Alfredo Rubio de Castarlenas (Barcelona, 1919-1996), cuyo centenario del nacimiento estamos celebrando, fue un gran promotor de la soledad y el silencio. Él mismo dio ejemplo al practicarlos cotidianamente, hasta cuatro horas y al recomendarlo a todos. Sintónico con los postulados de una mujer excepcional, Francisca Güell López (Versalles, 1885-Barcelona, 1976), promovió en 1971 un ámbito de reposo religioso y cultural en el antiguo monasterio gótico de Sant Jeroni de la Murtra (Badalona). Se trataba de facilitar un espacio histórico, cercano a la metrópolis, pero a la vez alejado de ella, en plena naturaleza, apto para toda persona que desease practicar la soledad y el silencio, en especial intelectuales y artistas, actualizando la tradición monástica que dio vida a aquellos muros. Actualmente más de doscientas personas realizan al año esta experiencia. El ejemplo ha cundido y hoy se está tejiendo una red de murtras por todo el mundo.
También la opinión pública cada vez va cobrando mayor conciencia de la importancia del silencio para un crecimiento armónico. Citemos como ejemplo el libro de Pablo D’Ors (Madrid, 1963), Biografía del silencio: Breve ensayo sobre meditación (2012) que se ha convertido en un auténtico best-seller con repetidas ediciones en diversas lenguas hasta el día de hoy.
El autor –nieto del filósofo Eugenio D’Ors– afirma que el problema número uno del ser humano contemporáneo es la dispersión. Estamos bombardeados por palabras, imágenes, sonidos y sin un tiempo de silencio para digerirlos. El silencio es el espacio y el tiempo para recrear lo que nos va a permitir ser personas. Según el autor, basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra forma. La meditación nos con-centra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser… Hay en el libro afirmaciones de gran madurez: “cuesta mucho aceptarlo, pero nada hay tan pernicioso como un ideal, y nada tan liberador como una realidad, sea la que sea” (p. 36). Plenamente sintónico con Alfredo Rubio que habla de ser contempladores de realidades, nunca de fantasías o entelequias: “las verdades abstractas, al no tener misterio dentro, al no poder crecer, son fijas, lo más contrario a la vida y a la realidad (22 historias clínicas –progresivas- de realismo existencial, Barcelona, 2004 p. 187).
A muchos visitantes al Monasterio de la Murtra y a otras murtras del mundo se les ilumina el rostro cuando se les habla de un lugar para practicar el reposo, en soledad y silencio. “Es lo que necesito”, piensan. Pero si no se lo proponen, nunca acudirán. Como afirma D’Ors: “meditar no es difícil, lo difícil es querer meditar.” (p. 35).
Octubre 2019