El ser humano tiene voluntad de crecimiento. Pero desarrollarse implica movilizar la energía motriz que envolvemos para desvelarla de manera sostenida. Esta buena predisposición congénita, es recogida por la educación que explora maneras de convertirnos en personas libres e independientes, cautivando con argumentos positivos. Ese entusiasmar con valores incluye, el revelar conocimientos e impulsar actitudes, que fomenten el desarrollo físico, psíquico y espiritual, que nos ayuden a gestionar nuestra vida con éxito. La educación alienta la búsqueda, favorecer el entusiasmo, anima a pensar, coopera en la resolución de conflictos…, y extiende competencias como la determinación, la capacitación, las aptitudes, las actitudes, la voluntad y el esfuerzo. Estas semillas plantadas por los educadores dan frutos toda la vida.
1.- Activarse
La determinación es el combustible que ayuda a tomar decisiones, con lo que suponen de limitación y marca para el camino a seguir. Nos impulsa, esa fe inquebrantable, la autoconfianza en las propias posibilidades, el compromiso con los valores esenciales que elijo… Desde la toma de decisiones se encara el rumbo de manera responsable y en armonía con los propios valores. Es una motivación intrínseca, obstinada, valiente y flexible, pero proactiva y orientada hacia la perseverancia. Esa mentalidad entrenada, empieza desde un peldaño muy básico, concretado en pequeños cambios, que ven llevando al objetivo que está en sintonía con lo que se es, se siente… Ese propósito, alimentado con la esperanza, va encontrando caminos de movimiento y puesta en práctica. Las actitudes de firmeza y decisión son motor, fuerza interior que nos mueve e impulsa a resistir las adversidades, a buscar caminos. Es también un ejercicio de voluntad, de pasión y perseverancia. Es mantenerse fiel, firme y constante, poniendo todo el empeño posible para elegir las estrategias adecuadas para conseguirlo.
La capacitación es el proceso destinado a adquirir los conocimientos, herramientas, habilidades y competencias personales que precisamos. Estas aptitudes y actitudes propias son diferentes y complementarias, pero su ponderación será importante para alcanzar nuestros objetivos personales y profesionales. Los conocimientos que tenemos (aptitud) y el compromiso (actitud) ante una tarea van asociados. Desde nuestras fortalezas y debilidades, lo que sabemos hacer y qué actitud tomamos al hacerlo, marcaran el resultado. Aptitud y actitud son dos palabras parónimas por la forma, pero significan cosas distintas. La primera se centra en el talento natural y las habilidades propias de cada uno. La segunda hace referencia a la personalidad y el modo de ser que se utiliza en cada momento. Actitud y aptitud nos definen como personas y nos acompañan al vivir augurando la manera de actuar. Las actitudes se basan en criterios y convicciones, mientras que las aptitudes se refuerzan con la habilidad ante el aprendizaje y las experiencias nuevas. Desde estos pequeños comienzos proyectamos nuestros frutos.
2.- Ponerse en movimiento
Las aptitudes se refieren a lo que una persona sabe hacer. Aluden a las habilidades, conocimientos y destrezas. La aptitud es aquello que sabemos, tanto de manera innata como adquiridos. La educación, la formación y la experiencia son la base de su crecimiento. Esas competencias que se tienen y se pueden aplicar para realizar cualquier función, pueden ser evaluadas y medidas de manera objetiva. Tener aptitudes sobre un ámbito concreto de conocimiento hará que podamos optar a mejores puestos de trabajo. De hecho, existen muchos puestos de trabajo a los que no puedes optar si no tienes las aptitudes necesarias para ello. La aptitud es una medida de habilidad y puede estar relacionada con la inteligencia. Esa habilidad, capacidad, inclinación, soltura, aptitud…, tiende a mantenerse estable.
Las actitudes son los patrones de pensamiento, creencias y valores. Tiene que ver con la personalidad y la predisposición de cada uno. Puede ser más cambiante y es lo primero que los demás ven de nosotros porque se refieren a cómo pensamos y sentimos acerca de lo que estamos haciendo. Las aptitudes pueden ser innatas, pero también pueden ser adquiridas a través del conocimiento teórico y práctico. Pueden influir en nuestros comportamientos específicos: trabajo en equipo, adaptación, persistencia… Son subjetivas y difíciles de medir objetivamente. Hoy en día, el valor personal, la actitud y el saber estar son valores añadidos que se tiene muy en cuenta. La motivación, el ánimo y la capacidad de transmitir esa energía positiva a tus compañeros son un requisito esencial. A las personas con buena actitud todo el mundo las quiere en su equipo.
