Democracia de seres libres

Democracia de seres libres

Existe una correlación entre el grado de cultura de un pueblo y el nivel de su democracia. Si democracia significa gobierno del pueblo, éste, el que gobierna, ha de saber hacerlo. Generalmente, los gobernantes son escogidos entre personas formadas y cultas y, sobre todo, que posean equidad e independencia de juicio y no estén sujetas a prejuicios, apasionamientos, complejos, presiones, influencias o partidismos, o sepan evitarlos. Es decir, personas que sea maduras, libres y responsables. En los países con sistema democrático, los gobernantes son los ciudadanos, los cuales constituyen la primera instancia de gobierno, es en ellos, pues, donde deben darse dichas características de madurez y darse al menos en un nivel medio digno y suficiente. De lo contrario, podría producirse una epidemia de locura o de pavor, o una frivolidad colectiva que podría llevar a decir por mayoría un disparate.

Si democracia significa gobierno del pueblo,
éste, el que gobierna, ha de saber hacerlo.

En la “democracia en libertad” en la que se garantiza que toda persona pueda vivir de acuerdo con su conciencia sin atentar nunca, por supuesto, a la libertad de nadie ni provocar daños a los demás ni a uno mismo-, las agrupaciones políticas no elaboran un programa pensando que sea lo mejor para todo el país sino sólo para su grupo, para quienes lo desean. Es decir, un programa que no habrá de imponerse a nadie, a personas que anhelan vivir de otro modo, sino un programa para sí, conforme a sus gustos y conveniencias ya que lo habrán de vivir principalmente ellos. Ésta es la competencia de cada grupo.

“En la democracia en libertad, garantizar la libertad es la base y el origen de todo lo demás”, como dice J. M. González-Feria en su artículo “La organización de la convivencia humana. Algunas tipologías de gobierno”, en RE-40. En las democracias, esta base y origen que es la libertad produce dos apreciables resultados. Uno, que no se imponga a nadie un programa de vida que a él no le agrada; la imposición generalizada es un mal, un recorte de la libertad y de la dignidad. Y dos, es sabido que se trabaja con mayor entusiasmo por aquello que uno ha decidido y se disfruta más con ello y con sus resultados.

Por otra parte, la dignidad de los ciudadanos-electores estará mejor tratada si éstos, al elegir, no lo hacen sobre programas teóricos o “virtuales”, como se diría en lenguaje informático, sino pudiendo ver en la práctica, a su alrededor, el funcionamiento real de las diversas opciones, vividas en libertad, sin los condicionamientos de la oposición, de las presiones o las alianzas, ya que cada grupo político se autogobierna.

Educar a los ciudadanos en la libertad corresponsable es tarea prioritaria de todo país.

Diego LÓPEZ LUJÁN
Publicado en RE 41

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