
nos dejamos sorprender por la vida!» Imagen en Pixabay
Una chica tenía tres cabellos. Su madre le preguntó cómo se quería peinar ese día y su hija le respondió que prefería una trenza. Al peinarla, le cayó uno de los cabellos, quedándole dos. Le comentó a la hija y ésta, rehaciéndose, le pidió que le hiciera una cola de caballo. Volvió a peinarla, y le cayó otro cabello. «Lo siento mucho, hija mía, solo te queda un cabello». Y la hija le respondió: «No te preocupes, mamá, hoy iré con el pelo suelto».
Lejos del simplismo que pudiera encontrarse en este suceso, cabe resaltar la capacidad de adaptación, con gran sentido del humor, que nos sugiere el afrontamiento de esta chica. No es huida sino integración de la realidad. Ante un mismo hecho, uno puede tener una visión catastrofista, afligida y derrotista por la pérdida –a veces irrecuperable–, porque se acaban las opciones, porque la vida es injusta. No obstante, elige la aceptación y reubicarse con las opciones reales y posibles.
Acostumbra a pasarle al ser humano que, ante un problema, se centra en la amenaza, en lo adverso, en la carencia: debe estar preparado para luchar y defender su territorio. Es lícito, aún más porque esta disposición ha posicionado la perpetuación de la especie. Sin embargo, cuando las opciones son escasas y no nos gusta ninguna, la lucha se convierte más en una batalla con uno mismo que en un brainstorming creativo e, incluso, de humor con sentido.
Cuando hablamos de humor, nos referimos a una de nuestras fortalezas donde «tanto el humor como la risa son universales en los seres humanos» (Bergson, 1939; Cassaretto & Martínez, 2009). Ciertamente, el buen humor y el estado de ánimo positivo tienen diversos efectos en la salud a nivel físico, cognitivo y psicológico, y es una estrategia de afrontamiento e interpretación eficaz de las distorsiones cognitivas. Porque la comicidad no sólo provoca la risa, sino que también es capaz de hacer otra perspectiva del asunto –como el pintor ante su obra cuando da unos pasos atrás para contemplarla mejor–, de desbloquear recelos enquistados, de cambiar la mirada o de hacer pensar. Es decir, nos emplaza a una manera nueva de tomarnos la vida.
El psicólogo R. Martin teorizó sobre diferentes estilos de humor, basándose en los ejes intra-interpersonal y en la valencia positiva-negativa, con graduaciones continuas, es decir, que se pueden mezclar entre ellos y no darse en estado puro. El interpersonal negativo sería humor agresivo, donde se busca el mal al otro; el interpersonal positivo sería humor afiliativo, donde comparten momentos placenteros; el intrapersonal negativo se definiría como descalificación personal, utilizando los defectos propios para lo cómico; un estilo de humor intrapersonal positivo sería el humor auto afirmativo, con la visión humorística del mundo y dejarse sorprender. Los estilos positivos –afiliativo y acto afirmativo–, se relacionan con más autoestima, bienestar y apoyo social, mientras que los desadaptativos –agresivo y descalificación personal–, impiden el desarrollo de estos factores. Por todo ello, cabe preguntarse de qué manera utilizamos el humor en nuestra vida, ya que así estaré cuidando mi salud y la de los que están a mi alrededor.
Ejercitar el humor de manera positiva provoca múltiples beneficios físicos, psíquicos, emocionales o espirituales: desde la relajación muscular, cuando te hacen cosquillas o ríes a carcajadas, hasta la mejora del sistema inmunitario o el alivio del dolor, por dejar de lado las hormonas del estrés. ¡Es tan necesario este humor de autoafirmación donde nos dejamos sorprender por la vida!

hacer otra perspectiva del asunto, de desbloquear recelos enquistados,
de cambiar la mirada o de hacer pensar. Es decir, nos emplaza a
una manera nueva de tomarnos la vida.» Imagen de Agnieszka en Pixabay
Por el contrario, también encontramos actuaciones ‘humorísticas’ que no son graciosas y pueden estar fuera de contexto. Me refiero a otro estilo de humor, el humor agresivo, donde el sarcasmo, el ridículo o la ironía aparecen en escena, a través de la manipulación y/o la hostilidad. No somos capaces de expresar directamente los sentimientos negativos, por falta de asertividad, y recurrimos a quedarnos callados o a transmitir estas impresiones de manera punzante, extremista o indirecta. Es un mal uso y con infortunio, abuso del humor.
Del mismo modo, el humor de autodescalificación puede enmascarar sentimientos negativos y evitar afrontar aquello que una persona rechaza de sí misma, menospreciándose, con dependencia emocional y baja autoestima. Este uso del humor se asocia, a menudo, a la ansiedad y la depresión, generando estrés y tensión.
Estos últimos tipos de humor no generan bienestar psíquico, mientras que el humor de autoafirmación y afiliativo pronostican personalidades más abiertas, con una plasticidad neuronal y una flexibilidad mejor a la hora de encajar las circunstancias. Este humor bien empleado atenúa situaciones desagradables de la vida cotidiana y nos ayuda a regular el estado de ánimo. Nos lleva a preguntarnos: cuándo y cómo aplicaremos el humor: ¿Será receptiva la persona con quien comparto mi humor? ¿Su lenguaje corporal me transmite que es un buen momento? ¿Seré demasiado pesado repitiendo la broma una y otra vez?
Acabando de escribir este artículo, me llega la noticia de que una amiga tiene un ganglio afectado y el tratamiento, al principio descartado, posiblemente será quimioterapia. Al terminar la explicación médica, mi amiga le preguntó si podría conducir, a lo que el médico le respondió: ¿tiene carnet y sabe conducir? Entonces sí. Este médico supo, por la disposición, la cordialidad y el buen ánimo de mi amiga, que se producía esa simbiosis perfecta donde el cuándo y el cómo permitían aplicar el humor.
No es frivolidad, ni ingenuidad, ni incapacidad para evaluar los riesgos. Es la convicción de que estamos preparados para afrontar lo que venga.
Sara CANCA REPISO
Psicóloga
España
Publicado originalmente en en la Revista RE num. 120, edición catalana
– Bergson, H. (1939), El reír. Ediciones de la Ela Geminada, 2022.
– Cassaretto, M. & Martínez, P. (2009), Facturación de la Escala del Sentido del Humor en estudiantes universitarios. Revista de Psicología, vol. 27 (2), 287-309.