La excelencia es difícil de alcanzar, pero a ella se llega por la veta de las aptitudes y actitudes en buen equilibrio. A priori, buenas aptitudes y flojas actitudes, presentan un individuo cumplidor, con buenos conocimientos y bien preparado, pero limitado en los ánimos. Sin embargo, el sólido en actitudes, será ejemplo de generosidad y esfuerzo, aunque su limitación en aptitudes será un freno en el trabajo. Serán las ganas de aprender el motor de superación. Sin aptitud ni actitud el avance se marchita. Una buena disposición y un conocimiento y preparación profundos permitirán desarrollar de la mejor manera las tareas requeridas.
3.- Vocación de florecer
La voluntad es principio y piedra angular en la educación y en la vida. Se apoya en la exigencia y el realismo, en el anuncio y la renuncia, porque desvela unos objetivos concretos y trabaja por conseguirlos. El orden y la constancia están en la base de la educación de la voluntad. Al nacer ya entramos en el periodo sensitivo del orden. Los hábitos, lo material, el tipo de vida, la jerarquía de valores… van apareciendo como sistemas que guían la conducta y que requiere de dos momentos el querer y el actuar. La voluntad se puede educar desde que nacemos, primero en la familia con una atención individualizada que marque el mapa que les ayude a orientarse. Es un trabajo artesanal marcado por la unidad y la coherencia, que sigue una línea educativa que se completara en sintonía con el colegio elegido, que es nuestro colaborador.
La educación entra por los ojos y el adulto ha de acompañar, marcar el camino, ser ejemplo, invertir tiempo de calidad…, para ayudar a percibir las habilidades y cualidades que cada uno tiene para conseguir sus objetivos. Su crédito vincula reconocimiento y fascinación, al crear un entorno en que el niño se siente atendido, aceptado, escuchado, querido, seguro…, por un lado, y una dedicación y exigencia personalizadas que le reclaman el máximo dentro de sus capacidades, por el otro. El amor, la exigencia y la dedicación son componentes imprescindibles. La voluntad necesita ser formada y educada de manera lenta, continua y gradual. Tener fuerza de voluntad para alcanzar objetivos supone renunciar al corto plazo para centrarnos en las prioridades y eso supone esperar, planificar, enfocarse, practicar el orden y la constancia, mantener y reforzar la ilusión…
4.- Apostar por ti
Para valerse por uno mismo, en la mayoría de los casos, necesitamos trabajo, esfuerzo, tesón, compromiso, paciencia… en nuestra actividad. Estas habilidades deben desarrollarse ya desde la etapa infantil, apoyados en sus fortalezas, valorando la satisfacción de las tareas bien hechas y dando la mayor importancia al desarrollo. La intervención educativa ha de velar por ofrecer tareas adecuadas a la edad, capacidad y posibilidades de los destinatarios, buscando el éxito final en el proceso. Aunque éste no siempre se puede conseguir, la lucha y el esfuerzo son el mejor camino, y de él también forman parte los errores, que pueden ser fuente de aprendizaje. Con estas experiencias aprendemos a ser adaptativos, a asumir responsabilidades, a encajar los errores de manera positiva y realista, a crecer en autoestima y constancia…
Una persona responsable se compromete a responder de las tareas que dependen de él. Hemos de potenciar el autocompromiso y la reflexión sobre ellas para que sea consciente de las acciones y sus consecuencias. Este pensamiento crítico ante lo que es su deber, es estabilizador y crea hábito de remate que le dará el placer y gozo de haber hecho un buen trabajo. Como educadores hemos apostado por él, potenciado la autonomía, el autoconocimiento, la eficiencia, la disciplina y la responsabilidad en sus decisiones y acciones que le permiten aprender, crecer y avanzar. Este caminar mentalmente fuerte y resiliente, será de gran ayuda para afrontar las adversidades con optimismo y realismo, con una buena dosis de autoestima al ver los resultados de su progreso y esfuerzo como recursos para tener una vida plena y satisfactoria.
La vida está llena de desafíos y es una prioridad de los educadores preparar a los educandos a superarlos: acompañándolos con paciencia y afecto, creando un ambiente de apoyo y comprensión, ayudándolos a crecer en atrevimiento y perseverancia, echando una mano en la gestión de sus miedos, orientando en la elección de buenos aliados, alentando sus acciones y celebrando sus éxitos, reforzando positivamente su esfuerzo y reflexión, ayudando a esparcir y perfeccionar sus habilidades, encaminándolos a afrontar los problemas de manera realista y positiva, apostando por ellos para que entreguen lo mejor en sus vidas…, teniendo una mentalidad integral, de crecimiento y expansión constante, que se despliegue en su vida.
Josep ALEGRE
Profesor, filólogo y educador socio-cultural
Barcelona, España
Febrero de 2024