La crisis pandémica ha puesto todo patas arriba. La coyuntura de alerta en que estamos viviendo nos lleva a afinar la mirada y a despojarnos de las mascarillas. En la educación también los planos se han abierto. Padres e hijos al descubierto. Los buenos tutores han aparecido en el mundo virtual. Las vidas de los alumnos e hijos importaban y acompañados se sentían más seguros. La capacidad adaptativa de la educación y su especialización según las necesidades ha puesto a la educación en el punto de mira. Exigimos valorar la educación, reclamamos más gente educando, necesitamos interiorizar que aprender vale la pena.
Los profesores, en su lucha por un proceso de aprendizaje con un mínimo de garantías, se han convertido en actores principales para las familias, embajadores e imagen del centro escolar en la pandemia. Su trabajo ha sido increíble para que todo siga adelante en estas circunstancias excepcionales, convirtiéndose en uno de los colectivos más valorados y la propia administración los ha considerado personal esencial. Todo ello nos recuerda el gran encargo que tienen de acompañar, orientar y recolocar a cada uno de sus alumnos, asegurando su seguimiento y apoyo.
Educación confinada
Las medidas transitorias en esta situación de emergencia, para proteger a la comunidad educativa en su actividad presencial y superar el miedo introducido, tienen un carácter temporal, flexible y dinámico pero reivindican el valor de los profesionales de la educación y la grandeza de su tarea. Detrás de estos protocolos para limitar la propagación del virus, se confinan valores trascendentales en educación que habrá que redimir: modo individualizado, uso prioritario y exclusivo, siempre en la misma mesa, limitación de concentración, evitar compartir, distanciamiento interpersonal de seguridad en todo momento…
El día a día en la escuela tiene nuevas rutinas imprescindibles de prevención: termómetro, mascarillas, gel hidroalcohólico, ventilación, lavarse las manos, recipientes para material específico desechable, medidas de limpieza y desinfección… Toda la actividad docente presencial se adapta para evitar contagios: control de temperatura antes de entrar, comienzo y final de la jornada escolar escalonado para evitar aglomeraciones, circuitos señalizados unidireccionales para facilitar la circulación y respetar la distancia de seguridad, distribución de recreos y patios por zonas de grupo burbuja, clases online para los grupos confinados…
Recuperar el espacio escolar básico en estas condiciones no es lo óptimo pero ayuda a los alumnos a vincularse aprendiendo y desarrollando sus habilidades socioemocionales. El profesor y la escuela se hacen territorios posibles, necesarios y esperanzadores en la incertidumbre, dando continuidad al aprendizaje progresivo y planificado que garantiza el derecho a una educación de calidad e inclusiva. En su intervención educativa ofrecen experiencias significativas que buscan equilibrar las necesidades educacionales, sociales y emocionales de sus alumnos junto con la salud y la seguridad de la comunidad educativa.
Abierto por obras
La escuela en su imagen actual poco frecuente, trabaja sobre los mismos valores que la han hecho emerger. Utiliza, como no podía ser de otra manera, mascarilla, gel desinfectante, distancia de seguridad, grupos estables burbuja, higiene de manos, ventilación de espacios, limpieza y desinfección, confinamientos, toma la temperatura…, pero va más allá. ¿Nos la ha cambiado el virus o nos ha hecho descubrir su valor profundo? La escuela está abierta por obras para cuidar y cuidarse en esta época de descubrimientos sorprendentes. Además de ser un lugar seguro para aprender mientras los padres trabajan, apoya la salud física, mental, social y emocional de sus alumnos.
Más allá de lo urgente la educación emerge en un equilibrio constante entre lo inmediato y lo esencial hacia lo que se dirige. Es un camino grupal, abierto, comunitario, seguro, sostenible… Pero la educación presencial, en esta situación excepcional que estamos viviendo, requiere medidas corresponsables y coordinadas de carácter dinámico para minimizar los riesgos y recuperar la actividad habitual: grupos estables de convivencia, reducción de interacción entre grupos diferentes, división en bloques y adaptación de espacios, distanciamientos seguros… Todos hemos de contagiarnos del verbo aprender.
