La salud emocional en el siglo XXI

La salud emocional en el siglo XXI

Una mirada desde la Ecología Emocional

«Tenemos que aprender a soportar aquello que no podemos evitar. Nuestra vida está compuesta, como la armonía del mundo, de cosas contrarias, así también de diferentes tonos, suaves y duros, agudos y sordos, blandos y graves. ¿Qué querría decir el músico que sólo estimara algunos de ellos? Es necesario que sepa utilizarlos en común y mezclarlos.» Montaigne. Ensayos

Algunos retos de la salud emocional en el siglo XXI

Además de todos los escenarios que ya conocemos que afectan a la salud de las personas, permítanme que haga inciso en cuatro temas que pienso que tendremos que ser capaces de dar mejores respuestas, dado que, aunque no tienen nada que ver con microbios, empiezan a hacerse pandemias emocionales globales.

La soledad

Que no sólo se da, debido al alargamiento de vida, en las personas mayores. Tenemos niños y adolescentes que la sufren y cada vez más familias unipersonales. Nos falta la red del «intersomos», sabernos y sentirnos unos a otros.

Las enfermedades mentales

Porque la adaptación a una sociedad enferma supone enfermar uno mismo. Hay que generar entornos sociales más aptos para una vida humana diversa.

Las adicciones derivadas de las nuevas tecnologías

El problema no son las bioneurotecnologías, sino el mal uso y abuso que hacemos. Esto provoca absentismo emocional (gente metida en sí misma y aislada de lo que pasa a su alrededor y en el mundo). Hay que actuar urgentemente.

El compromiso gaseoso

Cada vez cuesta más que la gente se comprometa en un proyecto a medio o a largo plazo. No digamos si se trata de algo gratuito y solidario. Esto hace que todo acontezca cada vez más incierto. Sin compromiso, aflora la inseguridad, los miedos, la ansiedad. La solidaridad se hace difícil.

Estos cuatro retos están provocando mucho sufrimiento y desequilibrio emocional en las personas y, también, en la sociedad. Las respuestas que estamos dando son respuestas reactivas, es decir, actuamos cuando ya ha estallado el problema. Es clave dar respuestas preventivas que, a pesar de no ser rápidas, son las más efectivas.

En todos los retos expuestos, la mejor respuesta preventiva es la de educar para que las nuevas generaciones conozcan mejor sus capacidades, habilidades, competencias y potencialidades y aprendan a ponerlas en juego en las situaciones críticas que deberán encarar. Esto quiere decir una educación emocionalmente ecológica y ética que trabaje no sólo el aspecto afectivo, sino también la vertiente ética y la cognitiva, facilitando un trabajo de equipo entre razón-emoción y acción.

También quiere decir fomentar la responsabilidad personal en el cuidado de nuestra salud global y, especialmente, emocional. No tenemos que esperar que las iniciativas de salud emocional y mental vengan sólo de quienes gobiernan ni, tampoco, dejar de cuidarnos pensando que cuando aflore la enfermedad «ya nos curarán».

De lo contrario, en los nuevos tiempos que vivimos queda patente, cada vez más, la necesidad de crear una red solidaria social de apoyo mutuo que nos permita transitar la incertidumbre confiando en que no estaremos solos sea cual sea el escenario que tengamos que vivir.

Salud emocional

«Los sentimientos que hacen más daño, las emociones que más nos afligen, son las que son absurdas – el ansia de las cosas imposibles, precisamente porque son imposibles, la añoranza de lo que nunca ha existido, el deseo de lo que podría haber sido, la pena de no ser otro, la insatisfacción de la existencia del mundo; todas estas medias tonalidades de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. Sentirnos es entonces un campo desierto al hacerse oscuro, triste de cañas al pie de un río sin barcos, negro claramente entre las orillas lejanas.»
Fernando Pessoa1

Cuando no vivimos centrados en el presente y cargamos con la mochila del pasado o la del futuro entramos en el desequilibrio. Estos son filtros que hacen que nos fijemos en aquello que no está en nuestras manos poder cambiar y nos llevan a dedicarle tiempo y energías. De manera ilusa querríamos echar atrás el tiempo, cambiar lo que ha acontecido, cambiar a otra persona, o anticipar lo que vendrá.

A veces también nos alimentamos de sueños de futuro. Aunque soñar es bueno para el alma, deja de serlo cuando nos perdemos el presente y nos limitamos a desear algo sin trabajar para que ocurra. Tanto en un caso como en el otro, perderemos mucha energía y podemos acabar rodeados de paisajes emocionales doloridos y tristes.

Vivir en el presente –no para el «presente»– con atención plena y sentido es clave para una buena salud emocional.

Al mismo tiempo la salud emocional no se alcanza si dejamos de cuidar los otros cuerpos que también nos componen: cuerpo físico, cuerpo psíquico, cuerpo relacional y cuerpo espiritual. Todos ellos están en contacto estrecho y se afectan mutuamente.

