La música consubstancial al hombre

La música consubstancial al hombre

Foto: Javier Bustamante

De los sentidos básicos –ver, oír y olfatear– parece que el auditivo es el primero que desarrolla el embrión en el seno materno. Y ya desde los inicios, en el tercer mes de gestación, al encontrarse el feto envuelto por el líquido amniótico, eso le facilita una mejor trasmisión de los sonidos. Así, desde el primer momento, escucha los latidos del corazón de su madre que a veces son fuertes, rítmicos, y también hay momentos en que se aceleran u otros en que se suavizan. Esta música sincopada, constante, es para el feto su compañía, ser de su ser, y hace que no se sienta angustiadamente solo en medio de su pequeño universo. Son mensajes de «presencia de amor», es su primera música.

La música, para bien o para mal, la llevamos nosotros mismos, al igual que nuestra sangre.

Es como un fruto invisible que hace vibrar todas nuestras células.

Estando la música tan presente en nuestro origen, parece muy importante cultivar su papel en el ámbito individual, familiar y social. La cultura musical es del todo necesaria para nuestra salud tanto individual como social. Y en un época tan atenta al medio ambiente desde los postulados ecológicos, hay que pensar que la toxicidad que provocan los ruidos también estropean el medio ambiente. Necesitamos, pues, una cultura musical que nos dé pautas sobre el uso y abuso de la música, y que nos la haga utilizar como vehículo de conocimiento y sensibilidad humana, capaz de acercar personas y culturas.

(Palabras pronunciadas por Alfred Rubio en el transcurso de la cena Mar Obert en Vilanova i la Geltrú el 21 de julio de 1989.)

Os compartimos la hermosa obra musical Flight from the city, del islandés Jóhann Jóhannsson. Ilustra bellamente nuestro artículo.

 

Alfredo RUBIO DE CASTARLENAS
Médico y sacerdote
Barcelona (España)
Julio de 2019

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