Jaime Sandoval & Anke Blaue

Jaime Sandoval & Anke Blaue

AB548, 2019

– Recientemente Anke ha presentado en Barcelona una exposición “Metafísica del color”, con textos de Jaime. La Sagrada Familia -el emblemático templo de la Ciutat Comtal- es una sinfonía de luz y de color, para Gaudí el color es altamente simbólico, y confiaba en el gusto de los artistas que le sucederían. Una tesis doctoral reciente del profesor Francesc Torralba versa sobre la fachada de la Gloria, todavía pendiente de realización, ¿alguna sugerencia artística desde vuestra “metafísica del color” para la llamada “Catedral de Europa”?

– Nuestra primera sugerencia sería que el color a utilizar, la paleta dominante fuese una aproximación al color preexistente en el templo. No buscar una ruptura sino continuidad. Sugerir un color que no interrumpiese el silencio que permanece en cualquier templo. El color de la piedra, de la piedra erosionada por el paso del tiempo: marrón pálido, beiges desiguales, ocres terrosos… un color ‘antiguo’.

– ¿Qué aporta vuestro diálogo de esposos en el proceso creativo?

– Somos conscientes que el proceso creativo que compartimos, cuando los caminos de la pintura y la escritura se cruzan, nuestra convivencia de algo más de 20 años se fortalece. Nuestro rol naturalmente asumido de marido o mujer, de madre o de padre (somos padres de Elia y Sophia), se transforma en un proceso veloz donde hay conversaciones intensas, donde contemplar conjuntamente, aconsejar, criticar constructivamente, ayudar al otro cuando se queda exhausto, avanzar y avanzar hasta llegar Anke a sus lienzos y yo a mis textos. Para mí, Jaime, escribir sobre la pintura de Anke, profundizar sobre ella, me permite conocerla cada vez un poco más como persona: y esto fortalece positivamente nuestra vida en común.

– ¿De qué modo vuestros hijos participan de vuestras epifanías de belleza?

– Ellos han vivido la obra pictórica, el taller, los bastidores, los lienzos, pinceles, potes de pintura… desde que han nacido. Anke siempre les ha ‘abierto la puerta’ del taller, les ha puesto una gran hoja en blanco en el suelo y les ha puesto un pincel en las manos. Aunque Elia se dedica a la música y Sophia, aún en la escuela, parece que se va a dedicar a la danza contemporánea, ambos pintan muy bien. Dos detalles: el primero es que los únicos cuadros que Anke tiene colgados, ¡desde siempre!, en su taller son ‘obras’ pintadas por Elía y Sophia. A ella le parece increíble la libertad y desapego con el que pinta un niño. El segundo es que el primer fin de semana de enero celebramos junto con otra familia de Berlín, con dos hijos también, el primer Familienkunstworkshop, es decir, el primer taller de arte en familia: nos juntamos los ocho en el taller de Anke, y cada uno ofreció su saber (en relación a la pintura) y cada uno recibió ese saber de otro. En el caso de Anke, ella quiso aprender como Erland, el hijo de la otra familia, un chico de 12 años pintaba sus óleos sobre tela.

– Pasáis temporadas (y cantáis) en Santes Creus, el antiguo cenobio cisterciense donde el pueblo recogió la antorcha de la extinta Comunidad. ¿En qué medida son necesarios hoy los espacios neomonásticos?

– La vida nos ha regalado poder pasar una temporada al año en Santes Creus. En la plaza de Sant Bernat, presidida por la fachada silenciosa de la iglesia. Cuando estamos en Santes Creus, cada día vamos a caminar por los alrededores del Monasterio, caminos de tierra que evocan, con sus ‘marges’ de piedra, el trabajo anónimo de tantas generaciones de campesinos. Todavía se nota esa fuerza latente aunque esté extinta.

Y también cada día vamos a visitar el monasterio. Lo recorremos en calma, cada vez se descubre algo nuevo. Con frecuencia recuerdo algo nuevo porque yo mismo fui monaguillo durante unos años en la iglesia del Monasterio. El sacerdote de entonces, mi estimado Mossèn Clemente, me educó en el respeto hacia el Monasterio, su historia y hacia la música. Él fue un gran melómano, creador de los famosos «Dissabtes musicals a Santes Creus», cada verano durante muchos años. Y sí, todo esto mezclado con que en Alemania hay una fuerte tradición con el canto, aumentado con el hecho que Elia estudia música en Hamburgo, cuando estamos en el Monasterio, más exactamente en lo que fue el refectorio, donde la acústica es maravillosa, cantamos. Cantamos a dos o tres voces, a canon, a una sola voz. Y eso, de alguna manera inexplicable, nos une un poco más. Por todo esto, por cada experiencia que pueda regalarnos un templo con tanta historia, justamente por eso son necesarios los espacios neomonásticos.

AB254, 2015

– ¿Qué papel juega el silencio en vuestra vida cotidiana y en vuestras reflexiones plásticas?

– Nosotros vivimos en el norte de Alemania, en el campo, en un «Hof«, es decir, lo que se entiende por un manso. El sonido del viento, de la lluvia, de los pájaros, de la nieve, de la noche… todos esos sonidos son una evocación del silencio. No puedo evitar evocar la figura de San Juan de la Cruz y su verso “la música callada, la soledad sonora”. El silencio en nuestro entorno, aunque vaya acompañado de los sonidos que proceden de la lluvia al caer sobre la tierra o los árboles o la casa, es profundo y conmovedor. Son sonidos que fluyen naturalmente, sin premeditación o control alguno, van y vienen, como la naturaleza misma suele manifestarse en su natural discurrir. El silencio como creemos conocerlo, es decir, la ausencia de cualquier sonido natural o artificial, también se da, y de forma inesperada, no sólo por la noche. Puede ser al amanecer o, sorprendentemente, por la tarde. Todo queda suspendido en la incertidumbre de su duración. Y nosotros, que ya vivimos aquí en esta casa, en este lugar llamado Holt, desde hace unos 15 años, aún y sabiendo que esto es así, cuando nos sorprendemos escuchando este silencio o la respiración profunda de la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones, entonces comprendemos qué importante es saber escuchar, estar atentos, ser receptivos… porque entonces descubrimos todo aquello que hay más allá de nosotros mismos.

Los tres cuadernos de textos anteriores a «Metafísica del color», cuadernos también fruto de la contemplación de los lienzos de Anke pintados en este entorno, se titulan:

«El silencio de la palabra», «El silencio del color» y «El silencio de la luz».

– ¡Muchas gracias!

Jaume AYMAR RAGOLTA
Historiador del arte
Barcelona, España
Febrero de 2022

Publicaciones relacionadas

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *