No.
No puede saberse
hasta que el aire se espesa,
remolonea, se tensa,
se inhibe incluso para el mero respirar.
No puede saberse
hasta que el sol deja de ser caricia,
abrasa y envuelve
cada paso, cada gesto
hace eterno el caminar.
No.
No puede saberse
cuánto vale una sombra
hasta que se siente el desamparo,
se sufre la intemperie que nos deja
a merced de los extremos.
En la menesterosidad de ser cobijado,
se es mendigo del bien extraño.
En la frondosidad de la existencia
se es remanso para el ahogo ajeno.
Natàlia PLÁ