Avanzar en medio de la precariedad

Avanzar en medio de la precariedad

Es evidente que se ha producido en muchos países una grave y repentina crisis global especialmente en aquellos en los que funciona una democracia. Cuando hablamos de crisis nos referimos a diferentes formas de entenderla, cabe pensar que se trata de un momento de intenso desbarajuste en una realidad, ya sea intelectual o social; en medicina se considera que una enfermedad hace crisis en el momento en que empieza a dar una vuelta para sanar al enfermo, y el Papa Francisco, en uno de los discursos iniciales de su pontificado, definía la crisis como un zarandeo, es decir, una sacudida.

«Esta es la estética: la del bienser y la del bienestar.
Ésta es la mayor belleza que puede conseguir la persona que no se cierra en sí misma.»
Imagen de silviarita en Pixabay

Estas consideraciones iniciales sirven para enmarcar lo que nos espera vivir, especialmente en lo que respecta a la economía en estos años que tenemos por delante. Muchas actividades, realidades, proyectos… se ponen en cuestión. La pandemia del Covid-19 ha contribuido a sacudir la situación económica y ha sido el desencadenante que empezó con un paro espectacular para defenderse del Covid-19. Un paro forzado que ha afectado muchos sectores y ha producido verdaderos destrozos de puestos de trabajo, de convivencia o de pobreza, difíciles de recuperar.

No puede negarse que la situación económica de muchos países ya arrastraba dificultades. Las bolsas de pobreza iban creciendo y en este momento se han disparado, afectando principalmente a la clase media y ya no digamos a tantas personas que se encuentran en un paro forzado y tantos pobres de solemnidad, como decíamos antes, a los que se ayudaba con la llamada beneficencia que hacía la buena gente y muchas instituciones, especialmente las de cariz religioso. Es muy duro el momento en que tanta gente necesita encontrar trabajo y no lo hay, y saben que se entra en una espiral de pobreza difícil de salir a corto plazo.

Nueva solidaridad

La solidaridad ha funcionado bastante bien durante este período de reclusión en las casas y de paro general. Se prevé que se está llegando a un techo que necesita que se resuelvan laboralmente muchas dificultades, ya sea en el ámbito socioeconómico y también en el político-económico. Es hora de que la sociedad sea capaz de crear riqueza, es decir, puestos de trabajo, sabiendo que es una necesidad nada fácil de resolver.

Los economistas hasta hace no mucho tiempo, cuando se les hablaba de salir de la crisis, decían que era necesario crear puestos de trabajo, pero acto seguido, cuando se les pregunta: «¿dónde están estos puestos de trabajo?», callan porque es una realidad lejana. Es evidente la división que se ha producido en dos amplios grupos cuando pensamos en el otro sector de personas que no les afecta: funcionarios, pensionistas, rentistas, militares, propietarios de inmuebles, de fincas, personas con fondos de ahorro, etc., no les preocupa directamente, pero moralmente quizás sí.

Replantear el bien común

Es hora de replantear el bien común por encima de las ganancias, a menudo desmesuradas, y restaurar el mundo empresarial, científico, cultural, ecológico, de la enseñanza, del comercio, de la hostelería, de la salud, el tecnológico, el mundo digital, los avances en la robótica, y ya no digamos entre otros, el de la ciencia médica que está dando unos pasos gigantescos, especialmente en la nanotecnología biológica y las aplicaciones científicas en el mundo de la cirugía, etc. Por tanto, se abre un gran abanico de actividades en el que el progreso pide una reflexión científica profunda. Tenemos por delante abrir nuevos caminos, para incrementar la tecnología científica y para dar un salto espectacular en la aplicación de estas novedades que representarán unos magníficos avances en bien de la persona. También será fundamental potenciar la dimensión humana para reaprender a convivir y relacionarse con las personas de otro modo a partir de la utilización de medios digitales que abarcan desde la telefonía móvil con video llamadas hasta videoconferencias que ya se han utilizado mucho durante el confinamiento.

«Las bolsas de pobreza iban creciendo y en este momento
se han disparado, afectando ya no digamos a tantas personas que
se encuentran en un paro forzado.» Imagen de Sara Vaccari en Pixabay

Esta nueva pobreza abarca a mucha gente que se replantea cómo crear nuevos puestos de trabajo y nuevas formas de ingresar un dinero para subsistir tanto a las personas individuales como a las familias. Esta realidad afecta a un numeroso grupo de trabajadores, propietarios de pequeñas, medianas y grandes empresas y también multinacionales, y otras empresas subsidiarias que incluso influyen en los grandes gastos. Muchas de estas formas comerciales han vivido el drama de cerrar puertas y sin esperanza de poder abrirlas a corto o medio plazo. Cuántas personas que por dignidad o por prudencia dejarán, seguro, un ritmo de vida alto y lo ajustarán para esconder la opulencia. Es necesario tener buenas ideas, pero cuando es hora de hacer una ideología debe medirse mucho para no caer en formas de presión y que, a menudo, el beneficio es sólo para unos pocos.

