Vivir y aceptar

Vivir y aceptar

Fotografía: Jillwellington en Pixabay

La existencia humana aspira a menudo a ser significativa para alguien, pero en primera instancia debe ser significativa para uno mismo. Ahora y antes, y quizás hoy más urgentemente que nunca, necesitamos dar sentido a nuestra vida individual para poder encontrar su sentido colectivo. El psiquiatra Vícktor Frankl decía que «El hombre se autorrealiza en la misma medida en que se compromete con el cumplimiento del sentido de su vida». Quien mejor que él, superviviente del campo de concentración de Auschwitz, para hacer esa afirmación. Comprometerse con uno mismo, conocerse bien como para reconocer nuestras alegrías, nuestros miedos, nuestros anhelos, para ir tejiendo hacia dónde queremos y deseamos ir individualmente y de esta manera, después, contribuir a dibujar el sentido comunitario de la humanidad.

Me atrevo a decir que la vida es poliédrica y puede tener tantas caras como sentidos. A medida que crecemos, buscamos y encontramos el sentido de cada una de nuestras relaciones, nuestras acciones, las respuestas que damos ante los estímulos externos recibidos. No son necesarias propuestas espectaculares ni ruidosas respuestas para encontrar el sentido en nuestras vidas sencillas.

Cada paso que hacemos, cada circunstancia, cada persona que se nos cruza en el camino… especialmente si somos capaces de abrirnos a lo desconocido y a la diversidad, deja huella en nosotros y nos empuja a detenernos para valorar, replantear y seguir adelante quizá reconduciendo de forma vaga o de forma radical nuestro sentido de la vida.

Así pues, podríamos decir que en parte o en su globalidad y en términos generales, el sentido de la propia vida lo vamos construyendo a medida que vivimos y tomamos decisiones, nos comprometemos, implicamos y socializamos. Cada instante nos reporta una nueva oportunidad de adentrarnos en la auténtica existencia interior en la que nace el sentido; a volvernos realmente presentes en un presente que se amolda y se descubre momento a momento.

Ante situaciones de dolor y sufrimiento, de barbarie humana, de muerte o de enfermedad, de cariño o de desamor, situaciones en las que las emociones y circunstancias nos parecen de pura supervivencia, se puede cuestionar de nuevo qué sentido tiene vivir como individuo y como humanidad. En los últimos tiempos seguro que muchos de nosotros lo hemos hecho y no pasa nada. Esto significa, simplemente, que tenemos ganas de seguir avanzando personalmente mientras luchamos por un mundo mejor, contribuyendo con nuestra particular aportación, aquella que solo podemos hacer nosotros porque forma parte de nuestra individual idiosincrasia.

Vivir es sencillo, aceptar la vida tal y como se nos presenta y encontrarle sentido, ¡ya no lo es tanto! En realidad, puede llevarnos toda una vida.

Anna-Bel CARBONELL RIOS
Educadora
Barcelona (España)
Este artículo fue publicado originalmente en la revista RE edición catalana nº 108, octubre de 2021

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