Parábola de la amarilis

Parábola de la amarilis

Las amarilis son plantas que hacen una flor al año, en Chile en primavera-verano. En invierno tienen una etapa de dormición durante la cual el bulbo se prepara para dividirse y posteriormente brotan hojas alargadas que se disponen en doble fila. Entrada la primavera, en el centro de estas hojas, crece una vara desnuda de unos treinta centímetros. Muy cerca del solsticio de verano, al final de esta vara aparecen capullos que serán flores.

«La confianza se asemeja a una flor. No existe hasta que no se abre.»
Imagen Bernard Dupont, Francia en wikimedia.org

La flor del Amarilis (amaryllis), a veces aparece sola, sin hojas, esbelta en el extremo de la vara que la sostiene. Hay una variedad que sale de manera silvestre y, de donde parecía no haber nada, aparecen unas varas rosadas preciosas, es el Lirio de Santa Paula. Las amarilis tienen unos colores magníficos, como acostumbra a pasar con todas las flores de todas las plantas. Delicados, vivos, de una sola tonalidad o mezclados entre rojos, naranjas, rosados, blancos, amarillos… Pero, lo más impresionante es cómo se abren y cómo aparece la flor. De ser un puño, similar al pico apretado de un gran pájaro, pasan en horas a mostrar la íntima y exquisita plenitud de la flor. Una flor abierta que es un regalo para los sentidos, que da alegría y belleza allí donde esté.

La confianza se asemeja a una flor. No existe hasta que no se abre. Antes vemos un brote y un palo o un tronco seco o nada, porque el bulbo está bajo tierra. Para que aparezcan las flores tiene que haber un proceso y para ser nosotros testigos de su belleza tenemos que saber estar atentos, saber mirar, saber ver, no esperar nada y ser agradecidos. Posiblemente para que haya confianza, debe ser mutua.

La flor saldrá, no para nosotros, sino porque tiene su momento, si queremos hacerla salir por voluntad nuestra, es posible que acabemos matándola o no podamos apreciar su autenticidad.

Finalmente, tan importante es la flor como el bulbo, el clima, la tierra, el sol, el agua, la maceta, la vara, las hojas, la abeja, el sustrato, la lluvia… el jardín entero o el bosque. La flor sola, apartada de todo, no tiene sentido.

Construir confianza requiere de un proceso, de comunidad, de autenticidad y, sin embargo, puede darse o no.

Elisabet JUANOLA SORIA
Periodista
Santiago de Chile
Artículo publicado originalmente en la Revista RE num. 117, edición catalana, en enero 2024

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