En las redes sociales encontramos muchas frases que invitan, tras su lectura, a reflexionar. No es posible leerlas todas; a veces una imagen, un autor o quien la publica te hace fijarte y leerla. Dan consejos, aumentan la autoestima, hacen sonreír… Siempre hay en ellas un mensaje explícita o implícitamente.
Hay una que lleva tiempo circulando por las distintas redes: «Está muy de moda el “aprender a soltar”, pero se nos olvida el sostener, reparar, cuidar, amar, y no salir huyendo cuando todo se complica» de Fer Herrera. Incluso, como muchas otras, ha sido origen de comentarios, artículos o reflexiones en algún blog.
Hay mucha información sobre el tema de “soltar” tanto dentro del área de la psicología o enmarcado en el ámbito de la autoayuda y el desarrollo personal.
Soltar no es sólo dejar cosas externas, abandonar todo aquello que interfiera en tu calidad de vida, ni creer que es la mejor opción cuando la situación se complica o no responde a los objetivos y felicidad. Soltar es no querer tener el control de todo, es soltar el ego, el poder. Es renunciar a la necesidad de mantener siempre el control sobre los demás, de tener siempre la razón, de impresionar, de tener que competir. Es quizá dejar un temor, una angustia, el rencor…, el miedo a la soledad.
Pero la segunda parte de la frase, que hace referencia a sostener, reparar, cuidar y amar, es más importante para aplicarla en todo lo que se realiza en la vida, tanto a nivel personal como social. Posiblemente es más difícil que el “aprender a soltar” o el «abrir la puerta y salir huyendo» pues precisa muchas veces de un cambio en lo personal y en la relación que se establece con todo, desde la relación con las personas a la que se establece con lo que se tiene, se vive, se hace.
La revista RE publicó, hace un tiempo, el artículo “Crear y conservar” en el que su autor, Alfredo Rubio, señalaba que: “No tendríamos que atrevernos a crear aquello que no estamos dispuestos a conservar, poniendo todos los medios a nuestro alcance”.
Y en la vida, el cuidar y conservar se puede, y se debería, aplicar en la mayoría de cosas. De poco sirve invertir en una obra, por ejemplo construir un parque, si no se acompaña con un plan para conservar lo que tanto cuesta. Arquitectos descuidadamente felices construyendo edificios espléndidos sin tener una planificación de la conservación y el mantenimiento. Un sofisticado avión o un suntuoso barco si no se cuidan, pronto son chatarra. Un grupo, una entidad, un partido político… si no se sostiene, se rehace con mimo, se desintegra. O un restaurante bien decorado, elegante, si no se cuida con esmero sus toilettes, por esos sucios desagües se irá su prestigio. Y evidentemente, en una familia si no se va amasando con ternura día a día, estalla como una granada mortífera.
Concluía su artículo A. Rubio afirmando que “La grandeza del hombre es crear, sí. Pero triste prerrogativa sería si, a la par, no ejerce otro rasgo de la naturaleza: conservar, y aún mejorar si cabe, lo que por él mismo empezó a existir. ¡Hasta las cosas merecen el cuido y el respeto de quien las hizo ser lo que son!”
Septiembre 2020