El 30 de noviembre de 1992, Alfredo Rubio de Castarlenas escribía esta prosa poética dirigida al Creador del universo.
Asombrado de la maravilla que es la naturaleza que le rodeaba, pero también él mismo como persona, como cuerpo con extraordinarias capacidades para ver, escuchar, sentir, pensar, amar.
Vale la pena leer sosegadamente estas líneas y agradecer, paladeándolo, el hecho de existir (¡como si existir fuera lo normal!). Y entonces contactar con ese Misterio que sostiene todo el universo.
Dios mío que creaste la materia tan llena de energía,
que has sido bien capaz de construir mis ojos
que transforman en iris de colores todo aquello que miran.
Y el arpa de mi oído, que se tañe con tantas vibraciones de lejos y cercanas.
Y un gusto, y un olfato que, aunque a ciegas, distinguen las diversas realidades.
Y un críptico laboratorio en mis entrañas
que sostiene siempre quemando leña para mi vida.
Y un corazón que late sin descanso.
Y una piel tan sensible que sabe de suaves suavidades.
Y unas células que, aunque diminutas,
son capaces de dar generaciones y generaciones
como oleajes para la historia.
El universo ha sido capaz de cincelar este cerebro
que me permite construir una palabra y escribir este verso.
Materia y energía que han podido llegar a transformarse
nada menos que en buen amor.
Poco me importa que Tú, Ser Absoluto desde siempre,
seas un Algo trascendido, aún más allá,
o fueras eso mismo que me hecho, como dicen filósofos
que se autodenominan panteístas.
De un modo u otro me has hecho mi yo,
que existe y que te piensa y dialoga, y hasta te quiere.
Si existo yo, es claro que existes Tú,
pues evidentemente no fui yo quien me dio ser en el ser.
Bien sé ahora que yo soy yo. A tí te grito, te persigo, te entreveo.
No me importa que estés aquí o allá y en todas partes,
que seas energía en el fondo de las cosas o en otro lado.
Tú eres Tú y eso me basta.
Te amo, Dios mío, algo que no tiene principio ni fin.
De ti he surgido y no sé cómo.
Mas soy como las flores, como las estrellas,
y soy oídos, ojos y caricia, y tengo vida y muerte,
y siendo Tú tan grande, te tengo prisionero, ya ves,
con sólo amarte.
Alfredo RUBIO de CASTARLENAS
Barcelona (1919-1996)