Bienser para afrontar las adversidades

Bienser para afrontar las adversidades

La fortaleza es el impulso anímico que hace que no te pares ante la adversidad, es decir, es la capacidad de seguir manteniendo el ánimo. A menudo en la vida, en muchos momentos, se deshacen proyectos y planes de trabajo, de convivencia, surgen terremotos, crisis económicas, cambios políticos, accidentes y tantos otros hechos, que hacen que se tambalee la estabilidad emocional y consecuentemente desciende la felicidad tanto la personal como la compartida.

«El instinto personal y social de mantener el ánimo, aunque haya sacudidas fuertes,
pide la fortaleza para seguir caminando con paz y firmeza y con valentía emocional.»

Ramon Llull explica cómo él siente la alegría porque tiene tres motivos: «porque Dios existe, porque yo existo y porque los otros existen». La felicidad va ligada a la alegría que debe entenderse como gozo. Es cierto que a menudo muchas personas ponen la esperanza en una realidad a conseguir y es lógico que aparezca el enojo cuando no se puede alcanzar; pero si además, esta situación no se supera, se produce una sacudida. Es la sensación de que se cierra una pesada puerta en el camino de la vida que hace que se debiliten las fuerzas para poder reabrirla. Hay otras personas que no viven esa sensación porque tienen la capacidad de superar los fracasos, porque saben descubrir una rendija de resiliencia para poder resituar el presente y abrirse al futuro. Desgraciadamente, hay hechos irreversibles como es el caso de la muerte de personas queridas que hace que todo cambie y mueren muchas posibilidades para los que se quedan, pero por ley de vida estos están obligados a sentirse envalentonados para no quedarse ahogados en un negro luto que anestesia los sentimientos.

La virtud de la fortaleza hace que, incluso, en situaciones límites y extremas el ser humano sea capaz de tener fuerzas para adentrarse en la esperanza humana y reencontrar a los otros que te pueden ayudar para salir adelante.

¿Cómo afrontar las adversidades?

Requiere estar dispuesto a hacer un ejercicio previo, desde la sinceridad, para averiguar si hay culpabilidad personal y aceptarla. Así se sentirá libre para rectificar el protagonismo que uno tiene ante la adversidad.

Es tomar conciencia de las incertidumbres, los imprevistos y de las realidades no deseadas. Es evidente que en la vida hay muchas circunstancias que hacen cambiar porque surgen muchos elementos desconocidos que son imprevisibles.

En la educación y formación, tanto en las escuelas como universidades, se intentaba formar a las personas para conseguir seguridades, especialmente para el día de mañana, como por ejemplo tener un trabajo estable para garantizar la economía tanto personal como familiar. Además, un trabajo que respondiera a la vocación que uno tenía. Hoy desear esto casi desfigura la realidad presente, ya que pocas veces se realizará.

Actualmente debemos pensar más en un hecho previo, es decir, en los fundamentos de la persona para que acepte la propia realidad a partir de la humilde conciencia de conocer quién eres. Esto puede ayudar a entender que uno es ser humano y no un semidiós. La persona se ha de amar y también amar a los demás y a las circunstancias tanto del pasado como del presente que han condicionado la vida para poder ser feliz. Ramon Llull tenía unos principios sólidos, aunque algunos excluyan vivir la dimensión trascendente, pero es válido también conseguir la felicidad de existir aunque haya cosas que, a lo mejor, te hubiera gustado que fueran diferentes. Poder entender que vale la pena sentir la propia existencia y la de los demás ofrece un concepto de la vida que, por sencillo que sea, se puede considerar fundamental.

Algunos pensadores del siglo pasado, que no aceptaban cómo iban las cosas de su vida personal y social, consideraban que su existencia no valía la pena. O decían, que era un absurdo o que todo se abocaba al inútil y a la nada. Esto lo solucionaban, incluso, quitándose la vida. Querer el tesoro de la propia existencia ayuda a entender el porqué de buscar la felicidad.

La fortaleza radica en la conciencia humilde y la confianza que uno tiene de sí mismo y de la propia libertad. Esto permite ser flexible para adaptarse sin miedos a las realidades, especialmente adversas, sin ingenuidad y aceptarlas, aunque no gusten. Por ejemplo, cuántas personas no se enteran de la evidencia de la muerte, y además, la frivolizan y la utilizan para lo que quieren, como pueden ser los atentados, las guerras o los homicidios. Hay otras realidades que suceden en la vida como puede ser la enfermedad, pérdida de trabajo, rotura de relaciones, injusticias…

La fuerza moral es necesaria para no improvisar ante las adversidades y dificultades. Hay que tener presente que la vulnerabilidad humana camina con la fortaleza. Son las dos caras de una misma moneda que hay que conocer con sinceridad. Quizás habrá que aprender cuáles son las habilidades para superar las adversidades desde la resituación de la aceptación humilde del propio ser con su personalidad, abiertos a buscar lo mejor desde el propio bien y de los demás. La fortaleza se abre hacia la creatividad para re-crear, re-hacer y renovar situaciones que se han roto. Pero, desde un ágil y responsable concepto de la conciencia humilde y realista.

El instinto personal y social de mantener el ánimo, aunque haya sacudidas fuertes, pide la fortaleza para seguir caminando con paz y firmeza y con valentía emocional.

Josep M. FORCADA CASANOVAS
Médico
Publicado originalmente en RE catalán núm. 88

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