Paz

Paz

AFP No dejo de repetirme la introducción del documento “Carta de la Paz, dirigida a la ONU”, la sé de memoria: “Amigos, amigas: La mayoría de las personas desean en lo más profundo de su ser, la paz. Sin embargo, son patentes las trágicas y continuas quiebras de la paz entre los distintos pueblos del mundo. No es fácil la tarea de buscar soluciones adecuadas para alcanzarla. Muchos son los obstáculos.” La firmé y adherir a ella el año 1995, en la ciudad de Santiago. En estos 27 años, créanme que sigo encontrando La Paz, inmensamente frágil. La paz personal, familiar, social, mundial requiere voluntad, esfuerzo, trabajo personal, humildearse mucho y estar abierto a los otros, mis otros y sus particularidades. Para nadie hoy es indiferente lo que ocurre entre Rusia y Ucrania. No vengo aquí a dar razones del conflicto. Tampoco pretendo un análisis. Sí me permito ofrecer una reflexión, una mirada que me surge ante este horror siempre incomprensible.

Los medios de comunicación nos acercan y ofrecen con gran despliegue una cobertura en vivo y en directo de lo que esta pasando. Me he quedado con una imagen, una realidad y un ensayo.

Una realidad:

Los hombres entre 18 y 60 años están obligados a quedarse en Ucrania. Las mujeres y niños esperan horas para cruzar, avanzando con la mirada puesta en sus hombres, hermanos, esposos, abuelo o padres inmóviles en la frontera, en su país, su hogar, su casa y desde allí las ven partir, ven, palpan que ellas son el signo invisible del horror y con ellas se va la paz. Ellas deben huir. Los hombres que se quedan albergan en el alma la esperanza que sus hijas, esposas, nietas, amigas, sean acogidas en Polonia, en Eslovaquia, Hungría, Rumanía y Moldavia. Las fronteras abiertas dan un respiro. Las noticias sobre que las autoridades y ciudadanos se están volcando en la acogida a estos refugiados, alivian, dan cordura ante lo incomprensible de esta situación. Ya sea por la proximidad que dan la geografía y la historia, junto a la conexión íntima que confieren que allí los esperan familiares, amigos o conocidos o que simplemente los vínculos culturales y religiosos, hacen del recibimiento, la acogida, y el refugio una realidad esperanzadora. Las fronteras abiertas para los que arrancan del horror; las cuarentenas anticovid paradas, los refugiados son prioridad.

Ante este punto de partida les ofrezco un poema de Santiago Kovadloff, argentino, ensayista, poeta, traductor de literatura de lengua portuguesa y autor de relatos para niños argentino. Les invito a cambiar la palabra mujer por paz. No, no es desde un homenaje por este 8 de marzo, es más bien un ejercicio con una pizca de anhelo, de ser mujeres nuevas, portadoras de paz, comunión y solidaridad.

Un ensayo

MI CASA, ESTA MUJER

«Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Como ella, con ella, todo a mi alrededor reposa. Cuando ella despierte, también lo harán las cosas. Volverán a abrirse las puertas, correrá el agua otra vez, los pasos avivarán la vieja escalera, caerá de nuevo la luz sobre las plantas. Yo retornaré a mi mesa, a las palabras, y su voz, como un halo, circundará mi día. Cuando ella se haya ido a su trabajo, alzaré los ojos de la página, y un tapiz, un clavel, un amuleto inesperado en la cocina de la casa repetirán el nombre de esta mujer que todo lo pobló con su presencia y el acierto de sus manos. Ella es mi casa, puerta mayor de acceso al sentido de estos cuartos. Si el egoísmo o la indiferencia quiebran nuestro encuentro, la casa se oscurece. Como una dura denuncia de soledad sin remedio, las paredes se cargan de presagios, se repliega el color de cada cosa, la casa se vacía, y habitarla es quedar a la intemperie. Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Cuando ella anda lejana, todo es lejano en la casa; con ella se van en tropel las cosas de mi entorno, y estar aquí se vuelve una tortura; acosa cada sitio, cada paso lastima, rincones y objetos se hacen inservibles. Y la casa recuerda, en un susurro triste, que alguna vez supimos ser mejores. Si renace la alegría, renace la casa. Cuando la lucidez o el deseo vuelven a reunirnos, la casa otra vez se ilumina: tienen sentido mis papeles, cada cuarto es la evidencia de un proyecto. La casa entera es una fiesta y por la vieja escalera vuelve a correr el aliento suave y denso de la vida».

Claudia TZANIS EISSLER
Periodista
Santiago, Chile
Marzo de 2022

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