El individualismo, una estrategia agotada
Demasiada soledad, demasiado egoísmo, demasiada dispersión. Poco a poco, y, sin darnos cuenta, nos vamos desconectando de nosotros mismos y de los otros hasta que acabamos siendo ajenos unos de otros.
El individualismo como estrategia de supervivencia está condenada al fracaso. Y si bien mantener la identidad es necesario para no diluirnos en el grupo, la persona individualista apela al propio bien en detrimento del bien de los demás. El egoísmo, aparentemente ganador, acaba siendo el gran perdedor.
En momentos de crisis y dificultades será la interdependencia colaborativa, lo que nos debe permitir aunar la fuerza del grupo para el bien de cada uno de sus miembros.
Nadie es una isla
Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es una parte del continente, una parte de la masa. Si el mar se lleva un pedazo, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa señorial de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por tanto, nunca preguntes por quién tocan las campanas: tocan por ti. (John Donne, Devociones en ocasiones emergentes, Meditación XVI).
No somos islas. Podemos ser personas autónomas, pero no somos autosuficientes, y nos necesitamos para satisfacer nuestras necesidades. La cuestión es que, a veces, no tomamos conciencia de ello hasta que probamos el sabor amargo de la soledad.
Nos agrupamos en comunidades por supervivencia, por interés o por afinidad. En todos los casos nos mueve una mezcla de egoísmo y generosidad porque, cuando nos sentimos unidos a los demás, el miedo se reduce. Confiamos en que, lo que no pueda uno, podrán los demás.
Pero cuando aparece la soledad, se reproducen todos los miedos atávicos y se amplifican los miedos aprendidos. Afloran sentimientos de pérdida y de inseguridad sobre qué será de nosotros, cómo saldremos adelante, cómo podremos lidiar con los avatares de la vida; sentimientos de exclusión y abandono; tristeza y pena; desesperanza e incluso desesperación.
No somos islas. Necesitamos puentes que nos unen a los demás y que nos permitan generar el sentimiento que interesamos y que somos importantes en la comunidad humana.
Intersomos
Es un concepto que utilizamos en el modelo Ecología Emocional para expresar el hecho de que todos los seres vivos del planeta estamos vinculados de tal manera que lo que nos ocurre a unos tiene impacto en toda la cadena de la vida. Somos interdependientes.
En nuestro último libro Cambio climático emocional hacemos inciso en que uno de los cambios urgentes de modelo, que como sociedad humana hemos de realizar, es lo que nos debe llevar a este «interser» y realizar el tránsito que va de una sociedad ausente, indiferente y en soledad, al «intersomos» y a las redes bondadosas de apoyo mutuo.
La soledad emocional
Nuestra gran tormenta en la vida proviene del hecho que estamos solos, y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad. (Guy de Maupassant).
La soledad, justamente es una de las epidemias más graves del siglo XXI. Estamos hablando de la soledad destructiva, de esa que nos deshumaniza, que nos hace sentir excluidos y que nos lleva a la ansiedad, a la angustia, a la depresión y a la desesperación. De esa soledad que hace que no queramos seguir viviendo. Y este tipo cada vez hay más.
La soledad emocional tiene mucho que ver con la distancia afectiva. Tiene que ver con la falta de tacto y de contacto, con el hambre de ‘piel’.
¿Cuánto tiempo llevas sin que alguien te acaricie, te toque o te abrace? ¿Cuánto tiempo sin que alguien te llame, sencillamente, por el sencillo motivo de escuchar tu voz, saber que estás bien, para hacerte saber que eres importante en su vida? ¿Cuánto tiempo sin que alguien escuche a las pequeñas cosas que le quieras contar sin mirar al reloj, sin gestos de impaciencia? ¿Cuánto tiempo sin compartir risas o llantos con alguien? ¿Cuánto tiempo? Mucha pantalla, y demasiado WhatsApp desincronizado.
