Los valores humanos ante la inteligencia artificial

Los valores humanos ante la inteligencia artificial

«Seguramente el futuro surgirá de la colaboración entre
la inteligencia humana y la inteligencia artificial.»
Imagen de Alex Schuler en Pixabay

Como decía el profesor Miquel Àngel Prats en la 246 Cena Hora Europea organizada por el Ámbito María Corral, y que llevaba por título ‘Hacia dónde nos lleva la Inteligencia Artificial’, estamos en la cuarta revolución de la historia humana, la de la información. La primera fue la agrícola; la segunda, la industrial con la máquina de vapor y la electricidad; la tercera, la digital con las computadoras e internet; y la cuarta, la de la Información, especialmente de los datos y los algoritmos.

El premio Nobel Paul Nurse, en un libro titulado ¿Qué es la vida?, escribe la siguiente narración: «¿Qué hizo que aquella mariposa amarilla, que de pequeño vi, estuviera en nuestro jardín? ¿Tenía hambre, buscaba dónde poner sus huevos o la perseguía un pájaro? Puede ser que sólo estuviera respondiendo a una necesidad innata de explorar su mundo. Por supuesto, no sé por qué se comportó así, pero lo que sí puedo asegurar es que estaba interactuando con su mundo y obrando en consecuencia. Y por eso tenía que gestionar información».

«La existencia de la mariposa gira en torno a la información. De hecho, la información es el centro de toda la vida. Porque los organismos se desarrollan con eficacia como sistemas complejos organizados, constantemente deben recoger y utilizar información del mundo en el que viven y de sus estados internos. Necesitan mecanismos para detectar cualquier cambio que se produzca en su mundo interno o externo y responder a ellos. Si no, su futuro puede ser muy corto (1)».

La necesidad de información de los seres vivos está estrechamente relacionada con la forma en que actúan de acuerdo con determinado propósito. La información que la mariposa reunió significaba algo. La estaba utilizando para decidir qué hacer a continuación y llegar a un fin específico. Es decir, actuaba con una intención.

«Todo aquello que necesita creatividad o interacción con otras personas,
deben seguir haciéndolo los seres humanos.»
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El proceso implacable de la selección natural ha propiciado creaciones insólitas. Una de las más extraordinarias es el cerebro humano. A diferencia de las mariposas, y quizás del resto de los organismos, podemos elegir conscientemente y reflexionar sobre los propósitos que nos mueven. Justo hemos empezado a entender cómo se combinan las interacciones entre miles de millones de neuronas individuales para generar el pensamiento abstracto, la autoconciencia y nuestro libre albedrío. Es probable que encontrar respuestas satisfactorias a estas preguntas nos ocupe, como poco, lo que resta del siglo XXI. Y para conseguirlo deberemos recurrir a diferentes herramientas de las ciencias naturales, como la psicología, la filosofía y las humanidades en general. La informática también puede ser útil. Los programas de inteligencia artificial más potentes están diseñados para imitar de manera muy simplificada cómo manejan la información las redes neuronales de la vida.

La inteligencia artificial es un campo de la ciencia relacionado con la creación de computadoras y máquinas que pueden razonar, aprender y actuar de una manera que normalmente requeriría inteligencia humana o que involucra datos, cuya escala, excede lo que los humanos pueden analizar.

En muchos sentidos, la IA complementa la inteligencia humana, ayudando a procesar grandes volúmenes de datos y realizar tareas repetitivas, pero no la reemplaza en aspectos fundamentales como la creatividad, la adaptabilidad emocional o el juicio ético.

Estamos inmersos en la IA, son unas prótesis de ayuda para muchas cosas de nuestra vida. De hecho, nuestras vidas están condicionadas por la inteligencia artificial. Se utiliza la IA para la purificación del agua de las ciudades, el reconocimiento de personas, la selección de basura, el control de datos de los viajeros, encontrar pareja por internet, encontrar una dirección, etc. Nos deberíamos preguntar hasta qué punto la IA ha mejorado la sociedad.

La inteligencia natural y la inteligencia artificial son fundamentalmente diferentes en su funcionamiento, capacidades y limitaciones. Mientras que la inteligencia humana es flexible, creativa y profundamente influenciada por la experiencia subjetiva y emocional, la IA es precisa, rápida y eficiente en tareas específicas pero limitada por su falta de comprensión consciente y adaptación a contextos complejos.

«La IA complementa la inteligencia humana, ayudando a procesar grandes volúmenes de datos y
realizar tareas repetitivas, pero no la reemplaza en aspectos fundamentales como la creatividad,
la adaptabilidad emocional o el juicio ético.» Imagen de Anabel Flores en Pixabay

Seguramente el futuro surgirá de la colaboración entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial. Necesitamos crear un mundo en el que cada uno haga aquello por lo que está más dotado. En general las computadoras tienen capacidad para hacer más rápido que las personas cualquiera de las cosas que saben hacer, pues todas estas tareas las tienen que hacer ellas. En cambio, todo aquello que necesita creatividad o interacción con otras personas, deben seguir haciéndolo los seres humanos.

Hay discusiones entre los entendidos, sobre si la IA nunca podrá tener emociones, conciencia, creatividad o empatía. Debemos quitarnos el miedo que generan estas cuestiones. Somos los seres humanos los que hacemos la tecnología y la hacemos como queremos que sea. Somos nosotros los que tenemos libertad y responsabilidad, no las máquinas ni la IA.

Como nos recuerda el filósofo Francesc Torralba: «Cuando nos acercamos a la IA, y a la técnica en general, vemos una concepción ilimitada de sus capacidades. Se confía ciegamente en su poder para curar la debilidad del ser humano, incluso se le atribuyen la capacidad de vencer la finitud y prometerle la inmortalidad. Se transforma el objeto técnico en el mesías salvador, perdiendo de vista que la técnica, con toda su complejidad y prestaciones, no es autosuficiente; es obra de un ser finito y vulnerable, y, por tanto, tiene los mismos rasgos que su creador».

Si somos capaces de admirarnos de todo lo que las máquinas pueden y podrán hacer, nos daremos cuenta de que los valores humanos tienen mucha más importancia de la que a menudo pensamos y sobre todo apreciamos. El uso y los límites de la Inteligencia Artificial nos deben hacer dar cuenta de lo muy sorprendentes e increíbles que somos los seres humanos.

Jordi CUSSÓ PORREDÓN
Director de la Universitas Albertiana
Barcelona, España
Artículo publicado originalmente en la Revista RE num. 121, edición catalana, en enero 2025

Notas

(1) Paul Nurse, ¿Qué es la vida? Entender la biología en cinco pasos, Ed. Planeta, Barcelona, 2020

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