Valores para vivir con otros

Valores para vivir con otros

La situación de nuestro mundo nos obliga a replantearnos cómo podemos reaprender a convivir. Los seres humanos somos sociales por naturaleza, pero nos cuesta mucho articular nuestras diferencias, conciliar intereses a veces en conflicto, evitar la tentación del predominio y la exclusión.

La convivencia pacífica no es una quimera, puesto que se ha dado en muchos lugares y muchos momentos de la historia. Hemos verificado que la única manera de convivir es asumir juntos algunos valores que nos permitan avanzar, asumiendo y gestionando nuestras diferencias, en orden a un bien mayor y compartido.

El mundo actual nos obliga a replantearnos cómo podemos reaprender a convivir.
Fotografía de Fauxels en Pexels

Eso que llamamos «valores» son los criterios y principios que, en la vida personal, nos sirven para elegir nuestras palabras, acciones, amistades. A lo largo de nuestra historia vamos construyendo y modificando nuestra escala de valores. En ella influyen nuestras creencias más arraigadas, la educación recibida, la cultura predominante, de la que filtramos muchos de esos criterios.

Es necesario señalar que los valores «expresados» o «proclamados» no son nada si no se encarnan en decisiones, en acciones, en maneras de vivir. Se quedan en discurso teórico que puede ser incluso contradictorio con la vida. Los valores, o se viven, o no son más que quimeras. Y el único modo de «formar en valores» es vivirlos y ejemplificarlos.

Las nuevas generaciones, o ven los valores encarnados en los adultos, o nunca los asumirán.

Proponemos aquí algunos de los valores clave sin los cuales sencillamente la convivencia se transforma en una fricción continua, cuando no en guerra, y en cambio si se viven habitualmente, el grupo o la sociedad avanzan mucho más veloces y armónicas.

Un primer valor es el respeto, que supone el reconocimiento de la dignidad de toda persona, por el simple hecho de existir. Reconocimiento que implica saberse un «yo» entre «otros yo» igualmente valiosos.

El respeto es el nivel más básico de la convivencia, a partir del cual puede construirse la amistad, el afecto o al menos la coexistencia pacífica.

Otro valor clave es la confianza. No una confianza íntima e interpersonal, que es propia de la familia, pero sí al menos una confianza social o profesional, en la que se asume que los demás cumplirán sus compromisos y aportarán al bien común. En la confianza se cimenta todo el edificio de las sociedades avanzadas. Este valor es frágil y requiere una pedagogía de la capacidad personal para participar en lo social observando las normas compartidas.

Otro valor clave es la libertad corresponsable. La vida social es el entorno imprescindible para un ejercicio real de la libertad, y al mismo tiempo supone el compromiso de cumplir los deberes que requiere la sociedad. Nadie puede sobrevivir solo; necesitamos dar y recibir, participando en el avance cultural y práctico que es de todos

Este número profundiza más aún en esos valores que, ejercidos en la práctica, nos posibilitarán una vida compartida digna de tal nombre.

Enero de 2024

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