
El enigmático mural del refectorio de Sant Jeroni de la Murtra
Introducción
Escuché en una ocasión decir al historiador del arte Jaume Aymar i Ragolta que la diferencia entre un misterio y un enigma es que el misterio es algo indescifrable, inaccesible, que no se puede resolver desde la lógica humana. En cambio, el enigma es un desafío que esconde en sí la solución.
Yo propongo el mural del refectorio de Sant Jeroni de la Murtra como un enigma, con el deseo esperanzado de que algún día alcancemos a descifrar los mensajes que desde hace quinientos años está comunicando y que nuestros ojos del siglo XXI aún no alcanzan a leer.
El antiguo monasterio de la Murtra fue creado a principios del siglo XV por la orden jerónima, gracias al mecenazgo del mercader barcelonés Bertran Nicolau. En 1416, una pequeña comunidad de frailes se asentó en la antigua casa de Ça Murtra, en el término de Badalona, muy cerca de Barcelona.
Sabemos que la monarquía apadrinó desde su nacimiento la orden jerónima y que usaban sus monasterios como hostales reales o lugares de retiro y consejo durante sus viajes. La Murtra no fue la excepción y el primer rey que visitó este cenobio fue Juan II de Aragón. En aquel momento la Murtra estaba en plena transformación de casa rural a monasterio. Juan II, como mecenas de la orden, prometió la financiación del refectorio, es decir, el comedor de los monjes. El refectorio no acabó de pagarse en vida de Juan II y fue su hijo, Fernando de Aragón, el rey católico, quien terminara de saldar la promesa de su padre.
La decoración mural gótica que podemos apreciar en buena parte, prevaleció hasta el siglo XVII. A la entrada en escena del estilo barroco, el monasterio fue puesto al día, estéticamente hablando. Se abarrocó la decoración de esta sala, cubriendo la pintura gótica, con un fondo blanco y, sobre éste, guirnaldas vegetales de color amarillo, haciendo alusión al dorado tan de moda en aquel momento. Entre la época gótica y la barroca se elaboró la pintura mural de la cabecera. Es decir, la galería de personajes que podemos apreciar hoy y que formaba parte de una escena mayor.
Llegado el siglo XIX, con la desamortización de Mendizábal, los monjes tuvieron que dejar la Murtra. En ese momento apareció un brote de fiebre amarilla en Barcelona y lugares como este monasterio sirvieron como hospitales de campaña. Al terminar la epidemia, el Ayuntamiento ordenó que todos los espacios que habían servido como hospital fuesen blanqueados con cal por motivos higiénicos. Así fue como desapareció la decoración mural del refectorio.
A comienzos de los años noventa del siglo pasado, se valoró la restauración de la pintura mural del refectorio. Se encargó el proyecto a la restauradora Reyes Jiménez de Guernica y este fue financiado gracias a un programa de subvenciones con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América.
La restauración consistió en ir retirando las capas de cal que cubrían la pintura mural de las bóvedas y muros. Muchos metros cuadrados. La sorpresa fue el buen estado en que se encontraban. Del mural de la cabecera sólo apareció la parte alta que retrata una galería de personajes asociados a la corte de los emperadores Carlos V e Isabel de Portugal. Según las crónicas de la Murtra, en este muro se encontraba plasmada una Última Cena que, posiblemente, se disponía por debajo de dicha galería de personajes. A manera del estilo veneciano, como Las bodas de Caná del Veronés.
Alrededor de esta obra se levantan muchos interrogantes: ¿cuándo se pintó exactamente la parte del mural que se conserva, es decir la galería de personajes? ¿Quién la pintó? El conjunto de la galería con la Cena, ¿era un todo o fueron pintadas en dos etapas por manos diferentes? ¿La elección de estos personajes y su composición fue un encargo de la comunidad de la Murtra o la iniciativa provino de fuera? ¿Por qué elegir la Murtra para esta escena tan intrigante?
La crónica murtrana no hace ninguna referencia a la galería del mural del refectorio, lo cual causa mucha curiosidad, sobre todo si pensamos en que sí habla de la Última Cena sin hacer mención al conjunto del mural.
El encargo
Una Última Cena, como temática religiosa, es un encargo relativamente fácil de resolver en el sentido de que es una escena que se ha pintado mucho. Pensemos tan sólo en la famosa La última cena de Leonardo da Vinci. En el caso de la Murtra, lo que realmente intriga es la escena superior, la galería de personajes que ha llegado hasta nuestros días. Un mural en el que figuran los monarcas Carlos I e Isabel de Portugal, acompañados de otras celebridades del momento, debía ser un encargo realmente delicado. Tenemos aquí los máximos representantes del poder político de la cristiandad, acompañados por personajes de la corte, del poder militar marítimo y del orden espiritual.
Una de las grandes interrogantes es quién encargó este mural, siempre hay un poder político detrás de cada encargo. Aunque se trate de un insignificante retrato o el retablo de una capilla lateral, hay una intención de emitir un mensaje a través de lo que ahí se representa. De prolongar la vida en el recuerdo de quien vea el retrato o de ganarse el más allá mandando hacer un retablo o pintura religiosa.