La salud emocional se consigue a base de abrirnos a nosotros mismos, a los demás y al entorno, y buscando el equilibrio entre estos tres aspectos que deberían alimentarse a la vez. Porque somos sistemas abiertos de energía, seres espirituales que necesitamos intercambiar, no sólo ideas y conceptos, sino también sentimientos, emociones y vivencias.

Debemos dar salida a lo que tenemos dentro, pasar a la acción y aprender a confiar en la vida. Es importante que nos permitamos abrirnos, fluir y entregarnos generosamente a los demás.

La salud según Ecología Emocional y el doctor Jordi Gol

Desde el modelo Ecología Emocional hemos elegido la definición de salud dada por el doctor Jordi Gol. Pensamos que es una definición muy actual y que abarca de una forma muy clara los elementos que debemos cultivar para cuidar la salud emocional. Dice así: «Salud es una forma de vida autónoma, solidaria y gozosa.»

Los tres rasgos corresponden a tres de los ejes necesarios que cultivar para convertirse en una persona CAPA2: Creativa – Amorosa – Pacífica – Autónoma.

Para estar sanos debemos trabajar la autonomía personal. Autonomía que no quiere decir individualismo, ni egoísmo. Quiere decir aprender a crecer con la vida, ganando territorios, tanto a nivel intelectual, como emocional, relacional, físico y funcional. La persona emocionalmente sana es una persona que, a pesar de la incertidumbre del vivir, es capaz de seguir avanzando; aunque miedos, no permite que éstos dirijan su vida y trabaja para construir confianza.

Para estar sanos debemos vivir solidariamente. Esto quiere decir cultivar los vínculos y hacer presente el amor a nuestra vida. Y hacerlo presente quiere decir actuar en la dirección que nos marca la bondad, quiere decir interesarnos activamente por los demás, es decir ser solidarios. Es la solidaridad la mejor práctica de la generosidad. Solidaridad no sólo a nivel de compartir los recursos de forma equitativa, sino también solidaridad acompañando momentos de sufrimiento y finitud. Esto supone activar nuestra capacidad de empatía, de ternura y de compasión.

Para estar sanos debemos hacer presente el gozo y la alegría en nuestra vida. La alegría y toda su familia emocional nos llevan el mensaje de que vivimos de acuerdo con nuestro ser y sentido de vida, conectados a nuestra creatividad y desplegando nuestras capacidades latentes. Una persona alegre está emocionalmente sana. Y el gozo, es un sentimiento que surge cuando se toma conciencia del don que supone la vida. De este gozo íntimo brota la gratitud.

Nos quedaría fuera de la definición del doctor Jordi Gol el practicar la cultura de la paz. Aun así, si se practica los tres caminos mencionados anteriormente, muy seguro que ya está cultivando la paz en su vida y, además, generando paz por allí donde va.

La paz, como todo clima emocional, es la consecuencia de cómo se gestiona sus territorios interiores y exteriores, de en qué tipo de energías emocionales se conecta y cómo les da salida, de cómo cuida de sus vínculos.

Que no se oxide nuestro corazón

«Si adoptamos la perspectiva creativa y proactiva, sabremos y haremos lo que tenemos que hacer.»
Marylin Ferguson

Estamos invadidos de máquinas.
Apretamos un botón y tenemos el mundo a nuestro alcance.
Pero seguimos más tristes y solos que nunca y no se calma la sed de nuestro corazón.
Procuramos que no se oxide como hierros sin destino.
Procuramos que no lo endurezca el trabajo o el egoísmo, la soledad o el odio.
Procuramos que siga batiendo siempre, al lado de otro corazón.
La vida es como ir en bicicleta, se cae si deja de pedalear3.

Si la función hace el órgano, dicen en medicina, el buen cuidado de nuestra salud psicoecoafectiva será posible si aprendemos a entender el valor de nuestras emociones y sentimientos, y a darles salida pasando a la acción. amorosa, generosa y solidaria hacia nosotros mismos, los demás y el mundo.

Nunca es demasiado tarde para frenar la oxidación de nuestro corazón.

Nunca es demasiado tarde para reforestarlo y oxigenarlo, para cuidar esa salud que, nunca es tan preciada, como cuando la perdemos.

Lo que está en movimiento no se oxida. Hay que hacer un buen mantenimiento de nuestro mundo afectivo, y no hay mejor mantenimiento, que hacerlo funcionar.

Maria Mercè CONANGLA
Psicóloga

Webgrafía y bibliografía
Ecología Emocional. Jaume Soler y Mercè Conangla. Editorial Amat

1 Libro del desasosiego
2 Modelo de persona que se trabaja en Ecología Emocional “Ecología Emocional en el nuevo milenio”
3 Claude Pepper

Publicado originalmente en RE catalán núm. 110

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