La palabra panóptico, cuyo origen es griego, se refiere a una cierta disposición espacial o simbólica donde todo está a la vista o todo puede ser visto. Hacia el siglo XVIII, el filósofo Jeremy Bentham ideó una arquitectura carcelaria que permitía al guardián, desde un punto central, observar a todos los prisioneros, recluidos cada uno en celdas individuales.
Una de las características de este dispositivo es que los prisioneros no podían cerciorarse si estaban siendo vigilados o no en cada momento, lo cual ponía al guardián en una posición de poder. De esta manera, se creaba un sistema de autocoerción donde cada preso se comportaba bien ante el miedo constante de estar siendo vigilado.
Este modelo arquitectónico fue adoptándose en muchas prisiones, tanto en Europa como en América. Tuve la oportunidad de visitar el antiguo Palacio de Lecumberri, prisión panóptica de la Ciudad de México, ahora transformada en el Archivo de la Nación. Es curioso: antes se custodiaban presos, ahora se custodian documentos. ¿Será que la información también puede llegar a ser peligrosa?
En los años 70’s del siglo XX, el filósofo francés Michel Foucault también profundizó en el dispositivo del panóptico. Captó en él una técnica moderna de observación que trasciende lo meramente penitenciario y llega hasta ámbitos comunitarios como la escuela, la fábrica, el hospital y el cuartel. Foucault lo llamaba “sociedad disciplinaria”, donde tenía especial relevancia el fenómeno del panoptismo.
Es claro que en nuestros días vivimos imbuidos en pleno panoptismo. A través de las nuevas tecnologías, se ha instaurado un estado de vigilancia permanente, controlando de maneras diversas a la persona sin que esta lo sepa o, incluso, con su pleno consentimiento. Pensemos en las cookies cada que entramos en una página web y nos piden consentimiento de acceder a nuestra información.
Ahora el panóptico no necesita ser un edificio con una torre central y pasillos donde se disponen las celdas de los vigilados. El estado de vigilancia constante lo alimentamos todos los “consumidores” de tecnología digital. Cada terminal, llámese teléfono móvil, ordenador, cámara de videovigilancia… cuando es accionado está poniendo en marcha el panóptico. Uno se asoma a la pantalla del móvil y no sabe quién está del otro lado contemplando o escuchando o teniendo acceso a nuestros datos. A través del panóptico/tecnología digital, todos nos observamos a todos. Todos nos damos o nos quitamos likes. Todos juzgamos y somos juzgados.
La política, por definición, atañe a la vida pública. La nueva forma de vida pública, desde hace décadas, pasa por la vida “en la red”. Hemos de ser realistas, todo lo que expongamos en las redes pasa a ser público. El mismo Foucault, en alguna de sus obras decía: “todo fragmento de verdad está sujeto a poder”. También la política atañe al ejercicio del poder.
Las cuestiones ahora son varias: ¿cómo ser libres en una sociedad omnivigiladora? ¿Cómo seguir siendo uno mismo y no un alias que reúne likes en las redes sociales, creando una escisión entre lo que somos y lo que decimos que somos? ¿Cómo equilibrar la realidad presencial y la realidad virtual? …
Tenemos la sociedad que tenemos, pero esta puede irse transformando para que sirva a la persona y no al revés. Al menos en el entorno inmediato. No debemos renunciar a nuestra libertad ni al derecho a la privacidad. Es importante no dejar de ejercer la consciencia y la coherencia. Sólo se es humano, siendo humano. Y esto es hacer política.
Javier BUSTAMANTE ENRIQUEZ
Psicólogo social
Ciudad de México, México
Abril de 2023