La escuela está abierta, como siempre, por obras, siendo positiva y no infectiva, concienciando y concienciándose, cumpliendo y haciendo cumplir, responsabilizándose y cultivando responsabilidad, alumbrado mañanas, abriendo horizontes, plantando posibilidades…, cerca de todos y cada uno de sus alumnos. Los profesores asumen el desafío de mantener intacto el derecho a la enseñanza, descentrándose y poniendo en el centro a los alumnos. Todo lo vivido les ha removido profundamente y aunque ahora las restricciones dificultan mucho las relaciones sociales clásicas, el profesor vela y cuida de la salud integral de las personas a su cargo.
Referencias fiables
El profesor acompaña al alumno que se le ha confiado e intenta comprenderlo e implicarlo para gestionar el riesgo, construir juntos la salud de todos y educarlos mejor. En esta situación vivida la perspectiva afectivo-emocional es muy importante. Ha de ayudar a valorar con especial sensibilidad la situación, a disminuir ansiedad y temores, evitar prejuicios y exclusión, cuidar de no estigmatizar ni discriminar, y apoyarles en sus capacidades para superar la situación. Los alumnos necesitaban encontrarse y ver a sus adultos de referencia para contarles sus preocupaciones y plantearles preguntas. De ellos esperan atención, complicidad, confianza…
Tras un largo periodo en la distancia, por fin podrán comunicarse y, con cierta responsabilidad y auto-exigencia, afrontar juntos aquellas competencias transversales de referencia: saber ser, saber relacionarse y aprender a aprender. Recibirán información honesta y adaptada a los destinatarios, compartirán la experiencia de vulnerabilidad, buscarán mecanismos de apoyo mutuo, afrontarán las contrariedades siendo más sensibles, cuidadosos, interdependientes, solidarios… No bajarán la guardia, seguirán los buenos ejemplos y lo harán bien como grupo porque es de mutuo beneficio. Al implicarnos en el bienestar de todos sanamos juntos.
Lidiar con las contrariedades de la vida forma parte de nuestro desarrollo. En este camino el alumnado ha de aprender a volar por sí mismo y el profesor está a su lado, acompañándole en su proceso de crecimiento integral, como un samaritano que acoge con los brazos abiertos y el corazón misericordioso, pasando de la empatía a la simpatía y comprometido con la dignidad de cada alumno. Esta profesión se basa en la relación personal desde la mirada comprensiva, optimista, pacificadora y esperanzadora. Y es significativa porque además de los contenidos curriculares vela por el acompañamiento emocional y el crecimiento completo de la persona.
Restaurar la esperanza
La situación actual presenta nuevos retos educativos: trabajar juntos de manera separada, poner distancia para gestionar la salud de todos, la obligación de no contagiar y el derecho de no ser contagiado… La escuela y los profesores son manantial de resiliencia. Miran con ternura y profundidad, amplían el perímetro de confianza, señala a la esperanza de todos, contagian de lo bueno, dibujan sonrisas bajo la mascarilla, desinfectan de miedos y pesimismos, acercan en las distancias de seguridad, protegen como grupo estable y saludable, limpian con dedicación el día a día, abren ventanas de atmósfera rehabilitadora, purifican y eliminan de gérmenes lesivos…, su cuarentena es vivificadora porque contagia paz y serenidad.
Al tomar la temperatura en la entrada al colegio estamos en condiciones y equilibrados. El termómetro nos ayuda a ver lo que no siempre se ve, aunque el profesor lo intuye por la experiencia y preparación que tiene. La sensibilidad del maestro detecta la temperatura de cada alumno y obra en consecuencia.
La mascarilla nos orienta hacia el interior de cada alumno. Nos invita a leer el lenguaje de los ojos detectando con la mirada el estado de la persona. ¡Qué importantes son los ojos! La mascarilla no deja ver nuestra boca y su sonrisa pero podemos leer a través de la mirada. Los ojos aquí son la sonrisa que abre puertas y declara las buenas intenciones.
