Esta DANA ha traído consigo muchas desgracias, pero también muchas lecciones para aprender. De momento no entramos en las lecciones políticas, que serán muchas e ingratas de asumir.
Pero focalicemos primero las que da la solidaridad de la sociedad civil, que son impresionantes.
Tras las terribles imágenes de la riada de agua y fango que arrastraba todo a su paso en varios municipios valencianos, hemos visto un ingente río de personas disponibles para ir ayudar en lo que hiciera falta. Personas con el único recurso de una pala y un cubo, sus brazos y su buen corazón.
Empresas grandes y pequeñas que están aportando productos gratuitos para aliviar las penurias de quien lo ha perdido todo.
Especialistas, bomberos, buzos, personal sanitario que, voluntariamente, se ofrecen para actuar sobre el terreno en ayuda de los distintos damnificados.
Cocineras, amas de casa y voluntarios para preparar alimentos y distribuirlos cuanto antes.
Dueños de tractores que los ponen a disposición para mover enseres pesados que bloquean las calles.
Jóvenes que suben y bajan escaleras por barrios enteros para llevar asistencia a las innumerables personas mayores que no tienen nada qué comer ni agua para beber.
Periodistas y comunicadores que procuran mostrar los rostros humanos de la necesidad y el desamparo, con la mayor precisión posible para generar la asistencia necesaria.
Transportistas que se ponen a disposición de los coordinadores para acercar víveres, agua, enseres de limpieza, medicamentos.
Las ONG como Cruz Roja, Cáritas y muchas otras, también se pusieron en marcha desde el principio con toda su capilaridad de presencia en el territorio.
Esta sociedad civil ha reaccionado con prontitud y generosidad, como también aquellos que, desde las administraciones públicas, pudieron intuir a tiempo la magnitud de la tragedia.
Generosidad, rapidez de reacción, apertura, intrepidez y mucho aprecio por los demás.
Lecciones que deja un desastre de enorme magnitud, y que nos corresponde aprender y aplicar.
Noviembre de 2024