El arte acerca a la realidad

El arte acerca a la realidad

Hace algún tiempo vengo pensando que el arte es una forma de conocer la realidad. O, por lo menos, una manera de acercarnos a ella. Una pieza de arte: un leve trazo, una magnífica orquestación, un platillo exquisito, me acercan a la persona que lo ha realizado. Desde este enfoque me está acercando a la realidad, al otro.

Comentando con un amigo pintor sobre las cualidades de Las Meninas de Velázquez, sentí cómo me aproximaba al momento en que estaba siendo pintado. Incluso descubría al genio que estaba detrás de este autor: no solo se trataba de dominar una técnica y componer una escena con mucha brillantez. Había conceptos y sentimientos departiendo en ese lienzo. Cuando Velázquez dio el último trazo a Las Meninas, comenzó un diálogo con los espectadores de su obra. Un diálogo que siglos después sigue vigente. A este diálogo responden diferentes disciplinas: pintores, literatos, historiadores, filósofos y críticos de arte, entre otros.

A cada uno le interpela una cosa distinta. Al historiador le lleva a fijarse en los personajes que intervienen en la escena, las relaciones que hubieron entre ellos, el momento político que se atravesaba, la vida en la corte. Para el pintor su estudio es, sin duda, una buena clase magistral. A más de un literato le ha provocado una buena novela. Algún filósofo, como Michel Foucault, ha desarrollado interesantes ideas sobre la representación de la realdad en el lenguaje, partiendo de interpretaciones de dicho claustro.

Foto: Javier Bustamante

Parece increíble lo que puede llegar a comunicar una pieza de arte. Es una puerta abierta que invita a querer conocer. Ahora bien, hay que tener siempre presente que la obra no es un cristal totalmente transparente donde se trasluce la realdad, más bien hace la función de filtro, en el buen sentido de la palabra. La personalidad del artista está reflejada en su obra. En lenguaje de hoy podríamos decir que en la obra se puede leer del ADN del autor.

El arte es una forma de conocer la realidad, tanto para el que produce la obra, como para el que después interactúa con ella, siempre y cuando haya una postura humilde. Quien crea ha de tener en cuenta que no nace todo de sí mismo. El artista se vale de lo que tiene, de lo que vive, de lo que sabe hacer y de lo que es él mismo. Y mientras más consciente es de esto, me parece que mayor universalidad puede alcanzar su creación, porque en la medida en que se acerque a su cabal humanidad, se está acercando a la de todos.

En esta revista RE se ha hablado, en algún número, sobre la hermandad que tenemos los seres vivos por el hecho de existir. El artista, cuando profundiza más en su propia humanidad y desde ahí crea, a la vez está profundizando en la humanidad de todos. El mensaje que está emitiendo es más fuerte, incluso, que los medios que está utilizando y entonces se hace accesible a cualquier persona.

Me gustó la manera en que prologa Jerzy Slawomirski la primera edición castellana del libro Paisaje con grano de arena, de la polaca Wislawa Szymborska. Jerzy habla de un grupo de poetas polacos de la postguerra. Poetas de esa segunda mitad del siglo que hicieron frente al vacío dejado por los sistemas filosóficos doctrinarios. Ellos lo hicieron, como escribe él, con «una poesía en que las palabas se refieran a la realidad, y no a la lírica pura, porque en ella las palabras no tienen más referencias que otras palabras. Los breves poemas-tratados filosóficos requerían, por una parte, una reproducción del universo y, por otra, una modificación de los recursos formales. Para ilustrar cómo se solucionó el primer requerimiento, basta con citar a Szymborska: ‘ … no hay preguntas más apremiantes/ que las preguntas ingenuas’.»

Wislawa escribió en 1957, Nada dos veces. Los primeros versos dicen: «Nada sucede dos veces/ y es lo que determina/ que nazcamos sin destreza/ y muramos sin rutina.» Versos más adelante concluye: «Entre sonrisas y abrazos/ verás que la paz se fragua,/ aunque seamos distintos/ cual son dos gotas de agua.» Estos son versos que para mí tienen un realismo muy profundo y que están expresados con la sencillez indispensable. Y los escribió una mujer polaca con una vivencia de postguerra y dictadura. Cosas que yo no he vivido, pero que sin embargo no me alejan de comprender lo que ella ha escrito.

El arte nos acerca a la realidad de varias formas. Nos transporta a lugares, como la fotografía, los medios audiovisuales o la pintura. Nos pone en contacto físico con otras personas, como el baile. Provoca en nosotros emociones y sensaciones, como la música o el cine. Pero lo más importante es que el principal recipiente donde se vierte el arte somos cada uno de nosotras y nosotros. Palpar con ojos humildes una obra de arte nos conecta con mayor veracidad a la experiencia humana de la persona que la creó. Y, por tanto, nos hace ver más claramente la realidad.

Javier BUSTAMANTE
Poeta
Ciudad de México
Enero de 2019

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