Buscamos creer en algo, en alguien y, ¡vaya! nos encontramos con un grupo de 4 amigas que llegaron al Hospital del Salvador, parte de la red asistencial del Servicio de Salud Metropolitano, en Santiago de Chile, incluido su Servicio de Urgencia, que permanece abierto las 24 horas del día, toda la semana y donde la permanencia de las personas en estos espacios es larga y más son las horas que pasan esperando ser atendidas. Ellas llegaron para que les abrieran las puertas y crearon una alianza, para mejorar ese tiempo de espera de miles de personas que aplanan pasillos, patios, buscando sanación y esperanzas.
Fue el trabajo conjunto con el equipo de Operaciones y el compromiso de muchos trabajadores amigos de la Fundación Inspira el que permitió, en poco tiempo, sembrar jardines donde antes hubo patios abandonados, llenos de mobiliario roto y desechos, basura al por mayor, y crear un entorno amable, no solo para pacientes, sino también para enfermeros, doctores, pasantes y todo aquel que visitara el hospital.
La sensación de control y seguridad que debiera tener cada hospital fue fundamental y clave a la hora diseñar estos Jardines Sanadores. La arquitectura del lugar debiera entregar esta sensación, ya que los usuarios, al encontrarse en situaciones vulnerables, tienden a percibir mensajes depresivos o amenazantes de su entorno. Es por eso que la infraestructura debe ser inequívocamente positiva, esto quiere decir que el proceso de sanación, debe ser apoyado por el ambiente (Koschnitzki, 2016).
Bajo estos principios nacieron los Jardines Sanadores, con fuerte participación comunitaria. Espacios humanos, llenos de eficacia, amabilidad, serenidad y para el disfrute. Este tipo de actos poéticos, precisamente en espacios de dolor y desesperanza, son los que apoyan y revitalizan la vida y contagiada por el amor se puede trasformar e ir hacia la belleza. Es como disfrazarse de payaso para esconder la tristeza, así como Don Quijote. Lo mismo que caminar por un pasillo con traje blanco y sonreír.
Conversamos con Verónica Novoa, cofundadora de Fundación Inspira y le preguntamos cómo surgió la idea de hacer estos espacios sanadores, nos relató que esta iniciativa nació de dos mujeres con una sensibilidad especial por la naturaleza y que se podían abordar por tantas deficiencias a propósito de lo gris que predomina en Chile.
“Pensando en la lógica del metro cuadrado por persona y en cuanto les corresponde… y estábamos en esa cuando nos invitaron a conocer el Hospital del Salvador para resolver una problemática de paisajismo, pero era una iniciativa absolutamente parcial. No estaba contenido el concepto de un jardín sanador. Cuando hicimos la evaluación y exploramos qué pasaba, inmediatamente entendimos que este era un lugar propicio como para quedarse y resolver la problemática social que había”. Probablemente es una realidad en cualquier centro de salud, así como Coaniquem o Casabierta, otro de sus proyectos que esta Fundación ha intervenido.
“Derechamente, nos dimos cuenta de la cantidad de gente que se logra reunir en un hospital. Son más de 40 mil personas, por ejemplo en uno de menor tamaño, es decir la capacidad para afectar para bien y hacer converger a mucha gente” se preveía como muy importante señaló. “lamentablemente, en Chile nos enfermamos mucho y recurrimos mucho al hospital y la comunidad hospitalaria no es solamente la gente que está enferma, sino que también quien acompaña al enfermo y el trabajador del recinto. Así que este era un tremendo elefante blanco que nos daba una posibilidad maravillosa de impactar. Tratamos de comportarnos inmediatamente como un “médico”, en el sentido de poder abordar un argumento que no estaba en la lista de los hospitales, o sea, cuando uno habla de un jardín en un hospital público, normalmente aparecen todos los rechazos o resistencias propias de un lugar que vive en un estado de guerra en cuanto a falta de recursos de todo tipo, entonces agregar un gasto más, francamente, era como impensable en su minuto. Así que la forma de que esto se viera más como una inversión que como un gasto, era tomar la estrategia desde un lado más científico, y fue como crear un laboratorio científico”, como entrar a pabellón y hacerles ver la urgencia de contar con estos espacios.
