Primero hay que aclarar el término Humanismo. ¿Qué es? ¿Qué significa? ¿Cuáles son los fundamentos? La palabra se utiliza de manera muy distinta y casi equívoca. Cuando rascas, te das cuenta de que no estamos diciendo lo mismo. De hecho, eso es lo que hacían en las cuestiones disputadas en la universidad medieval cuando se proponían discutir sobre una cuestión, sobre Dios, sobre la libertad, sobre la persona humana, decían aquella expresión aclara terminus, y así estamos viendo de lo que estamos hablando unos y otros.
Si se hace la historia de la palabra, del concepto, como mínimo hay que remontarse al Renacimiento, sobre todo al Renacimiento italiano, en el que tiene un significado que se va transformando y sedimentando hasta en el siglo XX. Hay diferentes etiquetas de Humanismo: el cristiano, musulmán, judío, ateo, existencialista, marxista. Más que caracterizar las etiquetas, debemos caracterizar el sustantivo, qué une estas diversas formas que tiene el Humanismo.
Lo que nos sitúa dentro del Humanismo es el reconocimiento de la dignidad intrínseca de la persona. Si hay un elemento que une a todos los humanistas, independientemente de las etiquetas o acentos, es reconocer que toda persona tiene un valor incalculable, que tiene una dignidad inherente, que debe ser objeto de un respeto sublime. Esta es la tesis central del Humanismo. Cuando el ser humano es tratado como un instrumento, como un objeto, como una cosa, como una fuerza productiva o como cualquier objeto de uso y abuso, hay un trato inhumano, hay una pérdida de humanismo, hay como un olvido de su condición de dignidad.
Esto es una constante, y lo vemos desde autores renacentistas como Pico della Mirandola, en el Discurso sobre la dignidad del hombre, hasta los autores humanistas del siglo XX, aunque no se ubiquen en las mismas tradiciones religiosas ni filosóficas. Es un lugar de encuentro donde reconocen esta dignidad sublime, preeminente de la persona humana. La pregunta lógicamente es por qué. Reconocer que el ser humano tiene una dignidad inherente es muy fácil de decir, pero la pregunta es cómo se justifica este valor preeminente de la persona en relación a cualquier otra realidad que existe en el mundo. Esto llevará a prácticas como la educación centrada en la persona, en la medida en que se reconoce que todo debe ir orientado a su promoción, a su desarrollo, a su cuidado, a su respeto. Quienes fundamentan el Humanismo tratan de responder a la pregunta dónde está la razón de esta dignidad, de esta distinción que hace ser el ser humano tan excelente, tan único, tan singular, tan particularmente objeto de respeto en relación con las otras realidades del mundo.
Esto tiene una diversidad de respuestas. Subrayaré tres. Una tiene que ver con la palabra conciencia, cuando se trata de distinguir lo humano de la condición animal y, también, de las máquinas dotadas de Inteligencia Artificial, una de las palabras que se utiliza habitualmente es la palabra consciente. Los seres humanos disponemos de una cualidad que decimos conciencia de ello, que a veces es un término muy polisémico y que permite múltiples significados, pero que como mínimo evoca capacidad de tomar distancia, de reflexionar, de analizar y de examinar la propia vida, conciencia de ser un ser único y distinto en el mundo, conciencia de haber nacido y de qué soy un ser que moriré. La palabra conciencia centra mucho los actuales debates entre humano y máquina como un distintivo que avala esta cualidad, merecedora del respeto preeminente del ser humano.
También aparece otra palabra, que es la libertad. El ser humano a diferencia del animal es un ser capaz de actuar, de obrar desde la libertad, aunque finita, que hace de su vida un proyecto singular, que no vive mandado por el imperativo de los hechos. Este es el aspecto que subraya Jean-Paul Sartre con el existencialismo, que es un Humanismo, en 1947. Es uno de los grandes representantes del Humanismo ateo, que dice que lo que nos hace particularmente únicos en el mundo, diferentes, es la capacidad de obrar en libertad, de elegir, de poder tomar distancia de nuestros instintos y pulsiones, de ser capaces de sobreponerse y actuar movidos por ideales de diferente naturalidad.