El mural que nos ocupa, ¿sería iniciativa de algún prior cultivado que querría realzar la figura del monasterio a través de una representación así? ¿O una manera de agradecer la comunidad de la Murtra a los monarcas las tantas mercedes que hacían al monasterio? ¿Sería, acaso, un encargo de Carlos V? ¿Un regalo a los monarcas o a la comunidad por parte de alguno de los otros personajes representados o de alguien que no figura en la escena, pero era afín a la ideología que representa?
Un mural así, me refiero a la galería de personajes que nos ha llegado, no es tan sencillo de confeccionar como una Última Cena. Se trata de una composición inédita y única. Hasta el momento no hemos encontrado ninguna que se le asemeje para poder establecer comparaciones o suponer que el autor o autores se hubieran podido inspirar.
Seguramente ha habido algún o algunos autores intelectuales de esta obra que han decidido “a quién invitar” a subir a la galería para presenciar, desde lo alto, la Cena Pascual. Incluso, que han decidido en qué orden colocarlos, como si se pusiera en práctica un protocolo oficial. Este presunto autor o autores también han decidido qué juegos de miradas marcaría el ritmo del banquete, e incluso el lenguaje corporal de cada uno. Hay, en definitiva, una puesta en escena que nuestras retinas del siglo XXI no logran descifrar. Esto nos convoca a hacer el salto histórico y simbólico cinco siglos atrás e intentar leer qué está sucediendo en esta escena.
Análisis del mural de la Murtra
No cabe duda que el mural que nos compete es un retrato colectivo. Este estilo es un subgénero del retrato pictórico que se caracteriza por representar varias personas dentro del mismo lienzo o escena. Entremos en su composición y en la dinámica de la relación que se establece entre los personajes. Antes de describirlo, podemos apuntar que la paleta de colores empleada es muy ajustada: destacan los azules, blancos, grises, marrones, rojos, naranjas y amarillos. Los colores de las vestimentas se van alternando para crear un equilibrio de cálidos y fríos.
A nivel arquitectónico, los personajes se encuentran dentro de una galería abierta hacia el frente y hacia atrás. Lo comprobamos porque podemos ver el azul de cielo a las espaldas de los personajes, así como las columnas coronadas por capiteles de faunos que también figuran de frente, las que nos miran, y de espaldas, las del otro lado de la galería.
La galería cuenta con una balaustrada sobre la que se posan y asoman los personajes. La balaustrada les llega a medio cuerpo y de la balaustrada hacia arriba se levantan columnas que terminan en la parte alta en capiteles con rostros de fauno. En total son cinco columnas hacia el frente y cinco columnas del otro lado de los personajes. El cinco era un símbolo estrechamente vinculado a los pitagóricos; en relación con diferentes atributos, elementos u objetos físicos, se asoció con, la vida, el poder y la invulnerabilidad. En el claustro de la Murtra, también son cinco las claves de bóveda que pagaran los Reyes Católicos.
Al haber cinco columnas se generan seis espacios.
Antes de entrar en los espacios que generan las columnas, podemos observar cómo en el extremo izquierdo, asoma un perro entre la primera y segunda balaustrada. Posiblemente la mascota que aparece en algunos cuadros del emperador Carlos. El perro dirige su rostro hacia abajo, como contemplando la Última Cena.
En el primer espacio de la izquierda encontramos una posible mujer africana. Va vestida de dama de la corte y lleva un turbante o tocado. Tiene el brazo derecho extendido hacia afuera de la escena, el antebrazo y mano izquierdos reposan sobre la baranda, la cabeza parece apoyarse sobre la columna. Su rostro mira hacia donde dirige la mano y su cuerpo se inclina hacia atrás, como llamando la atención de la emperatriz Isabel que se encuentra a su izquierda.
En el segundo espacio encontramos a la emperatriz Isabel y al emperador Carlos. Isabel porta un vestido en colores rojo y naranja claro que recuerda mucho al que lleva en el cuadro de Tiziano. Va peinada también de forma semejante a dicho lienzo. Lleva los brazos cruzados sobre el pecho, reposando las palmas de la mano hacia el pecho y los codos recargados sobre la baranda. Destacan sus ojos cerrados y, por la postura de las manos, hace pensar en una mujer muerta. Su rostro está ligeramente girado hacia donde apunta la mano de la dama africana y refleja una actitud serena.
Dentro de ese mismo espacio, pero como retirado hacia dentro de la galería, en segundo plano, se encuentra el emperador Carlos. Su cabello y barba son rojos y se aprecia claramente el prognatismo que lo caracterizaba. Su cuerpo y rostro están girados hacia el centro de la escena y parece estar en conversación con Leonor de Castro.