¿Un laboratorio científico?
“En el sentido de estudiar lo que se sabía y las experiencias en otros lugares. Todas las experiencias neurocientíficas. Cualquier lugar de belleza que no discrimina, da lo mismo si tú tienes conciencia o no, si eres bonito o feo, hombre o mujer, en fin, da lo mismo, opera en ti para bien y baja la intención del miedo biológicamente. Esto podría incidir en políticas públicas, hay menos licencias por estrés laboral o se desocupan las camas antes. Son factores favorables dentro de la gestión del desafío de salud en Chile. Se adquirió confianza, lo que dijimos que íbamos a hacer se hizo. Y nosotras solo hemos pedido un jardín en el hospital, todos los demás que hemos hecho (12 jardines y más de 3 mil metros cuadrados), han sido solicitados por ellos mismos… y se fue consolidando.”
¿Has visto los cambios en las personas que usan estos espacios?
“Se celebran cumpleaños, aumentaron las visitas, se transformó en el comedor de la casa. Aquí juegan cartas, los mismos practicantes y médicos hacen sus clases acá. Es una sala de espera verde. Si hay algún lugar donde se institucionalizó que la espera sea nada más que espera, esperar una receta, un remedio, un diagnóstico, esperar una noticia, finalmente son puras situaciones de mucho estrés. Es donde más tiempo se tiene y reflexiona porque uno sabe el problema, pero no sabe dónde va a terminar”.
Casabierta y el desafío de ir ampliando la caseidad
Otro proyecto realizado por Fundación Inspira fue un jardín sanador en los patios traseros de COANIQUEM, en Casabierta, una residencia que nace para acoger al niño con lesiones de quemaduras, proveniente de lugares lejanos de la capital y otros países vecinos que, junto con un familiar adulto, no tiene dónde hospedarse para llevar a cabo su proceso de rehabilitación y que dispone de 23 habitaciones a cargo de monitores y auxiliares, durante las 24 horas del día, ofreciendo alojamiento y alimentación de forma gratuita.
Estos casos son bien particulares porque son chicos que vienen de distintas partes con distintas historias y biografías y sobre todo con geografías súper diferentes. En Casabierta hay un mural que, de alguna manera, ilustra Chile de norte a sur. Se hizo utilizando una métrica que identifique al niño en la etapa en la que se está. Casabierta es la etapa del caballo donde hay un periodo de sanación con cierta movilidad de los chicos y que se adaptan y van al colegio.
Verónica nos cuenta que: “en ese caso, lo primero que nosotros hicimos, fue entrevistarlos y saber cómo se sentían, qué querían y cómo se imaginaban un lugar así. Un trabajo de laboratorio que les surge como una alternativa al colegio y sacarlos de frente para afuera. Fomentar el uso exterior para tener una conexión desde la biofilia. Es un concepto que está muy presente cuando uno realiza una transformación de este tipo. Porque está muy comprobado que este amor o este vínculo que uno puede tener con un entorno natural, si uno no lo experimenta de niño, no lo experimenta de adulto, no es como ser parte de un todo. Lo natural es que un adulto que esté a cargo es tratar de evitar que el menor corra ciertos riesgos por lo mismo, porque está en una cuestión más vulnerable de lo normal, entonces es interesante cómo se produce esa conexión para que el niño pueda seguir siendo niño y eso es clave para su desarrollo personal”.
¿Por qué asociaste el concepto de “caseidad” con el jardín sanador?
“Porque es un lugar completamente democrático que acoge sin preguntar nada. Solo te contiene, aunque no tengas conciencia de eso”.
Para Verónica Novoa, la conexión que vio en espacios donde asoció buenos recuerdos, va de la mano con la naturaleza. Algo positivo donde da lo mismo si eres un doctor o un paciente, un profesor o un monitor; un papá o mamá que acompaña la rehabilitación. Estos espacios operan igual para todos.
Estos jardines sanadores son un aporte significativo en la recuperación integral del paciente, un poco de aire fresco, de belleza y de seguridad que permite correr alegres y seguros hacia la sanación, porque sienten como en casa.
Patricio AGUILAR FERMA
Periodista
Santiago de Chile
Junio de 2019