Fidelidad y creatividad

Fidelidad y creatividad

Contrariamente a lo que podría parecer a primera vista, la fidelidad para nada es estática. Más bien sucede justo al contrario: lo propio es que sea creativa, dinámica. La concurrencia de los distintos colaboradores de RE en ello nos parece harto significativa. Como lo es el que ninguno haya reducido a tratar la fidelidad solo desde la perspectiva afectivo-sexual. Esta queda englobada con otras expresiones relacionales. Pero la fidelidad o infidelidad en el ámbito sexual no lo es más ni menos que la incurrida en otros aspectos de la vida humana. Convenía huir de esta inexacta asociación de conceptos.

Llamar fiel a alguien es elogio del ser, más que del hacer. Calibrar la fidelidad en base a acciones muy concretas, a comportamientos aislados, puede inducir a confusión porque conlleva un juicio de difícil precisión. La fidelidad radica, en último término, en el ser de la persona, en su interior, y sólo ahí puede ser leída y valorada.

Por eso, hablar de fidelidad es hacerlo de vitalidad y, por ende, de cambio. La firmeza en los principios, compromisos, convicciones o vínculos que se asumen no tiene que ver con el inmovilismo. Caer en ello sería tanto como renunciar a la vida.

Responder a la necesidad de creatividad, de adaptación continua, mantiene vivas y renovadas las personas, los grupos y hasta las instituciones e iniciativas que dependen de estos. Por el contrario, un mal entendido sentido de la fidelidad lleva a la progresiva atrofia de la libertad humana, lo que implica una grave disminución del ser.

Juzgamos temerariamente las variaciones en los posicionamientos de alguien. Cuántas veces no habremos oído un peyorativo «¡ese ha cambiado de chaqueta!». La cordura y la templanza pueden hacernos evitar la precipitación al hacer afirmaciones como esta, tras la que puede haber un infantilismo que no reconoce la natural capacidad de evolución del ser humano sano. Algunos tránsitos no son, ni mucho menos, fruto de una fluctuación que denote inconsistencia. Antes bien responden a la existencia de unas fidelidades más profundas que son a las que el ser humano guarda lealtad. Las opciones concretas, las adscripciones, los principios, están al servicio de esas fidelidades en verdad radicales, esto es, de la raíz de la persona.

En último término, se trata de una cuestión de responsabilidad el saber discernir y elegir entre las distintas opciones que la vida nos ofrece para disponer del mejor instrumento en cada momento, siempre en aras a esa fidelidad profunda. Decisiones, por cierto, a menudo nada sencillas. En cambio, cuando las fidelidades se quedan atadas a los medios, a lo instrumental, se corre gran peligro de terminar fallándose a uno mismo, traicionando lo amado, ya sea persona, institución o proyecto.

Eso no implica para nada una comprensión individualista de la fidelidad. Por querer resaltar la lealtad para con uno mismo, no es necesario distanciarla de los demás. Sería una tergiversación el ver a los otros como amenaza o recorte para las propias aspiraciones. Manipulación, probablemente, con intenciones de dividir en lugar de aunar voluntades.

El individuo humilde óntico —que es el hombre sano, desde las categorías del realismo existencial—, se sabe vinculado existencialmente a los otros, a sus hermanos en la existencia. Con ellos disfruta de la posibilidad de construir una unión que respete la idiosincrasia de cada cual y contribuya a desarrollarla al máximo. El encuentro es oportunidad para el ser. Aunque a veces solo sirva para indicar por dónde no queremos ir. Del mismo modo que ha de caber siempre la posibilidad de que, por fidelidad a uno mismo en su relación con otros, se renuncie a ganancias concretas. Pero esto solo puede darse y permitirse dentro del ejercicio de la libertad personal.

La creatividad se alimenta de la vida compartida. Las inspiraciones, las intuiciones, los sueños, no son cosa de uno solo, sino de uno que es con otros, que es en diálogo de vida. La libertad, así como la creatividad, puede unirse a la de otros, sumando y no restando. Ya saben, no siempre mi libertad termina donde comienza la del otro: ¡existen las intersecciones! Cuando compartimos las fidelidades profundas, nuestra creatividad, así como nuestra libertad se une a la de otros. Y, sobre todo, coinciden en el deseo de que cada cual haga aquello que considere mejor en bien de allá donde está puesto su corazón y responde a su felicidad. Por eso la fidelidad es solidaria, comparte el mismo suelo del querer las lícitas aspiraciones de la libertad, rasgo definitorio del ser humano.

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