En nuestra existencia, nos encontramos con tantos regalos como peligros. Cada día trae consigo la oportunidad de experimentar momentos únicos, de aprender y de crecer, pero también de enfrentarnos a desafíos que pondrán a prueba nuestra fortaleza y nuestra sabiduría. Padres, educadores y toda la sociedad somos depositarios del bien más grande que conlleva cada nueva vida. El niño, en su inocencia y curiosidad, desea vivir la vida entera, aunque no siempre lo expresa con claridad ni consciencia. Esa ansia de vivir plenamente es una llamada que todos deberíamos escuchar con atención, asumiendo que el ser humano no se reduce únicamente a su cuerpo físico. Su esencia abarca también su mente, su espíritu y sus emociones.
En la acción educativa, conectarse con lo más profundo de nuestro ser, es crucial para encontrar la serenidad, tomar decisiones más acertadas y abrir nuestro corazón a los demás. ¿Qué estás haciendo contigo mismo? Esta es la pregunta previa que nos invita a reflexionar sobre nuestro camino y nuestras acciones diarias. Nos impulsa a crecer, a desarrollarnos no solo en lo material, sino también en lo espiritual y emocional, para poder ayudar a otros a hacer lo mismo. A través de la búsqueda personal y del autoconocimiento, descubriremos el propósito de nuestra vida, logrando que los latidos de nuestro corazón sintonicen con los del universo. Esta armonía nos permitirá vivir de manera más plena y significativa, en sintonía con todo lo que nos rodea.
1.- Apoyo integral y escucha consciente
Un hijo/alumno necesita un apoyo integral que abarque tanto lo visible como lo invisible en el mundo que observamos. La educación no se limita a satisfacer necesidades físicas. Es un proceso profundo que involucra el desarrollo emocional, mental y espiritual del niño. Escucharlo desde su propia perspectiva, con atención consciente e integradora, es esencial. Esto significa estar atentos no solo a lo que el niño dice, sino también a sus gestos, emociones y silencios. Hay que buscar la sintonía con su tiempo interior, acompañar sus movimientos y confiar en sus pasos. Los niños tienen un mundo interno rico y en constante cambio, lleno de descubrimientos y aprendizajes. Los padres y educadores deben ser sensibles a este mundo interno, respetando su ritmo y sus procesos.
Este acompañamiento debe ser un flujo constante, tanto interno como externo, que los conecte con su vida, que les ayude a superar sus dramas, a mantener su impulso creativo y a canalizar sus emociones. Los niños necesitan sentir que sus emociones son válidas y que tienen un espacio seguro donde expresarlas. Esto les permite desarrollar una inteligencia emocional sólida, crucial para su éxito y felicidad a lo largo de la vida. Los niños son muy sensibles a la autenticidad. Cuando los adultos son coherentes y sinceros en sus acciones y palabras, los niños aprenden a confiar y a seguir su propio camino con seguridad. La coherencia y la alegría en la enseñanza crean un ambiente positivo y motivador, donde el niño se siente valorado y apoyado.
2.- Acompañamiento ambivalente
En el acto educativo, el acompañamiento debe ser un movimiento constante, tanto interno como externo, que conecte al niño con su vida y dé significado a su aprendizaje. Esta complicidad conlleva igualmente estar presentes en la vida del niño de manera integral, y no solo en momentos puntuales. El cuidado y la educación son procesos continuos que requieren dedicación y atención constante. Acompañar los movimientos del niño/alumno, confiar en sus pasos y apoyarlo en sus decisiones es vital para su desarrollo integral. Porque los niños pasan por diversas etapas emocionales y es importante que los adultos estén ahí para guiarlos y apoyarlos.
La educación no se trata solo de transmitir conocimientos, sino de inspirar y motivar al niño a explorar y descubrir por sí mismo. Ayudarles a entender y gestionar sus emociones, sin minimizarlas ni exagerarlas, les permite crecer con una mentalidad saludable y resiliente. Ese tocar su corazón, ayudarlo a salir del drama, mantener su impulso creativo y canalizar sus emociones son acciones esenciales. Enseñar desde nuestra verdad interior, ofreciendo alegría y coherencia, es fundamental para su evolución. La alegría y la coherencia en la enseñanza fomentan un ambiente de confianza y respeto, donde el niño se siente libre para aprender y crecer.