En el tercer espacio se encuentran los virreyes y amigos de los emperadores: Francisco de Borja y Leonor de Castro. Borja está a un lado de Carlos, separados por la columna de la galería. Francisco tiene los brazos apoyados sobre la baranda, uno sobre el otro. Y contempla con la cabeza inclinada la escena inferior de la Cena, aparentemente con nostalgia o con piedad.
A su lado, su esposa Leonor parece entablar conversación con el emperador. El color de su vestido es similar al de Isabel, pero de un estilo más sencillo. Su cuerpo y rostro están girados hacia Carlos y lleva los brazos semi extendidos, como entregándole algo, al parecer ofreciéndole una bandeja.
El cuarto espacio lo comparten Dragut, el gato, y Andrea Doria. Contemplamos sobre la baranda a Dragut, cerca de la columna central. Su color oscuro no permite ver muchos detalles de su fisonomía, quedándonos prácticamente con su silueta. Andrea Doria está girado hacia la persona de su lado izquierdo, a quien presta mucha atención. Sus brazos están reposados sobre la baranda.
Separados por una columna, a continuación, se encuentra la franciscana Sor Juana de la Cruz. Ella está sola en este espacio. Viste hábito de religiosa con velo, está girada hacia Andrea Doria y ligeramente inclinada hacia delante. La boca abierta, recordándonos su título de párroco ganado por sus famosos sermones. Está con ambos brazos apoyada en la baranda y con la mano derecha y el dedo índice extendido apunta hacia la Cena que está debajo.
En el último espacio encontramos una dama de la corte, no identificada. Está apoyada sobre la baranda con ambos brazos y aparentemente sostiene un recién nacido. Su rostro está totalmente dirigido hacia el bebé, los párpados bajos no dejan adivinar si está absorta contemplando el niño o si tiene los ojos cerrados. Lo que sí deja ver es que está totalmente ajena a lo que pasa entre los personajes de la baranda y a lo que sucede en la escena inferior de la Cena.
Propuestas de lectura
Una vez nos adentramos en la dinámica de los personajes, el mural deja de ser un plano de dos dimensiones para adquirir profundidad. Hay un intenso juego de miradas, mucha información a través del lenguaje corporal, silencios elocuentes. Entre ellos, quizás el común denominador es el Emperador, quien de una u otra forma está relacionado con el resto. Exceptuando las dos damas misteriosas de los extremos, que aún no sabemos quiénes son. Carlos es esposo de Isabel, tío y amigo de Francisco, arregló la boda de este con Leonor, sostuvo relaciones militares con Andrea Doria y fue admirador de la santidad y sabiduría de Sor Juana. El resto de personajes tenían nexos entre sí, menos probablemente Sor Juana, de quien sólo tenemos datos que conocía en persona al Emperador.
Hay un posible hecho que estuviera en el trasfondo del mural: la jornada militar de Túnez. Directamente implicados estarían Carlos, Isabel, Andrea y Sor Juana, a quien el emperador pidió oraciones para este afer militar.
Sin embargo, a mí hay una serie de señales que también me hacen pensar en otro mensaje que nos está transmitiendo esta escena. Se trata de la muerte de la emperatriz Isabel. Ella aparece como en estado amortajado, con los brazos cruzados en el pecho y los ojos cerrados. La mujer africana parece señalarle un más allá hacia al cual ella dirige ligeramente el rostro. Francisco de Borja, apesadumbrado, mira hacia abajo. Leonor intenta dirigir palabras de consuelo al emperador. Andrea Doria escucha sorprendido las palabras de Sor Juana de la Cruz, quien era un referente espiritual para Carlos. Desde lo lejos, Carlos intenta escuchar a Sor Juana. Por último, una dama de la corte sujeta en brazos al último hijo de los emperadores, que ha nacido muerto y cuyo parto prematuro ha causado la muerte de Isabel de Portugal a sus 35 años de edad.
Esta interpretación podría tratarse de una fantasía de mi parte. Pero, si más no, es un intento por hacerle nuevas preguntas al mural y seguir indagando en fuentes diversas, pistas que iluminen el origen de su encargo y el porqué de plasmarlo en Sant Jeroni de la Murtra.
El estado en que nos ha llegado el mural, después de la impecable restauración del 1992-93, nos impide captar algunos detalles más que quizás ayudarían a interpretarlo mejor. También cabe decir que la factura en sí parece sencilla. El pintor o pintores no parecen ser muy diestros, comparando el mural con otros de la época o con lienzos renacentistas.
Posiblemente la persona o personas que decidieron los personajes y la disposición de estos entre sí y toda la dinámica que hemos descrito, consiguieron mandar hacer un boceto, el cual fue enviado a la Murtra y adaptado al muro donde finalmente se plasmó.
Este artículo pretende ser una contribución al diálogo con la Historia. En ocasiones se avanza más con preguntas que con respuestas. Este mural es una ventana abierta al pasado que nos invita a no quedarnos con lo aparente.
Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ
Guía de Sant Jeroni de la Murtra
Badalona, España
Noviembre de 2025