Hoy en día parece ser que una llamada directa es considerada una invasión de la intimidad y poco menos que una agresión. Y no estamos hablando de las llamadas de operadoras telefónicas o agentes de venta varios que irrumpen indeseadamente en nuestra intimidad a diario. Un ‘te abrazo’ escrito o escuchado no es lo mismo que un abrazo sincero, real: dos cuerpos que voluntariamente se unen, se sienten, corazón con corazón, manteniendo brevemente el contacto y una caricia.
Esto es lo que puede aliviar el sentimiento de soledad emocional. No se trata de hacer sólo que a alguien no le falte ‘de nada’. Este ‘de nada’ sólo para el cuerpo físico o mental no es suficiente. Nuestro cuerpo emocional debe ser bien atendido. Esta soledad emocional afecta a niños, adolescentes y adultos, pero de forma muy especial dos colectivos: las personas mayores que viven solas o en residencias y los colectivos con diversidad funcional o intelectual. Ambos sufren esa ausencia de ‘piel’. Esta soledad emocional nos afecta a todos y todos necesitamos encontrar formas de cubrir las necesidades afectivas, de tacto, de contacto, de presencia, de pertenencia y de amor.

Los precios que estamos dispuestos a pagar
Éste es el tema. Y la respuesta no puede ni debe ser nunca vender nuestra libertad a cambio de cariño y de calor. Porque caeríamos en las redes de la dependencia emocional, aquella que nos convertiría en esclavos de los demás y de sus manías.
Asumir la soledad, no la soledad-desconexión, sino la soledad-conexión con uno mismo, aquel espacio de silencio y encuentro necesario para reflexionar, para crear, para recuperar nuestro equilibrio, es algo que debemos entrenar desde pequeños.
Por eso es necesario aprender a trabajar nuestra autonomía personal: la intelectual, la emocional y la relacional; aprender a desobedecer todo aquello que juega en contra del respeto y que invade el espacio que necesitamos para crecer y para florecer como personas; ser valientes para decir, para discrepar, para abandonar lo que pueda terminar siendo una losa o una cárcel.
Somos seres interdependientes, no sólo respecto a los demás humanos sino con todos los seres con quien compartimos el planeta. Debemos serlo conscientes. Debemos saberlo valorar. Sólo así podremos cuidarnos, no desde el poder, ni la lástima… sino desde la compasión más tierna al saber que intersomos y que juntos tejemos la trama de la vida.
Porque lo que yo hago en la trama, me lo hago a mí mismo y viceversa.
Un texto final para reflexionar
En los Upanishads, hay un bello texto que refleja el interés:
«Las abejas toman el néctar de distintas flores y después fabrican la miel. Una gota de miel no puede pretender que viene de una flor y otra gota de miel que viene de otra flor; la miel es un todo homogéneo. Del mismo modo, todos los seres son uno, aunque no sean conscientes de ello. El tigre y el león, el lobo y el jabalí, el gusano y la mariposa, la mosca y el mosquito, todos vienen del alma y pertenecen al alma».
María Mercé CONANGLA
Psicóloga clínica, enfermera y escritora.
Presidenta de la Fundación Ecología Emocional
Barcelona, abril 2025
www.fundacioecologiaemocional.org
(Artículo tomado de la Revista Re Catalá, abril 2025).
Nota informativa:
Cada vez hay más personas que viven y vivirán solas en España. Según el INE, en 2019 había 4.793.700 personas viviendo solas, de las que más de dos millones (2.009.100) tenían más de 65 años. Esto suponía un 41,9%, del que un 72,3% (1.452.300) eran mujeres.
Para 2035, la previsión es que continúe la tendencia al alza. El INE proyecta que dentro de 15 años uno de cada tres hogares será unipersonal, al pasar de los 4,8 millones en la actualidad a los 5,7 millones.
https://cenie.eu/es/blogs/silver-economy-una-realidad-abierta/la-soledad-epidemia-del-siglo-xxi. Juan Carlos Alcaide
Bibliografía:
Cambio climático emocional Mercè Conangla y Jaume Soler. Editorial Amat, 2023