Saborear el ser: cristalización de la armonía

Saborear el ser: cristalización de la armonía

claridad
«A pesar del ruido de las oscuridades se mueven en silencio
innumerables personas y comunidades para llevar
la luz allí donde no aparece o está escondida.»

En estos tiempos de incertidumbres más palpables para muchos en el planeta hacemos consciente algunas certezas: respiramos, el aire entra y sale por la nariz y la boca, conectando el interior y el exterior, aire y agua que contraen y relajan los pulmones, que retroalimentan nuestro ser en una danza sostenida de dar y recibir. Como sabemos, en este plano de existencia, la vida de los seres humanos, la vida de la humanidad, la vida de animales, plantas y el planeta entero está en constante cambio y transformación. Siempre ha sido así, pero en las últimas décadas el cambio se acelera exponencialmente. Esta velocidad en el cambio dificulta el saboreamiento —gustar lentamente—, si no encontramos espacios y tiempos de pausa, descanso, contemplación, profundización de la respiración hasta las entrañas que nos permitan degustar y digerir lo que pasa por nuestros pulmones, cabezas, corazones y estómagos.

Las gotas de rocío de cada amanecer son a la vez nuevas y a la vez están conectadas con el vapor de agua de las noches y los días precedentes y, en última instancia, están conectadas con los asteroides y cometas que nos regalaron el agua desde el cielo hace millones de años. Cada mañana se transforman y se evaporan, elevándose.

Como sabemos también, tanto la Tierra como los seres estamos compuestos básicamente de agua. La cristalización cambiante del agua y los diferentes nombres y formas en que se presenta el mismo elemento y esencia, como rocío, escarcha, hielo, nieve, lluvia, vapor de agua, niebla, nube, lágrimas, río, mar, océano… nos invitan a contemplar, al mismo tiempo, los cambios constantes y también la existencia continuada, con el sol y la luna bailando sobre nuestras existencias y horizontes circulares. El agua de la que estamos compuestos se constituye en canal para los intercambios en nuestras relaciones, en la que mente y corazón se sirven de ondas electromagnéticas. No en vano, el agua se ha asociado simbólicamente, en muchas culturas, con la vida, el aspecto femenino, los sentimientos y emociones.

La Carta de la Paz dirigida a la ONU —impulsada inicialmente por la Universitas Albertiana y el Ámbito de investigación y difusión María Corral— destaca en el punto v «[…] los seres humanos, por el mero hecho de existir —pudiendo no haber existido—, tenemos una relación fundamental: ser hermanos en la existencia. Percibir esta fraternidad primordial en la existencia, nos hará más fácilmente solidarios al abrirnos a la sociedad.».

La fraternidad existencial no se percibe rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos, debe ser vivida, sentida, degustada a cuentagotas, cada día, a la vez sostenida y renovada. La crisis (cambio) global que estamos viviendo nos invita a tomar conciencia de esta existencia compartida, en la que casi 7.700 millones de seres humanos y centenares de miles de millones de otros seres en la misma gota de agua suspendida en el universo compartimos la vida en tiempo presente. No es la primera pandemia que vivimos y, probablemente, no será la última. Pero no había afectado a tantos seres a la vez, interconectados de manera natural, aunque también de manera telemática, como nunca en la historia. Esta sindemia causada por un virus minúsculo e invisible pone de manifiesto no solo afectaciones a la salud individual y colectiva, sino también graves desigualdades, enfermedades físicas y sociales e injusticias, que ya estaban aquí, pero ahora continúan saliendo al descubierto. También ha sacado a la luz innumerables iniciativas y acciones de solidaridad y compasión para los que lloran cerca y los que lloran más allá del horizonte.

«A través de meditación, mediación y medicación recorremos vías
para cristalizar la armonía, en nosotros y a nuestro alrededor,
invitando (nos) a saborear la vida.»

