Una mirada desde el realismo existencial
Hace más de una década una asociación cultural en los alrededores de Barcelona, desarrolló el incipiente tema en aquel entonces, con el lema: “Ante la crisis, resiliencia”. Era el año 2009 y se arrastraba una crisis económica que hacía sufrir a una gran parte de nuestra sociedad.
Se veía la crisis como una repetición cíclica, con la alegoría de “las vacas gordas y las vacas flacas”, que acontece por hechos medioambientales o provocados por la perfidia humana. Las “siete vacas gordas” simbolizan un tiempo de abundancia y prosperidad, mientras que las “siete vacas flacas” representan otro período de escasez y penurias. Conociendo lo simbólico de este acertijo, ya entonces, “avant la letre”, era una premonición del significado de nuestra actual palabra “resiliencia”, que tiene el sentido de ser capaz de reaccionar para adaptarse y cambiar cualquier situación problemática.
Esta resiliencia, al igual que físicamente y en su origen denota la capacidad de un sólido para recuperar su forma y tamaño originales, cuando cesa el sistema de fuerzas causante de la deformación, también a las personas nos da una resistencia y fortaleza para asumir con flexibilidad las muchas dificultades que se nos presentan en la vida y sobreponerse a ellas.
Desde el realismo existencial se nos propone aceptar positiva y creativamente las “reglas de juego” de la vida. Desde la concepción, por la unión de dos gametos, empieza la vida y al final, por mil y una causa, se produce la muerte; entre ambos paréntesis transcurre la vida. Y como afirma la Carta Magna de los Derechos Humanos, desde la libertad, el conocimiento y la amistad se desarrolla la existencia.
Hay que tener presente que así como las reglas de juego son diferentes en cada competición (ya sea del fútbol, del tenis o del simple parchís) también, aunque haya un denominador común, también son distintos los matices de las leyes de los diferentes países y gobiernos.
Y, ¿no es cierto que en ocasiones manifestamos que la vida es maravillosa? Aunque, ante ciertos avatares con pesimismo acentuado, expresamos todo lo contrario.
El término crisis, médicamente, se refiere a un cambio brusco en el curso de una enfermedad. La misma palabra griega crisis que se pronuncia de forma parecida, llega a significar superación.
No es de extrañar que muchas personas ante la crisis económica, de una manera resiliente busquen oportunidades de cambio: buscar otros trabajos, realizar nuevas actividades, formarse con nuevos estudios e incluso trasladarse a otro país en búsqueda de otras posibilidades.
Con esta pandemia del Covid19 hay muchos temas sociales, laborales y sociológicos que requieren una sólida resiliencia. Con la mirada puesta en los acuciantes problemas, se propone un gran esfuerzo desde lo más profundo de cada uno para que ayude a la población cercana a superar las graves dificultades del momento.
Una visión estática de la resiliencia nos conduciría a desear volver a la normalidad, volver al mismo estado en que nos encontrábamos (en el ámbito de lo individual y como sociedad) en el momento inmediatamente anterior a la pandemia. Pero cuesta imaginar que las circunstancias vuelvan a ser las mismas que las previas a esta perturbación pandémica. Aceptada la imposibilidad de vuelta a un pretendido «estado inicial», el actual escenario social precisa una resiliencia evolutiva a una adaptación a la nueva (futura) y diferente normalidad.
Y en el proceso de resituarse en la “nueva normalidad”, además de la resiliencia como herramienta que aumenta nuestra capacidad para ser felices a nivel individual, adquiere especial relevancia la “resiliencia comunitaria”. Que se favorezca el mantenerse activos, reflexivos y sabiendo cómo comportarnos con el entorno, se fomente la cohesión con los demás, ya sean familiares o de amigos significativos, y de instituciones o asociaciones.
Junio de 2021