Más allá de la ley

Más allá de la ley

«Levantar un vuelo maravilloso para enfilarse
desde un horizonte que llega muy allá.»
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La humanización de la sociedad es para que seamos capaces de seguir el ritmo de la vida de los demás sintiéndola como propia para ayudar a disfrutarla, reír, llorar, compartir… Porque se está dispuesto a abrazar a los demás y poder sentir la dulce respuesta de la bonhomía compartida. Es un contraste, ante tanta deshumanización, ayudar a sembrar el gozo de vivir, aunque puedan caer encima toneladas de violencia, miedos, calumnias, guerras, pero hay fuerza para no acobardarse. Sin duda que, en medio de tantas situaciones difíciles, hay que tener fuerza para abrir puertas y brechas de amistad, de ternura, de bien ser, para que se pueda vivir el propio tesoro de la existencia y, a la vez, ser coherente para tratar a los demás como verdaderos hermanos por el solo hecho de existir.

El Humanismo ayuda a rescatar la dignidad de tantas personas que se les ha robado porque tradicionalmente se consideraba que las diferencias sociales ya eran correctas y que esta dignidad no era necesaria para los más débiles, ya que pertenecían a otro escalón de la sociedad: esclavos, pobres, deficientes mentales, personas poco agradecidas y tantos otros. El Humanismo es aquella capacidad de vaciarse de envidias, de mentiras, celosías, odios y, además, la capacidad de perdonar. Es clave de amistad y de comprensión para que las realidades de las personas y de los entornos que tengan manchas de egoísmo puedan transformarse y hacer el bien.

Desde el silencio bien llevado y vivido en paz, ayudará a entenderse uno mismo y abrir puertas o rendijas que faciliten la comprensión hacia los demás. Posiblemente será desde los sentimientos más nobles que no quieren atrapar la libertad de los demás, todo lo contrario, en el darse existe la posibilidad de renovar vínculos de amistad que tienen el lenguaje de la bondad que no ahoga, sino que potencia la concordia. Es fácil improvisar, pero muy seguro que a menudo falta esa sincera actitud de bien que tantas personas necesitan. No se trata de una ingenuidad, ya que hay personas que no dejan que uno se acerque quizás porque no gustan las actitudes o, incluso, pueden hacer que uno no se sienta cómodo. Buscar el bien y disfrutarlo con los demás es el mejor camino de paz, tanto personal como social. El bien necesita de la fuente de libertad, es clave de amor, de comprensión, de hacer que poco a poco las cosas puedan ir cambiando la realidad y mejorarla.

El Humanismo ayuda a proteger el desamparo que hay a menudo más allá de la ley que, entre otras funciones, debe proteger los derechos y los deberes de los ciudadanos, pero el Humanismo abre la puerta para ir más allá, ya que es hacer más humana la vida, tanto la propia como la de los demás. Por eso hay que enterarse de que por encima de los derechos y de los deberes y todo lo que debe proteger el ser humano hay un ‘plus’ de bien ser, que se ha convenido llamarlo ‘emocional’ y que también es racional. El cerebro cuida de recogerlas y almacenarlas para transformarlas en respuestas de todo tipo: dolor, rechazo, satisfacción, placer… La experiencia de las emociones se acostumbra a aprender y se pueden educar.

«Buscar el bien y disfrutarlo con los demás
es el mejor camino de paz, tanto personal como social.»
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En este ‘plus’ hay un factor muy importante que es el conocimiento ético que se tiene del propio ser y del ser por los demás. Hobbes consideraba que «el hombre es un lobo para los demás hombres». Se entiende que es muy variada la conceptualización de los demás. Hay quienes a menudo están dispuestos a sacar las garras y otros mimar. La falta de madurez de sentimientos hace que haya unas actitudes incoherentes y superfluas. Sócrates, Aristóteles, Platón, los hedonistas, Jesús de Nazaret trataban a fondo estas actitudes que consideraban como fundamentales, ya que el objetivo vital de la persona es hacer el bien para conseguir un bienestar. Aristóteles pide al político que su trabajo sea, precisamente, hacer el bien a quienes gobierna. Utilizar este ‘plus’ no anula ni desprecia la ley aunque, a veces, no sea lo suficientemente justa.

Este bien ser, actualmente algunos lo llaman ‘buenismo’ que viene a ser una especie de burla provocada porque puede haber una extraña actitud de superioridad en el hecho de que algunos se preocupen de otros para que tengan en el fondo algo de paz. La violencia es muy fácil de entender, tenemos lecciones en todas partes y en todo momento, se hace espectáculo y pone al espectador a un lado o al otro. El ‘buenismo’ quiere crear un clima de amistad desde la sinceridad y la pobreza de ser.

La Revolución Francesa popularizó la Fraternidad, la Libertad y la Igualdad, son tres evidencias fantásticas, pero la igualdad y la fraternidad eran como un paradigma de dos virtudes cristianas pasadas por el tamiz revolucionario que procedía de los pensadores contemporáneos. Lástima que la solución de llevarlas a la práctica se resolvió a golpes de guillotina, ya que confundieron la fraternidad con los que estaban unidos por lazos de sangre como podían ser los reyes y nobles que mandaban o grupos que vivían una espontánea unión fraterna. Lo mismo pasaba con la igualdad, que no entendían que todo el mundo es igual en dignidad y que quienes mandan o dirigen un grupo, lo que hay en el fondo es común, les une el hecho de que son fraternalmente iguales en la existencia que hermana por encima de otras razones. Los que no existen no los podemos decir hermanos, ya que no están. El tema de la libertad es el tesoro que lo inunda todo de bien.

Podríamos pensar lo que hacen los pájaros que pueden caminar por el suelo, quizás para encontrar la comida, pero también pueden levantar un vuelo maravilloso para enfilarse desde un horizonte que llega muy allá. Por eso, el título de este artículo ‘Más allá de la ley’, que justifica esta dimensión tan necesaria para recuperar tantas carencias en una sociedad quizá demasiado competitiva y que más que nunca necesita comprometerse para tratar de limar tantas aristas.

Josep M. FORCADA CASANOVAS
Médico y sacerdote
España
Artículo publicado originalmente en la Revista RE num. 118, edición catalana, en abril 2024

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