El Transclasicismo en un exabrupto

El Transclasicismo en un exabrupto

Las llamadas obras maestras que han trascendido tiempo y espacio poseen sólidos comunes denominadores.                 (Pintura: Lori Lemare. Foto: Javier Bustamante.)

¿Una punzada? ¿Leve visión de un relámpago? ¿Sólo ocurrencia? Más bien la práctica, el ejercicio de leer, estudiar, analizar, pensar, enseñar y escribir literatura por más o menos 38 años. Sobre todo poesía…

…y la noción de que las llamadas obras maestras de la poesía misma, la literatura, el arte en general, que han trascendido tiempo y espacio poseen sólidos comunes denominadores.

No puede ser casualidad tanta coincidencia. ¿Sólo en Occidente? No creo. ¿El famoso canon occidental? Harold Bloom, con sus veintiséis recomendaciones en el libro que tituló así, no deja de ser anglocéntrico, buscando enshakespearearnos a todos.¿O no?

¿Qué tanto del concepto de la mimesis aristotélica, por ejemplo, puede tener la poesía y la literatura prehispánicas o la china y japonesa o la de los relatos cosmogónicos de los aborígenes australianos o los de las más “perdidas” tribus africanas? No lo sé. Para eso, entre otras cosas, escribo: para investigarlo a fondo. Más que nada me asumo como poeta de la lengua española, pero hasta donde mis narices han llegado en tales entornos creo captar que la aguda percepción del filósofo de Estagira puede abarcarlos también.

Vicente Huidobro, de este lado del Atlántico, se ufanó, junto con el resto de las Vanguardias en Europa, de deshacerse de tal piedra angular de la Poética. Su creacionismo se aspiraba ya nunca más apoyado en la realidad, sobre todo entendida ésta como Naturaleza. Un poema, llegó a decir, era algo muy distinto a un árbol. Igual lo pretendieron, con verdadera rabia, en París o en Viena, en Roma o en Berlín, los demás “ismos”. Pero no repararon que Aristóteles hablaba de toda la realidad, es decir, de toda la realidad que podía ser aprehendida por el ser humano a través, primero y claro está, de sus múltiples canales sensoriales y, a partir de procesamientos racionalmente adecuados, cognitivos. Y si para el padre del realismo filosófico su época  -a través de la obra homérica, la tragedia y la comedia, sus artistas plásticos, etc.- estaba conformada más que todo con la preponderancia de lo natural sobre las todavía tímidas creaciones tecnológicas, es decir, “artificiales” en demasía, y la imitación de lo más valioso artísticamente debería ser la que nos produjese una mayor vivacidad de, por ejemplo, un cuerpo humano “muy físico” y natural, no se diferenciaba de la imitación que hacían los vanguardistas de su “nueva”realidad: los sueños y la irracionalidad del inconsciente; los sonidos y la velocidad de las locomotoras, automóviles y aviones; las visiones extendidas y los sonidos viajeros a través del cinematógrafo y el teléfono; las caprichosas morfologías de microbios, bacterias y células de los microscopios, así como las del Cosmos a través de los cada vez más potentes telescopios, etc.

Nuevas imágenes, nuevos contenidos, nuevas formas…pero de una misma y única realidad, abarcándolo todo…

(Incluso lo abstracto, si se le rasca un poco, devela sus fuertes nexos con lo figurativo.)

Y deduzco/establezco la siguiente seguridad con todas sus letras: Ni las Vanguardias ni ningún pretendido e inflamado “Post” ha podido hacer a un lado, de veras, el carácter mimético de la poesía, la literatura y el arte. Sobre todo lo subrayo, metiendo mis manos a cualquier fuego, para la poesía –terreno que mejor creo conocer.

Por ello quiero hablar de Transclasicismo, pero entendiendo por “clásico” no un mero sentido fundacional, idea que nos anclaría para siempre, de manera por demás reduccionista y cobarde, por lo menos en nuestro entorno más inmediato como hispanohablantes, a, sobre todo, Grecia y Roma antiguas.

Para nada.

Más bien me interesa retomar algunas bases de lo “clásico” -y ya presente en las creaciones humanas desde hace mucho, pero mucho, tiempo antes de las formulaciones teóricas del propio Aristóteles- en un sentido modélico; así como remarcar la observación de que tales presencias aparecen inexorablemente en la simbiosis formacontenido de aquello que pervive a pesar del paso de los siglos y que se empecina en atravesar, tanto de ida como de vuelta, frontera tras frontera. Y por ello, también, el prefijo “Trans”.

Adivinan: Parto de nombres que aluden a cosas por de más conocidas -pues hay que entendernos de entrada- y erijo aquí lo que llamo Transclasicismo, a reserva de encontrar, luego, una denominación exacta, precisa, para esta concepción del señalado transitar continuo, terco pues, por el tiempoespacio de aquellos elementos que parecen infundir una vida que no cesa en las obras literarias y artísticas que continuamos y continuaremos leyendo y consumiendo prácticamente sin fecha de caducidad. Ni en lo que respecta a su contenido (significado); ni en lo que respecta a su forma (significante).

 

Enrique MENDÍVIL
Escritor
Santiago de Querétaro (México)
Enero de 2020

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