El gel desinfectante nos lleva a potenciar los puntos fuertes de cada alumno y limar sus limitaciones y carencias. Invita a explorar sus capacidades y desde esa desinfección se construyen posibilidades. Las potencialidades aminoran los defectos y el propio alumno se desinfecta porque valora de otra manera sus límites.
La distancia de seguridad nos lleva a descubrir al otro desde una mirada igualitaria y solidaria. Llegamos al distinto de manera empática utilizando otros recursos que no son físicos sino amistosos y sin necesidad de tocarse. Valoramos el contacto como aproximación real porque es distancia física pero no emocional ni afectiva.
Los grupos burbuja o estables son depurativos. De las burbujas de jabón sale la limpieza. Esa burbuja crea intimidad de grupo, relaciones sociales de confianza, aproximaciones que suavizan y relativizan los conflictos. Se crean vínculos sociales de grupo y todos salen fortalecidos. Cada uno busca maneras de entenderse con los que están en su grupo burbuja porque van juntos en el camino. Todos sufren la misma situación y la vida en este grupo pequeño se vincula a ese grupo de referencia que te acompaña siempre.
La higiene de manos nos sirve para no contagiarnos ni contagiar. ¡Qué importantes son las manos limpias para mostrar afecto! Esta higiene refuerza la sinceridad, la palabra dada, las cosas dichas a la cara y expresadas oralmente. El profesor media en esta purificación para ayudar a conocerse y quitarse falsedades, apariencias, estereotipos…, que no nos muestran auténticamente. Ayuda a desmontar “suciedades”, les ayuda a expresarse quitando las apariencias que ocultan la fragilidad. El profesor trata a cada uno según su necesidad. Son iguales en dignidad con un tratamiento diversificado. Se preocupa de la persona y se adapta a lo que le identifica y le define según sus posibilidades. Da a cada uno en función de lo que es. La atención no es para todos igual porque no todos tenemos las mismas capacidades.
La ventilación permite que entre un aire nuevo. El profesor ayuda a reconvertir el dolor, la enfermedad, la muerte…, en algo que nos ayude a crecer. Estos temas son tabú pero en las aulas se afrontan abiertamente. Superar este desafío es muy importante para recuperar el bienestar.
El limpiar y desinfectar para adaptar los espacios y asegurar el estado óptimo de salud de todos. Se trata de hacer que todo lo que nos rodee sea saludable. Esta actitud no solo es del maestro sino también de la familia, los vecinos y de los ambientes de fuera de la escuela que también se han de desinfectar. Esta tarea de continuidad corresponde a la sociedad en su conjunto.
Al confinarse y seguir la cuarentena nos hacemos más sensibles a lo importante que es la actitud y comportamiento personales, tuyos y de los demás. Aquí se hace explícito y es necesario hacer feedback entre los implicados para valorarnos. Confinarse y pasar la cuarentena o no, nos ayuda. Sopesar con prudencia, tener en cuenta el sentido común y extender la solidaridad. Sentirse parte de un grupo, de un engranaje…, es un proceso dinámico que depende de la actitud de todos. Ese cierre perimetral nos hace sumar esfuerzos para que todos los lados de ese perímetro sean límite de seguridad.
Todo tiene sentido si construimos de forma colectiva, en comunidad, conectados en red. La relación significativa, fundamentada en el conocimiento y confianza, entre el alumno y el profesor hace que la experiencia humana vaya cobrando todo su sentido, tanto en los momentos difíciles como en los hermosos. El profesor es un mediador que vive cerca de los alumnos para que ellos vivan. Se complace en la madurez que van logrando y el buen uso que hacen de su libertad. El profesor persevera en la esperanza de dar sentido a la vida haciendo un mundo mejor. Contagia paz aplicando las “vacunas” oportunas para controlar los virus de nuestra vida que nos debilitan inmunológicamente pero que después de un proceso de confinamiento y cuarentena nos hacen más fuertes. ¿Son los profesores educadores esenciales? Tú ¿qué piensas?
Josep ALEGRE
Profesor, filólogo y educador socio-cultural
Barcelona, España
Mayo de 2021