3.- Responsabilidad y empatía
El niño debe encontrar su lugar en el mundo. Educar a un niño en la empatía y la responsabilidad no solo contribuye a su desarrollo personal, sino que también le prepara para ser un ciudadano consciente y comprometido en su existencia. Enseñarle a cuidar de los más vulnerables y a ser responsable de su entorno es una parte esencial de su educación. Los niños deben aprender a tomar decisiones informadas y responsables, entendiendo las consecuencias de sus acciones. La capacidad de elegir libremente la mejor respuesta es una habilidad crucial que debe ser fomentada desde temprana edad.
Los niños, aunque inconscientemente, son fieles a los valores de quienes los rodean. Quieren aprender aquello que les ayude a entenderse a sí mismos y a su entorno. Debemos provocar en ellos el descubrimiento de quiénes son y lo que pueden ofrecer al mundo y al planeta que heredan. Este descubrimiento es un proceso continuo que requiere paciencia, apoyo y guía. Ayudar a sanar sus heridas interiores es educarlo para la paz, permitiéndole explorar su plena humanidad en el encuentro consigo mismo, con los demás y con la vida, para ser uno con el universo. La sanación emocional y el autoconocimiento son pilares fundamentales para construir una vida equilibrada y satisfactoria.
4.- Transformación personal y creación positiva
Ser padres y educadores son tareas peculiares que activan el fluir, el no pararse, el actualizarse, el resetearse. Al darnos permiso para alcanzar nuestra grandeza, brindamos ese mismo permiso a nuestros hijos/alumnos, quienes, por fidelidad, nos seguirán. Es una dinámica de jugar y crear al mismo tiempo, en la que todo está interconectado. Como padres/educadores, somos tanto problema como solución. Disponemos de recursos internos aún sin activar, desconocidos, que pueden revelarse cuando ponemos lo mejor de nosotros y nos abrimos a descubrir dimensiones más amplias. Somos tanto arte como parte, artesanos y materia, constructores de nuestra propia realidad. Al transformar nuestro entorno, nos transformamos a nosotros mismos, mostrándonos en todo lo que hacemos y viéndonos al actuar. Esta autocreación es una vía de conciencia y creación personal.
Existe una sensación de ritmo y repetición en la vida, donde pasamos por los mismos sitios, pero nunca somos los mismos. Reajustar la ruta de nuestro GPS interior dota de sentido el espacio que habitamos. Salir, pasear, sentir y observar son prácticas que nos ayudan a sincronizar con el universo y nos traen lo que necesitamos. Poner atención en el momento presente y convocar energía aquí y ahora es esencial. Alimentarse en el silencio, donde todo se apaga, nos permite alejarnos de los ruidos que nos bombardean. Lo positivo es que, al encontrarnos con algo doloroso o incómodo, si logramos atravesarlo, obtenemos una gran victoria. Podemos crear imágenes positivas, luminosas y empoderantes que nos nutran. Deseamos que este momento se perpetúe y crezca, regando una vivencia significativa con un sentido de calidad.
5.- Introspección versus extrospección expansiva
El ser humano inicia su camino hacia la verdadera libertad a través de la forma en que se relaciona con sus circunstancias. Al cambiar las condiciones en nuestro interior, la actitud y asumir responsabilidades mientras dejamos las quejas a un lado, enfrentamos las circunstancias con una nueva perspectiva. Soy quien observa mis emociones y decido cómo las experimento. Utilizo bien mi mente y eso me libera. Cultivo la introspección y la paz con respeto y rigor. Dirijo mi energía hacia adentro, atendiendo mis necesidades, respetándome y siendo fiable para mí mismo. También dirijo energía hacia el mundo, encontrando mi lugar en él y estando presente en cada ser humano que encuentro.
Acompañar al niño en su viaje de descubrimiento, apoyando su crecimiento emocional y espiritual, es fundamental. Porque, el desarrollo integral del niño requiere un enfoque consciente y holístico que abarca tanto lo visible como lo invisible. Enseñar desde la autenticidad y la alegría, fomentar la responsabilidad y la empatía, y promover la introspección y la energía dirigida son elementos clave para criar a un ser humano pleno y conectado con el universo. Esta transformación interna nos permite vivir de manera más auténtica y plena, estableciendo una conexión profunda con nuestro entorno y con nosotros mismos, y así, influimos positivamente en las generaciones que nos siguen. Los padres y educadores, al trabajar en su propio desarrollo personal, pueden ofrecer el mejor apoyo y guía a sus hijos, creando así un futuro más justo y sostenible para todos, en esta aventura de amor y aprendizaje.
Josep ALEGRE
Profesor, filólogo y educador socio-cultural
Barcelona, España
Noviembre de 2024