Soledad y silencio, coordenadas de libertad

Soledad y silencio, coordenadas de libertad

Alfredo Rubio fue un gran cultivador de la soledad y el silencio. Y no solo los cultivaba para sí mismo, entusiasmaba a las personas que conocía para que también los cultivasen. En unas charlas del año 1989 sobre soledad y silencio Rubio dijo: “Cerrar la puerta no significa quedar encerrados en una habitación; más bien todo lo contrario. Como si las paredes de la habitación se abrieran y se convirtieran, precisamente, en murallas que encierran todo el mundo que queda al otro lado de la puerta”. Efectivamente, estas paredes se abren y nos dejan en libertad, esa libertad primigenia con la cual nacemos.

La soledad podemos asociarla al espacio: un lugar para estar a solas. Por ejemplo, una habitación, la casa, un paseo a solas por la montaña o la playa, o incluso por la ciudad. El Silencio podemos asociarlo el tiempo: un minuto de silencio, un par de horas en silencio, una semana retirados en silencio. Incluso en la escritura musical, los silencios Tiene un valor de durabilidad: silencios de blanca, de negra, de corchea, etcétera. En el cruce de ambas coordenadas, la espacial y la temporal -es decir la soledad y el silencio-, pueden de nacer y crecer auténticas experiencias de libertad.

También solía decir Alfredo Rubio que, así como ordenamos el espacio, también tendríamos que ser ordenados con el tiempo. Lo expresaba bellamente con la siguiente frase: “Un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo”. Siendo ordenados con el tiempo se obtiene una riqueza enorme de este bien tan escaso en nuestros días. Y en nuestras agendas sería bueno que hubiera espacio y tiempo para la soledad y el silencio. Si destinamos parte de nuestro día a cultivarlos, no es que le restamos tiempo a otras actividades, sino que las enriquecemos, ya que desde la soledad y el silencio podemos darle otro valor a lo que somos y a lo que hacemos. Podemos darle trascendencia nuestros actos y no vivir mecánicamente.

Atreverse a estar a solas y en silencio es un acto de valor: valor de valentía y valor de apreciabilidad. Una parábola de Jesús habla de un hombre que encontró un tesoro en un terreno, entonces vendió todo lo que tenía para comprar ese terreno (quizás ese tesoro era simplemente un paisaje bonito…). Creo que ese doble valor hay que tener para cultivar la soledad y el silencio, tal como llegó a hacerlo Alfredo Rubio: el de ser valiente y el de darle mucho valor a practicarlos.

Thomas Merton comenta en un libro que la libertad no es querer todo o no querer nada la libertad es elegir. Probablemente somos más libres cuanto mejor sabemos elegir, y eso se consigue con muchas y muchas horas de soledad y silencio.

Javier BUSTAMANTE ENRÍQUEZ
Poeta
Texto publicado en RE 62

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