La tercera palabra clave a la hora de justificar la dignidad o particular calidad del ser humano con relación a los demás seres del mundo o criaturas del mundo, es su unicidad, su singularidad. Los objetos son reemplazables, las personas no. Ser único o singular causa vértigo porque quiere decir que no ha habido nadie como tú en toda la historia y no habrá nadie como tú después de que tú mueras. Quiere decir que eres único y singular, todos los que han precedido han sido únicos y singulares, lo que no quiere decir que hayan vivido de manera única y singular, uno puede vivir marginalmente o ensuciarse, pero todos tenemos la capacidad de la singularidad o de la unicidad. La palabra persona evoca a este ser único y singular. La famosa definición de Boeci, el último filósofo romano, el autor de La consolación de la filosofía, define persona como sustancia individual única. Por eso, porque no somos reemplazables, la muerte de un ser humano deja una ausencia, un hueco, que otro no puede sustituir. Podemos reemplazar los objetos, las máquinas, los ordenadores, los móviles, las personas no. Las personas las recordamos o las rememoramos.
El Humanismo está amenazado. Es un pensamiento que tiene una trayectoria de más de cuatrocientos años, sobre todo del Renacimiento, que también tiene sus objetores como toda orientación filosófica. Tiene dos grandes opositores. Por un lado, aquellos que querían situar al ser humano en un nivel muy cercano al animal, especialmente a animales muy cercanos genómicamente al ser humano, como los grandes simios (orangutanes, gorilas, chimpancés, bonobos), es un planteamiento que quiere disolver esta exclusividad, esa dignidad humana y que querría extender a otros seres vivos, particularmente a los grandes simios, reconociendo derechos o reconociendo una dignidad si no idéntica, próxima. Por lo tanto, hay una discusión enconada sobre si se puede mantener esa dignidad sublime y exclusiva del ser humano, que es el foco central del Humanismo. Aquí está toda la corriente animalista y diferentes autores que cuestionan esta exclusiva dignidad para el ser humano.
Otros autores, como Adela Cortina, hablan del valor de los animales pero que la dignidad es exclusiva de la condición humana. Hay un reñido debate de enorme interés intelectual. Pero hay otra fuente, especialmente el de las máquinas dotadas de Inteligencia Artificial, que tienen unas habilidades, unas destrezas, unas capacidades, en muchos casos superiores al ser humano, además mucho más rápidas y con menos error, dada su programación. Hay otro debate en el que la distinción no está entre persona animal, sino entre persona y máquina, especialmente dotada de Inteligencia Artificial de última generación. Los ingenieros del MIT, Massachusetts Institute of Technology, hablan de máquinas que piensan, que cuidan, que razonan, máquinas inteligentes. Y aquí se produce otro debate si esta distinción entre lo humano y la máquina es realmente tan grande, o este abismo se ha ido reduciendo de tal manera que cada vez cuesta más distinguir qué nos separará de un hombrón, de un humanoide, de un antropoide, con muchísimas capacidades y habilidades y en algunos casos muy superiores a nosotros, como el cálculo o la memoria, o la de anticipar futuros. Mueven una gran cantidad de datos.
El Humanismo es reconocer la dignidad del ser humano, es evitar procesos de cosificación y de instrumentalización. Pero su justificación teórica tiene una serie de rivales intelectuales que cuestionan esta excelencia, esa preeminencia de lo humano y que defienden una especie de pensamiento más homogéneo, más transversal y la extensión de derechos que hasta ahora eran exclusivos y únicos del recinto de la condición humana. Hay un debate de si estos derechos pueden extenderse o no y qué consecuencias tiene la extensión de derechos a seres no humanos.
Francesc TORRALBA ROSELLÓ
Filósofo y Teólogo
España
Traducción de la ponencia de la 244 Cena Hora Europea autorizada por su autor. Organizado por el Ámbito María Corral, el 23 de marzo del 2023