Afrontar los nuevos retos

Afrontar los nuevos retos

Hace un tiempo en la revista hablamos de la esperanza como brújula de presente y forjadora de futuro, pues influye en las actitudes y en el actuar. Tener esperanza es siempre importante y en estos momentos tiene especial relevancia para avanzar en un mundo que el virus a cambiado.

Más que un paso adelante se requiere un salto hacia adelante
para poder volver a caminar en la sociedad que ha cambiado.

La situación que se está viviendo a escala mundial por la pandemia del coronavirus ha hecho que se replantee prácticamente todo: sanidad, política, ecológica, economía… También los valores a nivel personal y social, y se han producido cambios en la educación, en el trabajo, en las relaciones interpersonales, en la compra, en los hábitos de la vida diaria… Y con todo ello se constata que situaciones extremas, como esta que ha afectado a todos los países, sale lo mejor y lo peor de las personas y también de los estados.

Se ha estado sometidos a una sobre información especialmente monotemática, y en muchas ocasiones con una gran dosis de desinformación o con información manipulada. Muchos mensajes como eslogan: “Yo me quedo en casa”, “Juntos lo conseguiremos”, “Este virus lo paramos entre todos”, “La vacuna somos todos”… Se han vivido signos de cierta unidad internacional, como el aplaudir a los sanitarios, acciones musicales, deportivas…. Se han recibido comunicados frecuentes de los responsables políticos de los países con el objetivo de dar confianza y seguridad, o inseguridad, a los ciudadanos.

Sobre esta realidad social se ha escrito mucho: cómo vivir en momentos de confinamiento, la evolución del virus y sus efectos, los cambios que se producen, la crisis económica, laboral… También ha aumentado la oferta de herramientas para gestionar los efectos de confinamiento tanto a nivel educativo, psicológico, físico, espiritual…, y para afrontar la post pandemia.

Volver a como estábamos antes de que apareciera COVID 19 no es posible, o no tendría que ser posible. Hay un antes y un post coronavirus.

Se ha podido leer a numerosos autores que han escrito sobre el después, dando respuesta a la incertidumbre generalizada. ¿Qué pasará con la vida después del confinamiento? ¿Y si no hemos aprendido nada? ¿Y si lo que hemos construido durante esta cuarentena es tan frágil que no logra mantenerse cuando salgamos de ella?

Edgar Morin, sociólogo y filósofo, en su publicación Festival de incertidumbres se pregunta: “…qué será lo que, nosotros ciudadanos, conservaremos de la experiencia del confinamiento y qué conservarán los poderes públicos. ¿Solo una parte? ¿O será todo olvidado, cloroformado o folclorizado?

Para Leonardo Boff, teólogo, filósofo y ecologista: «hemos descubierto que el valor supremo es la vida, no la acumulación de bienes materiales.” Y “Lo peor que nos podría pasar sería, después de la pandemia, volver a lo de antes”.

El filósofo y psicólogo social Ismael Quintanilla responde sobre si seremos una sociedad con mejores valores tras superar esta pandemia: “No, a corto plazo la crisis no modificará cómo somos, no será un cambio radical.”

Francesc Torralba, filósofo y teólogo, ve en la esperanza “una actitud, un modo de estar, de mirar. Una mirada que ve posibilidades. … La esperanza tiene siempre que ver con el futuro.”

El miedo, la vulnerabilidad, la incertidumbre, la impotencia, un elevado grado de sensibilidad ante las situaciones, el control del otro ya que mi seguridad depende de él y la del otro depende de lo que yo haga, el distanciamiento familiar y social…, han de dar paso a renovadas emociones y sentimientos para afrontar la nueva realidad.

En el momento de retomar una nueva normalidad de funcionamiento es oportuno chequear las esperanzas y quizá readaptarlas a los cambios producidos, conscientemente y con realismo, es decir no esperar más de lo debido ni menos, para que actitudes y actuaciones sean acertadas.

Mayo 2020

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