Sin contradicciones

Sin contradicciones

Los seres humanos nos movemos entre deseos que son en cierto modo contradictorios: querer una vida estable pero también variada; desear la compañía de otros pero también la libertad del solitario; poder tomar rápidas decisiones pero añorar la seguridad de un entorno que defina nuestro hacer; querer una vida larga pero sin el deterioro de la vejez… y así un largo etcétera.

Parece que sucediera lo mismo en la vida de fe. Pero en el caso de las enseñanzas de Jesús, se conjugan de manera admirable elementos que pueden parecer contradictorios, pero que se armonizan en un todo más completo que lo imaginado por nosotros. Esta armonización surge de una experiencia vital de que el bien es posible; que todo ser humano puede ser más libre, más armonioso y más feliz si se abre a ese Otro que le sostiene, y a los demás que le rodean.

Veamos estos binomios que encuentran su acomodo si sabemos gestionarlos:

  • Ser humildes y tener grandes metas. La humildad —que es la verdad— nos hace más conscientes de nuestra realidad, con capacidades y límites. En la vida sobrenatural, la humildad es una virtud completamente indispensable para asumir que no somos dioses, que sólo Dios es Dios, y que Él nos sostiene en la existencia. Pues esa misma consciencia nos permite, como personas y como comunidades, tener altas metas. Eso significa promover el máximo bien de las personas en alguna de las infinitas maneras de hacerlo. Con intrepidez pero sabiendo que lo sustancial depende de Dios y de la libertad de esas personas. Nosotros somos sencillos colaboradores. Agradecer cada logro como un don, y asumir los errores o fracasos como ocasiones para aprender.
  • Invitar a crecer, respetando su libertad. Toda persona puede desplegar sus capacidades. Pero nadie puede forzar a nadie a crecer. Al apoyar a alguien en ese proceso, es necesaria una acertada combinación de estímulo y respeto. Animar respetando siempre su ritmo y maneras de comprender y actuar.
Toda persona es digna de amor porque existe
Tratar a cada uno personalizadamente                           Fotografía de Keith JJ en Pixabay
  • Abandonarse en Dios y tener iniciativa. Una cumbre de la vida de relación con Dios se da cuando tenemos «una sola voluntad» con Él. Eso significa que queremos lo mismo, sabiendo que es Él quien lleva la iniciativa. Pero eso no conduce a la pasividad. Por el contrario, se combina la total confianza en su Providencia, con una gran capacidad de organizar la acción del mejor modo posible. Jesús de Nazaret es el máximo ejemplo de total abandono y enorme iniciativa. Grandes santos y santas han sido ejemplo de ello a lo largo de la historia. Benito de Nursia, Francisco Xavier, Luisa de Marillac, Don Bosco, Maximiliano Kolbe, Teresa de Calcuta…  Cuando se es uno con Dios, se actúa con enorme libertad, incluso respecto a las propias obras: no se queda uno atado a ellas.
  • Tratar a las personas con igualdad y a la vez personalizadamente. Sabemos que todo ser humano es digno de ser amado, simplemente porque existe. A todos, pues, debemos tratar con respeto y benevolencia. Pero las personas no son masa. Cada una es ella misma, tiene sus características, estilo, preferencias. Es imprescindible un trato personalizado. Y eso hace que a veces sea necesario dedicar más tiempo o más atención a unas que a otras. Además, la respuesta de cada persona al amor ofrecido, es distinta. Y a veces se establecen relaciones de mayor generosidad mutua que otras. No pasa nada. Jesús hizo eso sin ningún complejo, eligiendo a Pedro, Santiago y Juan para momentos de mayor confianza e intimidad. Eso no quitaba nada a los demás. El buen amor, sacia a todos.

Nada de esto puede lograrse en solitario. En primer lugar es imprescindible un vínculo con el Origen de todo: con Dios mismo. Contemplación, soledad, escucha. Y esto se hace siempre acompañados. Es una vocación comunitaria, no de personas aisladas. El camino de la armonización dura toda la vida, y ésta se da progresivamente conforme aprendemos a amar con alegría.


Leticia SOBERÓN MAINERO
Psicóloga y doctora en comunicación

Miembro de la Colegiata Cielo en la Tierra

Madrid, 7 de octubre 2024

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