Cercanía en la era de la distancia

Cercanía en la era de la distancia

Año 2020 y algunos meses -si no todo- del 2021. Probablemente recordaremos esta fase de nuestras historias personales como «los meses de la distancia». Esas largas semanas de estar a un par de metros, no sólo de las personas desconocidas, sino también de las próximas, de las que más amamos. ¡Y nada menos que por su bien y por el nuestro! Porque los contagios nadie puede predecirlos, al haber tantas personas asintomáticas pero infectadas. Y porque hay una creciente mayoría de población por encima de los 60 años, considerada de mayor riesgo si se contrae el COVID19.

Es una paradoja que no había vivido nuestra generación, aunque ha sucedido muchas veces en la larga historia del ser humano en la tierra: preservarse de contagios a base de segregar a los infectados (pestes, lepra…) y de distintas formas de protección según las posibilidades de cada época y lugar.

Todo ser humano fue diseñado para la presencia, la cercanía, el afecto.

¿Es raro que las culturas más expresivas y sociables tengan mayor índice de contagios? ¿Sorprende que, dentro de ellas, los jóvenes sean los que menos precauciones toman? A mí no me extraña. Todo en el ser humano es social: la vida y el cuerpo en sí mismos, porque provenimos de otras personas; el lenguaje, la cultura, el trabajo, el pensamiento… Todo se sostiene en un mundo de relaciones que, en este momento de pandemia, quedan «en suspenso», trastocadas en sus cauces naturales de expresión.

Si cualquier ser humano fue «diseñado» para la presencia y la cercanía con sus semejantes, hay culturas en las que esta cercanía se expresa fundamentalmente de manera física cercana: abrazos, besos, manos entrelazadas, proximidad en el diálogo… Y sucede que el riesgo de contagio mutuo nos obliga a estar lejos de personas muy amadas, de amigos y amigas de verdad, de familiares a quienes queremos tener cerca. Y si nos encontramos, hemos de conformarnos con un choque de codos y mucha más distancia de la que querríamos…

Es doloroso y muy riesgoso, por mucho que tenga de comprensible, el hecho de que muchos jóvenes provoquen nuevos contagios, llevados por su natural impulso a la fiesta, al abrazo, a la cercanía con sus amigos. Se requiere un sobreesfuerzo de concientización para que actúen en consecuencia, dado lo riesgoso de esas conductas que hace apenas unos meses eran una entre tantas otras de su comportamiento habitual. Ellos, que tienen fama de ser «hiperdigitales», son enormemente presenciales. ¡Buen dato para que modulemos nuestras opiniones sobre ellos!

Lo digital ha sido una especie de «tabla de salvación» que nos permite, no sólo durante el confinamiento total, sino ahora, seguir estando conectados y sintonizar nuestras vivencias, risas, anécdotas, e incluso momentos de interioridad compartida.

Pero lo digital no basta, ni bastará nunca. Como decíamos arriba, ¡somos seres profundamente sociales, y somos cuerpo! Por eso mismo tenemos que variar el repertorio de conductas que nos conecten con los demás en la presencia. Aprender a expresar y recibir afecto de maneras diversas, que no pongan en peligro a nuestros seres queridos. La distancia de más de un metro es un factor imprescindible; la mascarilla, aunque nos moleste, y la higiene de manos, también son importantes para reducir drásticamente las posibilidades de contagio.

La higiene de manos es clave
La higiene de manos es clave

Para expresar cariño tenemos la mirada, tenemos la voz, tenemos los gestos elocuentes, empezando por la presencia en sí misma, que es tiempo compartido y ya es importante. Aunque a veces tenga que ser en pequeños grupos de no más de 6 personas. Pero vivámosla. Hagámoslo sobre todo con las personas que están más solas. ¡Nuestros mayores no pueden sobrevivir sin afecto!

En un mundo sediento de cercanía como nunca antes, cada gesto y cada momento en común es un tesoro que nunca como ahora habíamos valorado.

Aprendamos a convivir de nuevo, ahora con un tercer invitado no deseado: el virus. Tenemos que ser capaces de dar y recibir amistad, presencia y cercanía, de manera que no nos pongamos mutuamente en peligro. Abrir nuevos caminos a la ternura, un desafío en la era del COVID19.

Leticia SOBERÓN MAINERO
Psicóloga y doctora en comunicación
Granada, España, octubre 2020

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