La libertad no se da, se reconoce

La libertad no se da, se reconoce

Muchas familias piensan que deberían «dar» o «conceder» libertad a sus hijos cuando van siendo mayorcitos. Pero es necesario recordar que la libertad no se «da», sino que simplemente se reconoce. Cada ser humano, por el hecho de serlo, tiene en su naturaleza la condición de ser libre. Claro que no se nace habiendo desarrollado la libertad, como no se nace habiendo desarrollado la inteligencia o el cuerpo. La infancia es precisamente el período necesario para terminar de formarse como persona autónoma. Toda la educación, el cariño y los cuidados familiares deben orientarse a que los pequeños desarrollen sus capacidades, su corporeidad, su personalidad.

Pero por ello mismo es importante recordar que no es que los padres, llegado un momento determinado, “den” libertad a los hijos, sino que, conocedores y amadores de los hijos, observan con cuidado cómo crece y se desarrolla la libertad en ellos. Y la estimulan, la potencian si les ayudan a que vayan aprendiendo a tomar decisiones.

Sucede del mismo modo a como ocurre con su cuerpo y su inteligencia. Los padres no dan la inteligencia a sus hijos, que la tienen naturalmente. Lo que hacen los padres es reconocerla y cultivarla si son buenos educadores. Del mismo modo debería de ocurrir con la libertad.

Lo que pasa es que la libertad de los hijos a veces es dura de asumir; el que elijan sin ellos inquieta y desasosiega a muchos padres, preguntándose si sus hijos están preparados para ello, si sabrán elegir bien a sus amigos, sus modos de divertirse, sus futuras profesiones. Es natural esa inquietud. Por eso mismo es importante que durante la infancia hayan impulsado en sus hijos esa capacidad de decidir; hay que confiar en ellos. Y recordar que tomar decisiones es la «gimnasia» de la libertad.

Decido caminar
Las decisiones son la «gimnasia» de la libertad

Quizá habría que plantearse qué estamos entendiendo por libertad. No sólo se trata de una libertad para elegir entre esto y aquello. La libertad supone ejercerla, decidir algo y responsabilizarse. De uno mismo y de las opciones que va tomando. De modo que la libertad no es un concepto en el aire, no es algo abstracto. La libertad supone, en cierto modo, un compromiso. No es libre quien no decide. Mucha gente confunde la libertad con la potencia de libertad, es decir, el poder de elección. Prefieren permanecer sin elegir nada porque creen que si eligen una cosa ya no pueden elegir las otras y temen con esto perder la libertad. No. Libertad es responsabilizarse libremente.

Un ejemplo es el de la persona soltera. No tiene pareja, y está en la potencia de elegir una u otra. Pero solamente cuando libremente se elige a una es cuando ejerce, actualiza su libertad. Se es libre en el compromiso adquirido. Permanecer en el estado anterior  si en el fondo se desea una pareja, sólo por el temor de equivocarse, hace a la persona prisionera, esclava de la indecisión, de la cobardía (para adquirir un compromiso) o de un egoísmo estéril, de una soltería en el fondo no deseada.

¡Qué importante es reconocer que la libertad no se da a los hijos, sino que se reconoce! Por eso es necesario formarles para que la desarrollen y asuman progresivamente. No basta formar la inteligencia de los hijos; no puede haber inteligencia sin libertad, ni libertad sin inteligencia. Ambas capacidades, junto con la de amar a otros, florecerán naturalmente en los niños y niñas si se les permite desplegar lo que son.

Leticia SOBERÓN M.
Psicóloga y doctora en comunicación
La Herradura (Granada)
Agosto 2018

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