La seriedad del humor

La seriedad del humor

Fotografía: Teresa Boixader

Por Juan Miguel GONZÁLEZ-FERIA. Para planificar con acierto la actividad humana, no olvidemos el humor. Algunos lo desprecian. Piensan que es algo infantiloide, de poca cordura, de un estado de debilidad o de una actitud de escapismo. Puede que en algunas ocasiones sea así; pero, ni mucho menos, solo es así.

Por otra parte —y esto es más hondo—, muchos marginan el humor como si fuese contrario a la seriedad, como si estorbase al tratar de plantear problemas importantes, buscarles solución, hacer proyectos de envergadura, etc. «¡Hay que ser serios en la vida! —arguyen— pues los problemas a afrontar no son cosa de poca monta.» Tienen razón en esto último, pero se equivocan al contraponer humor y seriedad.

Lo verdaderamente opuesto a la seriedad es la frivolidad, es decir, la ligereza y la superficialidad en la relación con los demás y con el mundo. Y con uno mismo. El desplome de la Modernidad puso al descubierto las actitudes de orgullo racionalista que habían impregnado esta etapa histórica de Occidente; y hoy, en consecuencia, la razón humana se comporta de modo más humilde. Esto es sabido. Pues bien, un orgullo similar puede haberse dado en la voluntad al elaborar proyectos y planes de actuación. En estos casos, se ha partido del presupuesto de una voluntad perfecta y precisa, capaz de prever todo con precisión y de alcanzar con exactitud los planes que ella elabore. La actitud severa y preocupada de muchos profesionales y de los representantes (ellos y ellas) de la autoridad hoy —jueces, políticos, catedráticos, financieros y otros—, así parece indicarlo; sus mismos trajes y vestimentas de colores negros o grises oscuros por lo general y de corte tan sobrio y austero; los muebles de que se rodean y los edificios en los que ejercen sus profesiones, refuerzan esta apreciación.

El humor sano y adulto, la sonrisa madura, es una actitud humilde, verdaderamente coherente con la realidad. Al contemplar la magnitud de los temas y problemas a acometer y compararlos con nuestras capacidades y fuerzas, surge el humor como parte integrante y necesaria para tener una actitud inteligente y acertada. El humor es fruto del reconocimiento veraz de los límites del ser humano y de las cosas. El humor, la sonrisa sabia, ayudan a comprender la verdad de las situaciones en que nos hallamos y facilita que acometamos las acciones necesarias para vivir con dignidad. Por ello, el humor está ligado a la esperanza. El humor debe dejar de ser la cenicienta. ¡Deberían de cultivarlo todos los responsables sociales de cualquier área! Todos saldríamos ganando; serían más acertadas sus decisiones y actuaciones, más concordes con lo que es realmente el hombre y la sociedad; y con sus anhelos.


Juan Miguel GONZÁLEZ-FERIA

Formador jubilado, Madrid

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