
La ONU es un ejemplos del modelo de relaciones internacionales multilaterales.
Aunque alimentar nostalgias del pasado no aporte valor al presente, es inevitable preguntarse por qué se extiende una vivencia de zozobra en la Aldea Global que es la humanidad al avanzar el 2025. Posiblemente porque el cambio de modelo en las relaciones internacionales no ha mejorado la situación anterior, sino que ha hecho retroceder a la humanidad al menos un siglo, si no es que varios más.
Tras una fase de cierta estabilidad después de la segunda guerra mundial, estamos pasando de un modelo basado en la multilateralidad, la negociación y el diálogo, a otro que consiste en el simple ejercicio de la fuerza. Fuerza bruta -militar- y fuerza económica, aplicadas en relaciones bilaterales que debilitan la cohesión internacional.
¿Por qué decimos que este es un retroceso?
Porque en los últimos 70 años se habían logrado avances realmente notables en la construcción de instituciones, leyes y acuerdos internacionales que lograban conciliar intereses contrapuestos. El marco ha sido la globalización y la interdependencia, con sus luces y sus sombras. Pero esa multilateralidad y sus acuerdos equilibraban, al menos en parte, las enormes desigualdades entre los países y regiones, desarrollando estrategias legales para lograr avances, garantizando una cierta defensa de los débiles a través de normas para situaciones de guerra, una gestión de la salud a escala planetaria, el desarrollo del comercio o la integridad territorial de los estados. La Organización de las Naciones Unidas, con sus organismos especializados, es uno de los ejemplos más típicos de este modelo de relaciones internacionales multilaterales.
No puede negarse que en ese modelo también había mucha hipocresía y un ejercicio solapado de la fuerza, como el que significa el que cinco países tengan derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, o que se sigan favoreciendo guerras locales en zonas donde algunos países explotan la riqueza natural de otros.
Sin embargo, los marcos legales y los acuerdos internacionales han favorecido el desarrollo de las sociedades en forma más pacífica y se ha alcanzado un nivel económico, social y cultural sin precedentes a escala planetaria.
Con la vuelta a la ley del más fuerte, pierde toda la humanidad un grado de avance que muchos pensábamos era ya irreversible. Pero no es así. Cada generación humana debe ser invitada, motivada y educada para el diálogo, para el respeto, para la apertura a lo diferente. En el desarrollo de los valores compartidos no hay automatismos. Decidámonos a formar a niños y jóvenes en una cultura de paz y de respeto. Sobre todo con el ejemplo, que es el único modo de transmitir auténticos valores.
Abril de 2025