Algunas notas sobre danza

Algunas notas sobre danza

Fotografía: Fernando Bustamante

La danza, cómo la describiría. Quizás como la capacidad humana de hacer del cuerpo un lugar de creación artística. El cuerpo danzante es escenario, es guion, es intérprete y es espectador, todo a la vez, de esa experiencia estética que llamamos danza. Cuando uno danza, a uno le pasa la danza, le sucede, es un acto que implica a la persona y a la vez la explica. Es decir, una cosa que pasa hacia el interior y hacia el exterior de uno.

Cuando un cuerpo danza, se ponen en conexión las diferentes estructuras, sistemas, órganos, funciones… que lo conforman. Cada célula participa del gesto que emite el cuerpo danzante. Por más alejada que se encuentre dicha célula de la expresión externa del gesto. Y es que, cuando se danza, todo el ser participa de la experiencia.

Y esta conexión de la persona singular también irradia hacia el espacio que la envuelve, hacia las personas que danzan a su lado o que “presencian” el acto, hacia los objetos y, de una manera especial, hacia el suelo. El suelo es un punto importante de conexión de la persona que danza con la realidad. El suelo es el horizonte, es la plataforma de conexión con la Tierra, es donde se contacta con fuerzas físicas como la gravedad. También es el lugar de intersección de la horizontalidad del terreno con la verticalidad del cuerpo.

He hablado de conexión en términos materiales, pero hay una más sutil que transforma un desplazamiento del cuerpo en un gesto o trazo estético: es la consciencia. El saberse aquí y ahora cuando se está danzando, el habitar el presente danzándolo. Cuando el alma danza al unísono con el cuerpo, lo saben desde las uñas de los pies hasta el cabello que se desparrama por el espacio al sacudirlo; desde el párpado que tiembla durante un esfuerzo, hasta la palma de la mano que se relaja durante una transición o un cambio de peso. La consciencia corporal que confirma que el todo es parte de la parte y que la parte lo es todo para el todo. Como un efecto mariposa.

Respirar también es fundamental para la danza. No sólo extraer aire de la atmósfera para llevarlo al interior del cuerpo y que este sobreviva. Así como el suelo es muy importante porque nos sitúa en la tierra, respirar nos conecta con el latido de la vida a través del aire, del espacio abierto y fluido, del cielo. Cuando inspiramos enviamos información de vida a todo el ser que somos. Cuando expiramos soltamos, nos desprendemos, desaprendemos lo que somos para reaprender de lo que no somos. Se genera así esa conexión con lo otro, con lo que no soy yo, pero que respirando forma parte de mí también. Respirar produce ritmo. El ritmo, la repetición es esencial para la vida: las estaciones del año, los días y las noches, los hábitos… generan una base rítmica que traducida en danza se vuelve material estético. Caminar, tan básico para la persona que danza, es efecto del ritmo. El caminar es reflejo de cómo respiramos.

Por último, quisiera añadir a estas notas sueltas sobre danza una frase bellísima que la coreógrafa Pina Bausch dijera al bailarín Pau Aran: “danza por amor”. No se puede danzar sin amor o sin la inabarcable gama de matices del amor. No se puede danzar sin sentir. Como tampoco se puede danzar sin un sentido. Aunque el único sentido sea el de sentirse vivo. Danzar por amor a uno y a las demás personas. Cuando una bailarina o bailarín se para sobre un escenario –ya sea un teatro o en medio de la calle–, está pisando territorio sagrado. Lo que ahí está por suceder es una experiencia que comunica vida en todas direcciones. Cuando se danza amando, ese acto se transforma en belleza.

Dancemos: cuando vayamos por la calle, sentados en el trabajo, cocinando, a solas y en silencio, en una sala de baile, presenciando un espectáculo de danza. Dancemos: nos hará más felices, incluso personas más solidarias.

Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ
Poeta
Ciudad de México, México
Octubre de 2025

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