar y educar en esa dirección, donde nadie quede al margen, donde todo el mundo se sienta acogido a toda costa. Es necesario que como Iglesia hagamos también este trabajo de apertura, sensibilización y mucha autocrítica.
Estar con los demás. Pasar unos días en la comunidad de Taizé es casi sinónimo de estar con otros. Un “otros” muy diverso y heterogéneo. Compartir reflexiones en grupo, limpiar lavabos, cocinar o repartir la comida son algunas de las formas en las que acabas compartiendo con alguien que no conocías hasta ese momento. El espíritu de Taizé hace que la gente se relacione con los demás desde la confianza y la empatía. Orar juntos, hacer silencio juntos, cantar juntos… allana el camino hacia la armonía de un hacer que se convierte en servicio y cariño. Nosotros, como grupo, tampoco nos conocíamos todos, pero la dinámica del compartir y acercarse al otro hace que se generen nuevos vínculos y aprendizajes.
Permanecer con Dios y permanecer con los demás. Sabemos que una cosa de otra es inseparable. Desde Taizé se nos invita a vivir la experiencia de Dios en nosotros y en los demás de forma conjunta. Jesús nos recuerda que no estamos separados de lo que llamamos «Dios». Que todos le podemos llamar con una palabra de confianza como lo hacía él diciendo “padre”, cada uno desde su proximidad. Las palabras del Hermano Roger, fundador de la comunidad de Taizé, siempre resuenan profundamente y nos ayudan a comprender la realidad profunda que somos: «La confianza en Dios, la fe, es una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos podríamos acogerla. No lo olvides: Dios nunca se impone con una voluntad amenazante. Cristo nunca desea la angustia para nadie. Si para ti, vivir de Dios significara tenerle miedo: interrógate. Dios solo es amor. La voluntad de su amor no es como una ley esculpida duramente en tablas de piedra. Por el Espíritu Santo ha sido grabada en lo más íntimo del corazón humano».
Caminar juntos en el mundo de hoy. Podemos empezar por tener en cuenta nuestras propias fragilidades y vulnerabilidades. Situarnos en el agapé de lo que habla Jesús. Un amor de abajo hacia arriba. Un amor fraternal que no impone, que acompaña y ama sin juzgar. En otro pasaje del Evangelio de Juan que leímos y reflexionamos durante los días en Taizé (Jn 21, 15-19) se nos proponía esta mirada. Jesús le pregunta tres veces a Pedro: «¿me quieres?». Jesús no reclama justificaciones o recrimina la actitud de Pedro cuando este le niega días anteriores. Jesús busca amar, amar hasta el final. Sabemos que nos es fácil perdonar, pero el Evangelio nos alienta a seguir amando, seguir adelante, volviendo siempre a lo esencial. Las preguntas que nos formulamos en el mundo de hoy a veces no hace falta que tengan siempre respuestas… Hay que amar también las preguntas como decía R.M. Rilke. Volviendo al primer concepto, cuanto mejor escuches, mejor puedes responder. Pero hace falta paciencia, tiempo, atención y mucha confianza.
Maria MERCADER GARCÍA
Responsable de Identidad y Pastoral de la Fundación Pere Tarrés
Barcelona (España)
Noviembre de 2024