
Hace pocos días se conocía la noticia de que la nueva Presidenta de México rechazaba la presencia del Rey Felipe VI de España en su toma de posesión, lo cual provocó que el Gobierno español no enviara a ningún representante oficial, por primera vez en muchas décadas.
Sheinbaum reclamaba al Rey, en continuidad con la postura de López Obrador, una disculpa por los errores y desmanes que España cometió a partir de la Conquista y durante la época colonial en lo que hoy es la República Mexicana.
Esta reclamación merece ser meditada seriamente y no despachada sólo aduciendo —lo cual es verdad— que el propio expresidente López Obrador es descendiente de españoles. Es oportunísimo recordar algunas realidades que recoge la Carta de la Paz:
- En primer lugar, que ninguno de los contemporáneos es responsable de lo que pasó antes de nuestra existencia, puesto que no existíamos. No tenemos culpas ni méritos por los acontecimientos históricos.
- No tiene sentido alimentar resentimientos respecto a los hechos pasados sobre los que ninguno de nosotros tiene responsabilidad.
- Además, somos fruto precisamente de esos acontecimientos. Si la historia hubiera sido distinta, habría habido otros encuentros, otras parejas… No existiría ninguno de los que hoy existimos. Habría otros habitantes. Ni Sheinbaum, ni López Obrador, ni siquiera el Rey Felipe, ni los concretos españoles y mexicanos —también los descendientes de indígenas— que hoy tenemos la fortuna de decir “¡existo!”. Los seres humanos, por el mero hecho de existir —pudiendo no haber existido—, tenemos una relación fundamental: ser hermanos en la existencia.
- No podemos volver la historia atrás, ni cambiarla. Nuestra responsabilidad es hoy. ¿Por qué no ser amigos y trabajar juntos para subsanar los errores del pasado, impulsando una sociedad mucho más justa para todos?
- Es verdad que las instituciones sí perduran en el tiempo, y sus actuales responsables pueden representar hoy de algún modo a sus líderes de otras épocas. En ese sentido, no es descabellado pedirles que lamenten los posibles errores cometidos. Pero eso deberían hacerlo todos los representantes de instituciones que incidieron en la historia del México de hoy… Por ejemplo, los gobiernos mexicanos, que llevan ya 200 años siendo independientes. ¿No tendrían también que pedir disculpas a las etnias indígenas y a millones de personas bajo el umbral de la pobreza, por haberlas ignorado y excluido de una vida digna durante dos siglos?
Es desaconsejable alimentar resentimientos históricos —tan atractivos como estériles— construyendo enemigos, utilizando la historia como arma arrojadiza, generando un victimismo extemporáneo y un malestar interno en las personas que son precisamente hijas mestizas de esas dos culturas de origen.
La energía que se pierde en esas diatribas hacia un pasado que nos configura como lo que somos, debería utilizarse para trabajar concordes en una urgente justicia social, trabajar juntos por una cultura de paz y benevolencia.
Octubre del 2024