Reconocerse estrictamente como uno es, con capacidades bien delimitadas, da una gran libertad. El individuo que desarrolla una razón humilde sabe reconocer la evidencia y también sabe formularse preguntas atinadas acerca de la realidad. Cuestiones que intenta ir respondiendo en el recto ejercicio de su capacidad intelectiva. Y precisamente porque sabe que su razón es limitada y sólo accede a la realidad desde uno de los posibles ángulos existentes, este individuo atiende también aquellos datos que recibe a través de sus otras capacidades.

Saboreando el existir uno se lanza a descubrir -no sólo racional sino también vitalmente- cómo, por qué y para qué es esa existencia.

Es así que entendemos que el realismo existencial propone a la persona desarrollar una especie de razonamiento vital, que une con armonía entendimiento y sentimientos. Es cierto que hay un ejercicio de pura lógica que nos hace descubrir que existimos pudiendo no haber existido y que lo hacemos contingentemente, limitadamente. Pero también lo es que, para que este razonamiento sea completo, tiene que traspasar ese nivel reflexivo para madurar en otro que linda entre el psicológico, el sentiente y el emocional. No en vano A. Rubio utiliza en muchos de sus textos la conjugación del verbo para exponer su pensamiento. No habla –al principio– de ser, de existir o de vivir, sino de que soy –eres–, existo –existes–, vivo –vives–…

El tono vital tiene que llegar a alterarse cuando uno se da cuenta, con esas premisas que hemos visto, que ¡existe! El pensar tiene que ser algo más que pura gimnasia mental, tiene que ser un instrumento que nos ayude a vivir.

La pregunta por antonomasia es la pregunta por el sentido de la vida. Según exponía Rubio en la «Glosa de Antropología Realista Existencial», dicha pregunta no debe plantearse «con angustiada premura», y pretendiendo paliar los límites descubiertos, porque ello tensa la reflexión y dificulta ver la verdad. Cabe preguntarse por el sentido de la propia existencia y la de los otros desde el entusiasmo por el puro existir. Saboreando éste, uno se lanza a descubrir –no sólo racionalmente sino también vitalmente– cómo, por qué y para qué es esa existencia.

Precisamente al final de este texto es donde se afirma que, precisamente, «en el tratar de ser felices y de hacer felices a otros, encuentran evidente finalidad intrínseca del vivir».[i] Una evidencia que se revela al ser completo de la persona; no sólo a su razón, pero sin excluir a ésta.

Natàlia PLÁ VIDAL
Licenciada en Filosofía
Barcelona

Publicado en RE 54

[1]. Rubio, A., «Glosa de antropología realista existencial». En: RE, núm. 41, pág. 2

 

«Como olas suaves en la playa,
sube a la mente y se hace pensamiento
este existir en medio de la nada.
¡Soy! Aunque la palabra casi estorba
para sentir lo que sentimos en la entraña.»
(del poema «Ser». A. Rubio, 1989.)

 

 

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