Empezamos un año que nos suscita, como todos, esperanzas y temores. Nuestra capacidad para anticipar en alguna medida lo que puede suceder nos ayuda a precavernos ante los riesgos que percibimos. Muy útil recurso para quien debe tomar decisiones. Pero con frecuencia esa capacidad nos juega malas pasadas, cuando el temor ante las amenazas toma la delantera a la percepción de las oportunidades, que también existen.
Nuestra capacidad para percibir lo que sucede alrededor nunca es completamente fría y racional. Las emociones acompañan y matizan siempre la capacidad de razonar y prever. Están siempre presentes en toda nuestra vida psíquica. Somos un ‘todo’ integrado, y sólo para efectos de análisis colocamos nuestras capacidades “por separado” como si fueran piezas de un rompecabezas que pudiéramos desarmar. Nunca es así.
Percibimos y razonamos emocionalmente, pues nuestro conocer está arraigado en el cuerpo. Ya lo decía Zubiri al describir al ser humano como “inteligencia sentiente”. Lo descubren con más detalle los neurocientíficos que estudian los cien millones de neuronas que hay en el aparato digestivo y envían mensajes al cerebro.
Entonces, si todo está conectado en nuestro interior, ¿cómo hacer para no dejarnos arrastrar por las emociones que nos paralizan o ponen en riesgo, como el miedo o la ira?
Ante las novedades e incógnitas que nos presenta un futuro incierto, es necesario primero conocernos: detectar, sin juicios, qué nos sucede por dentro. Poner nombre a nuestras emociones. Y en todo lo posible, detectar los hechos que las provocan. A veces este solo ejercicio nos ayuda a ver que estamos dando demasiada importancia a cuestiones secundarias. Nuestra capacidad de analizar y razonar puede ayudarnos a colocar las emociones en su sitio: sin despreciarlas ni entronizarlas.
Aprendamos a utilizar también razón y emoción para detectar qué oportunidades se nos presentan. Cómo podemos aprovechar una situación que tiene aristas y adversidades, pero tiene posibilidades para nosotros. Siempre encontraremos un margen para poder actuar, para poder impulsar cambios, para desarrollar nuestras capacidades y las de quienes nos rodean.
En este 2025 recién comenzado, os deseamos un camino de esperanza en que integremos razón y emociones para mejorar nuestro mundo.
Enero de 2025