Creador de entornos de belleza: Alfredo Rubio

Creador de entornos de belleza: Alfredo Rubio

Fotografía: Javier Bustamante

Este mes de mayo cumple 28 años de haber muerto Alfredo Rubio de Castarlenas (Barcelona, 1919-1996). Un hombre con una trayectoria que atraviesa las vivencias de la guerra, los estudios de medicina, la vocación sacerdotal y el acompañamiento a personas en sus procesos vitales. Fue un gran pacifista, pensador y amante de la sabiduría. Para Alfredo Rubio la realidad era el libro abierto que enseñaba a vivir, sólo era cuestión de descalzarse y andar. Y en la andadura irse encontrando con personas con las cuales compartir camino.

Cuentan las personas que compartieron más estrechamente los últimos meses a su lado que organizaba muchos encuentros en su casa alrededor de la mesa. Sin duda, Alfredo era un artista en la creación de ambientes para que las personas se encontraran bien y pudieran sentirse libres de ser ellas mismas y abrirse a estar con los demás. Se aunaba su vocación de médico buscando terapéuticas para el bienestar, su vocación de sacerdote ocupándose por el alma de la persona y su vocación artística creando entornos de belleza.

La fiesta fue uno de los grandes temas en la vida de Alfredo. Impartió muchas charlas en torno a ella y en su capacidad para igualar las condiciones de las personas, generar libertad interior, desarrollar la creatividad y ajardinar el mundo. Para él, lo más opuesto a la guerra es la fiesta: en ambas hay un despliegue de energía, recursos y creatividad, sólo que una destruye y la otra crea. Pues el arte de la fiesta lo llevaba a muchas facetas de la vida y una de ellas era los encuentros humanos. La visita a un enfermo en un hospital es una manera de hacer fiesta. En sus últimos momentos llegó a enunciar: incluso morir es fiesta. La fiesta forma parte de la dimensión trascendental de la persona en Alfredo Rubio.

Volviendo a esos encuentros que propició a su alrededor en sus últimos meses de aquel 1996, Alfredo, aún con la salud maltrecha gustaba de encargarse de todos los detalles junto con las personas que le cuidaban. Adecuaba la decoración de la casa pensando en las personas que vendrían, pensaba en los alimentos que se compartirían, la vajilla que les acompañarían, propiciaba las conversaciones que hicieran crecer la amistad… Y una vez concluido el encuentro, no descansaba (él ni los que estuvieran a su lado) hasta devolver cada cosa a su lugar.

Se puede seguir toda una trayectoria entre soñar ese encuentro, convocarlo, conseguir lo necesario, prepararlo, esperar la llegada de las personas, disfrutarlo y después ordenar todo de nuevo para volver a la vida cotidiana, agradeciendo incluso a los objetos su utilidad dándoles un buen trato. Tal es la esencia de la Fiesta y tal la curva de la Vida.

Un detalle más, Alfredo gustaba de decir que debía quedar el perfume de la fiesta, la sensación de que algo bello había sucedido, tanto en la casa como en las personas. Siempre un antes y un después, un hecho transformador porque lo sucedido había tocado el alma.

28 años después del paso de Alfredo por este mundo, el perfume de su presencia continúa impregnado en todo el legado material e inmaterial que dejó, pero sobre todo en las personas que compartieron camino a su lado. Los entornos de belleza que creaba para que las personas crecieran no fueron fruto de la improvisación, había en ellos intuición y reflejo de una trascendencia calada con los años.

ÁMBITO DE ARTE
Universitas Albertiana
Barcelona, España
Mayo de 2024

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