La profundización de la polarización en personas y comunidades, la aceleración progresiva en los intercambios comunicacionales, la extensión del miedo a todos los niveles, las espirales de violencias directas, culturales y/o estructurales, las voluntades y acciones de dominio sobre los demás hacen creer, tanto a los que se benefician aparentemente como a las personas y comunidades afectadas, que estas situaciones son reales y pervivirán en el tiempo. Los más diversos científicos, filósofos y personas de diversas culturas y espiritualidades nos recuerdan que la oscuridad no existe: la oscuridad es sólo la ausencia de luz. A pesar del ruido de las oscuridades se mueven en silencio innumerables personas y comunidades para llevar la luz allí donde no aparece o está escondida. Vivimos una oportunidad para elevar nuestra conciencia individual y colectiva que no podemos dejar pasar.

En este contexto, hace más de un año que iniciamos el camino de la iniciativa denominada Ésser en Pau / Ser en Paz (Eep!), un diálogo de calidad pensado para ser saboreado, para valorar los múltiples colores, sabores, aromas que destilamos en lo que vivimos, así como conexiones visibles e invisibles que nos unen, una iniciativa con una metodología en tres fases en diversos ámbitos y dimensiones, focalizando la atención en la situación social y política en Cataluña-España como también la Eep/Pandemia, desde el confinamiento del pasado marzo de 2020, situaciones que vivimos local y globalmente.

Alfred Rubio expresaba lúcidamente el año noventa: «La vida es un don maravilloso que nadie se ha podido dar a sí mismo. Es algo que vale la pena en sí. Si luego hay otro don aún mayor, de una vida ya inmortal y plenamente gloriosa, tanto mejor: «miel sobre hojuelas», pero despreciar esta vida en sí misma, que ya es apetitosa «hojuela», me parece mal camino para prepararse a recibir otros deberes posibles y más altos».

El reto de nuestro presente —y de nuestra vida— no se puede expresar mejor en pocas palabras. Estamos invitados a degustar y valorar y aplicar «re-medios» cuando hemos perdido —aparentemente— el medio, cuando dejamos de saborear, cuando perdemos el centro, sea física, mental, emocional y espiritualmente, personal, comunitario o global. Ante la pérdida del centro aplicamos meditatio, mediatio, medicatio (que comparten la raíz «medio», aplicado a diferentes niveles).

Antes de comenzar el diálogo, antes de expresar palabras, invitamos al silencio de la meditatio, para reconectar con nuestro medio o centro original personal y colectivo, para focalizarnos en la Ley de la Vida impresa en nuestras células y seres, unas gotas elevadas que descansan en un lago en paz e irradian nuevas ondas electromagnéticas circularmente en todas direcciones.

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«Las gotas de rocío de cada amanecer son a la vez nuevas y están
conectadas con el vapor de agua de las noches y los días precedentes…»

Una vez estamos preparados facilitamos entre nosotros la expresión de las palabras y los silencios a través de la mediatio, encontrando un nuevo medio y centro colectivo a través del diálogo social mediador; un espacio y un tiempo de expresión y escucha a fuego lento, de descanso y activación que invita a transformar las emociones y pensamientos negativos, así como los resentimientos individuales y colectivos, algunos incluso resentimientos históricos causados por traumas individuales y colectivos pasados, en pensamientos y acciones originales que emergen de nuestros centros reencontrados, nuevos medios dinámicos que nos armonizan como personas y pacifican nuestros entornos.

Finalmente, a partir de los nuevos centros generados por este diálogo de calidad, invitamos a realizar la generación de la «visión común» como hacen desde la antigüedad numerosas tradiciones culturales y espirituales del planeta. Nos aplicamos y aplicamos al planeta medicatio, el buen «re-medio» y la buena medicina de cultivo de nuestras mejores semillas por las personas y para las personas, para todos los seres. Irradiamos una visión común que impregna todos los campos y niveles, desde nuestras entrañas hasta envolver de curación y luz todo el planeta.

Vivimos para ser, para degustar la vida en aguas dulces o saladas, serenas o movidas, como dibuja el salmón en su viaje circular por las aguas de la vida, nadando en contra corriente hacia las aguas cristalinas que un día lo vieron nacer. A través de meditación, mediación y medicación recorremos vías para cristalizar la armonía, en nosotros y a nuestro alrededor, invitando (nos) a saborear la vida.

Jordi PALOU-LOVERDOS
Director de la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU
Barcelona, España
Autor de: Como el salmón dentro del agua Editorial Pagès
Publicado originalmente en RE catalán núm. 107

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