Una espiritualidad para nuestros días

Una espiritualidad para nuestros días

Mucha gente, desencantada de las religiones, busca encontrar una “espiritualidad” que llene de sentido su vida. Sienten la necesidad de interiorizar, de encontrar aquello que les ayude a trascender, a ir más allá de lo que hacen y viven. Pienso que en nuestra tradición cristiana hay muchos elementos que les podrían ayudar en su búsqueda, y hemos de ser capaces de mostrarles con nuestras obras que es posible vivir esa espiritualidad.

Destaco cuatro puntos de la espiritualidad de Jesús que deberíamos ser capaces de trasmitir para acompañar a estas personas en su búsqueda.

1.- Vivimos una espiritualidad de la confianza y no del optimismo

Estamos llamados a confiar en Dios, a fiarnos de Él y de lo que que Jesús nos ha dicho. Sabemos que Él está a nuestro lado y que nunca nos dejará ni nos abandonará. Esta actitud de confianza no disfraza la realidad, es decir, no nos la hace ver más bonita o más positiva de lo que realmente es. La confianza nos ayuda a hacer una lectura de la realidad tal y como es, y además nos da las pautas para amarla. Confiamos en Dios porque somos conscientes de nuestros límites, de que las cosas no dependen sólo de nosotros, sino que Dios también tiene algo que decir y hacer. Como diría Pedro: sabemos de quien nos hemos fiado, por eso ponemos nuestra confianza en Dios, en los hermanos y en las cosas que hacemos y que vivimos.

2.- Vivimos una espiritualidad de la fidelidad y no del éxito

Hay un pensador judío, Bove, que dice que el éxito no es uno de los nombres de Dios. Sus nombres son amor, fidelidad, misericordia, vida, bondad y muchos otros, pero por mucho que busquemos no encontraremos el del éxito.

Sin embargo, nuestro mundo valora el éxito por encima de todo, por eso le cuesta tanto encontrar a Dios. Dios Padre le pide a Jesús que sea fiel, no que tenga éxito en su misión. De hecho, el momento de mayor fidelidad de Jesús estará en la cruz, y a ojos de los hombres es el momento del fracaso más evidente. Jesús nos llama a vivir con fidelidad, a no tener miedo a fracasar, y a permanecer fieles en el amor.

Los resultados y la eficacia se miden de forma muy diferente en el mundo y en el Reino de Dios. Mientras para el mundo son básicos y fundamentales, para el Reino de Dios son simplemente innecesarios. La fidelidad al Reino y sus valores es lo que hace presente a Dios en medio de un mundo de eficacia y pragmatismo. No somos ostentosos, queremos edificar este mundo con materiales, sencillos, pobres, especialmente  con los desechos de la sociedad del éxito. El nombre de Dios es Vida, y nosotros sólo queremos ser piedras vivas.

3.- Vivimos a oscuras una espiritualidad del servicio

Cuántas veces nos preguntamos si lo que estamos haciendo tiene o no sentido y si nuestra labor pastoral está bien enfocada. Cada vez hay más ancianos en las iglesias, no sabemos qué hacer para que los jóvenes se incorporen, o al menos, parece que ellos no nos entienden y no participan de nuestra vivencia de la fe. Hay que seguir caminando por este desierto con una actitud de servicio desinteresado, un poco a tientas, pero sin esperar nada a cambio. De hecho, nosotros no podemos hacer otra cosa, somos esto: hombres y mujeres creyentes, que queremos servir con toda humildad hasta hacernos los últimos de todos. Y es cuando nos instalamos en esa sencillez que nuestro servicio se unge de paz y alegría.

Una comunidad de personas que aman como Jesús amó

4.- Vivimos una espiritualidad acompañada

No podemos hacer las cosas solos, entre otras cosas porque no podríamos dar testimonio del mandamiento del amor. Para amar, como mínimo, debemos ser dos personas, sólo así podrán decir: “mirad cómo se aman”. Nuestra vida es estar con los demás y hacer de este estar, una forma de ser, la de Jesús que pasaba haciendo el bien y ayudando a los más necesitados.

El mismo Jesús se rodeó de un grupo de personas que expresaban y vivían todo lo que Jesús anunciaba y predicaba. Todos somos necesarios y formamos el pueblo de Dios, y no somos necesarios sólo para trabajar y hacer cosas, sino para dar testimonio del amor de Dios. Ésta es nuestra misión principal, que el mundo vea que somos amigos, hermanos, padres, madres, y esta amistad es la que nos mueve a trabajar por los demás. No somos personas que buscamos un apostolado eficaz, sino una comunidad de personas que se aman como Jesús nos amó. Éste es el mejor mensaje que podemos proclamar a la gente de nuestro entorno.

5.- Una espiritualidad que cultive los espacios interiores

¿Cuántas veces hemos comentado la importancia de aprender a escuchar a Dios y a los hermanos? Este aprendizaje pasa por la oración personal y la comunitaria. Es necesario tener tiempo para entrar en nuestro interior y encontrar a Dios allí, y después levantar los ojos para reencontrarlo en los ojos de aquel que nos está mirando. Qué complicado es hoy tener tiempo para detenernos y encontrar espacios de estar solos, en silencio, saboreando, desde la quietud, la presencia de Dios. Hemos de ser artesanos de la soledad y silencio, esta es la puerta de entrada, para todos aquellos que buscan a Dios. El silencio es la palabra que posibilita todas las palabras, el marco que permite ir más allá de la inmediatez, y abrirse al misterio que envuelve y habita toda realidad.

Jordi CUSSÓ PORREDÓN
Sacerdote y economista
Barcelona
Mayo 2023

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