El Sistema Nervioso Autónomo es el gran desconocido de nuestro cuerpo.
Se nos habla mucho sobre neurociencia, sobre las endorfinas, sobre el cerebro, sobre la columna vertebral y los nervios que nos permiten movernos a voluntad, controlar nuestra postura, dirigir nuestra conducta. Pero una parte importante de nuestra vida, transcurre sin que nos demos cuenta de nada. Y es tan imprescindible como el otro. Se trata del Sistema Nervioso Autónomo, de nuestro sistema nervioso que se ocupa de funciones corporales que se realizan sin control consciente, de modo autónomo, independientemente de nuestra voluntad. Desempeña un papel central en el mantenimiento del equilibrio interno, regulando casi todos los órganos del organismo.
Funciones como la respiración, la presión arterial, la frecuencia cardiaca, la temperatura, el peso, la digestión, el metabolismo, el balance hidroelectrolítico, la sudoración, la micción, la defecación, la respuesta sexual entre otros procesos están regidos por este sistema nervioso autónomo.
A través de la información procedente de los sentidos y de las vísceras, el sistema nervioso autónomo evalúa constantemente el riesgo potencial que hay en el entorno. Este proceso de evaluación automática se ha denominado neurocepción; el modo en que se percibe el entorno y el tipo de conducta que se despliega están directamente vinculados a esta neurocepción o evaluación automática.
En los años noventa, el psicólogo americano Stephen Porges, propuso una nueva mirada sobre el SNA, respecto al modo en el que hasta entonces se había conocido. Compuesto por dos sistemas el simpático encargado de activar las respuestas de lucha y huida en situaciones de emergencia y el parasimpático con una función de restablecer la homeostasis.
En sus primeras investigaciones Porges observó la acción beneficiosa del nervio vago, principal componente del sistema parasimpático, en la regulación del corazón. Sus estudios sobre la evolución del SNA en los mamíferos le llevaron a comprender que este nervio no era una red unitaria sino que estaba compuesto por varias vías.
La teoría polivagal propuesta por S. Porges plantea como el SNA se ha ido desarrollando y evolucionando desde los primeros vertebrados hasta los humanos dando lugar a tres sistemas diferenciados con bases neurofisiológicas capaces de desarrollar conductas para afrontar los nuevos desafíos.
- El sistema parasimpático dorsal, sistema de inmovilización, está regulado por unas vías nerviosas que se originan en el núcleo motor dorsal del vago localizado en el tronco cerebral; estas vías no están mielinizadas y actúan en estructuras subdiafragmáticas, como estómago e intestinos. Este sistema se activa ante la percepción de amenaza para la vida facilitando la inhibición del movimiento que permite pasar inadvertidos hasta fingir la propia muerte. En este estado disminuye la actividad metabólica y la necesidad de comida, y aumenta el umbral del dolor. La presión arterial y la frecuencia cardiaca bajan pudiendo llegar a situaciones de parada cardiorrespiratoria.
- El sistema simpático, sistema de movilización lucha/huida, está regulado por unas vías que recorren la médula espinal. Se caracteriza por ser un sistema defensivo, de movilización. Las conductas asociadas a él son típicas de los estados de estrés, de lucha/huida. Entre otros efectos aumenta la actividad metabólica y el gasto energético, aumenta la frecuencia cardiaca e inhibe el proceso digestivo.
- Sistema parasimpático ventral, sistema de conexión, está regulado por fibras motoras mielinizadas que tienen su origen en el tronco del encéfalo ventrolateral, en el núcleo ambiguo y llegan a inervar estructuras supradiafragmáticas como bronquios, corazón, esófago, velo del paladar, laringe y faringe. La regulación visceral de este sistema es más eficiente al tratarse de fibras nerviosas mielinizadas. Este sistema se activa ante señales de calma y seguridad, y responde a la necesidad de interacción y de establecer vínculos con otros seres sociales. La implicación social y las funciones asociadas a la atención, al movimiento, a la emoción y a la comunicación son algunas de las conductas asociadas a este sistema.
Las conductas de inmovilización ó de lucha como respuesta al riesgo, y los comportamientos de interacción social moldeados por patrones de conexión tienen un fundamento fisiológico que se puede comprender desde la perspectiva de la teoría polivagal.
¿Cuáles son las implicaciones para la vida diaria?
Para poder gestionar, y en su caso revertir posibles reacciones recurrentes de huida o lucha, por la activación de estos sistemas, es necesario detectar las señales fisiológicas que nos informan de un predominio de esos sistemas. Existen terapias facilitadoras de la activación del sistema parasimpático vagal, facilitador de la calma y de la interacción social. Habitar con conciencia nuestro cuerpo cada día nos permite establecer una sintonía con nosotros mismos.
Hay muchas actividades que pueden ayudarnos a gestionar la vida diaria, entendiendo estos sistemas. Por ejemplo, practicar la meditación centrada en la respiración, cantar o tararear, escuchar sonidos binaurales, generar pensamientos positivos, reir, hacer deporte, estiramientos, practicar el perdón, aplicar el automasaje del cuello y la nuca, son algunas de las técnicas más al alcance para tonificar el sistema parasimpático vagal.
Es recomendable dedicar un tiempo diario a la práctica de estos hábitos para favorecer el bienestar global y en definitiva el bien ser. Cuanto más conozcamos nuestro cuerpo, mejor comprenderemos reacciones que, a veces nos pueden haber parecido incomprensibles.
Remedios ORTIZ JURADO
Médico de familia
Madrid, octubre 2024