Nueva visión político-económica

El problema radica en que la política se enfrenta a un reto primordial de entrar en la promoción de la economía y del bienestar de los ciudadanos por encima de ciertas ideologías. Las opciones hasta ahora son diversas, puesto que van desde la perspectiva marxista, sea radical totalitaria o endulzada que pasa por un totalitarismo que promueven ciertos gobiernos. Otra vía es la capitalista, que tampoco satisface hoy, porque propicia los altos desniveles económicos en manos de pocos y por el miedo a crear grandes diferencias de salarios, a menudo muy descompensados. Quizás hay que pensar en una nueva visión de la economía, contando que el gran capital está en manos no sólo de unos empresarios, sino que está en manos de lobbies, blogs de naciones o de algunos países que han hecho una clara opción de aprovechar el momento actual para controlar la economía mundial. Cabe pensar en China, Estados Unidos o en menor escala el Mercado Común, todos estos hoy se disputan los primeros puestos de la economía mundial. También hay otros países dispuestos a entrar en esta lucha económica como India o Países Árabes. Los países pobres, o mejor, los que actualmente se han empobrecido más a partir de la pandemia necesitan la solidaridad de compartir para producir riqueza.

Nos preguntamos: ¿serán capaces de ser solidarios? Muchos países se ven ahogados y sienten la desesperanza para poder salir de este callejón con pocas salidas y esto provoca una fuerte incertidumbre económica principalmente porque sus arcas están agotadas, la solución de ponerse en manos del capital de extranjero, de países como China o Estados Unidos que solucionarán problemas temporalmente, pero quedará un endeudamiento fuerte. El clamor que sentimos de algunos expertos en economía es: ¿se debe producir más?, ¿se debe trabajar más?, ¿se deben inventar nuevos negocios?, etc. Pero, ¿cómo?, ¿con qué dinero?, ¿con qué ayudas internacionales? Por ejemplo, en nuestro país, ¿cómo haremos volver el turismo? ¿Se fiarán las empresas que no tienen la preparación para trabajar con más robots, para trabajar online o para realizar el trabajo con menos personal? ¿Es también la ocasión de avanzar ante tantos descubrimientos científicos que quizás en estos momentos estaban parados y que es hora de que se hagan realidad práctica? Esta precariedad ya la probamos en la crisis del año 2008 y nos íbamos saliendo, pero ahora se ha multiplicado de forma exponencial.

Estética y ética

«Nos preguntamos: ¿serán capaces de ser solidarios?»
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Es hora de repensar actitudes político-económicas que sean respetuosas con la iniciativa privada, pero desde una dimensión colaborativa y con una transversalidad eficaz. Se necesita una nueva ética y una nueva estética. La política debe estar al servicio de la persona para conseguir el bienestar de los ciudadanos. Esta es la estética: la del bienser y la del bienestar. Ésta es la mayor belleza que puede conseguir la persona que no se cierra en sí misma. Por otra parte, la ética como camino del bienser y el bienestar, pide renunciar a la obsesión de superar a los demás contrincantes en beneficio propio. Esta socialización o solidaridad se convierte en un instrumento para afrontar un nuevo régimen de actuación.

Hoy ya no se habla tanto de la «lucha de clases», pero es cierto que hay muchas luchas por motivos raciales, étnicos o de género, de preferencias políticas o regionales que a menudo llevan a desterrar muchas posibilidades para reconstruir una novísima economía encaminada a superar la precariedad. Verdaderamente los esfuerzos políticos que están orientados a que lleguen a los ciudadanos unos mínimos para subsistir, ayudan; sin embargo, hay mucho que hacer.

En cuanto a la estética, se reclama a la conciencia ciudadana recuperar los valores humanos y humanizadores de la sociedad. Entristece oír propuestas de progreso que destierran la cultura, el arte, la belleza, las artes plásticas, el teatro, la novela, el cine, la filosofía, la espiritualidad… por tildarles de «imprácticos» o no rentables.

La ética clama contra las ganancias abusivas y la corrupción que escapan de la justicia, pero también en cuanto al trato y la consideración a las personas, debe promover la igualdad en dignidad que merece toda persona viviente, desde que nace hasta que muere y terminar con enfrentamientos, a menudo estériles. Es propio de la ética velar por una igualdad en dignidad, que abarca la humanidad entera, que por el mero hecho de existir se merece esta dignidad abrazada por la libertad.

Josep M. FORCADA CASANOVAS
Médico. Presidente del Ámbito María Corral
Publicado originalmente en RE catalán núm. 104           

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