Orfebres de la esperanza

Orfebres de la esperanza

Fotografía: Josep Alegre

La educación es un quehacer que combina el movimiento y la parada. El trayecto se desarrolla explorando en diversas direcciones y dando tiempo para asimilar la vida que vamos construyendo. Es un camino de relación con un mundo diverso y plural en el que también nosotros somos diversos para los otros. Esta conciliación no es una dicotomía, sino una relación entre iguales que podemos vivir juntos y en cooperación. En el mundo diverso que nos rodea, convergen identidades dignas y diferencias enriquecedoras, que nos retan a igualar lo diverso y constatar lo incluido. Abordar o no estos encuentros, nos emparienta en dignidad, respeto, igualdad, equidad…, por la acogida, la hospitalidad, la fraternidad, que libremente trabajamos…, o nos inclina nuestro ser hacia la hostilidad, que genera exclusión, sufrimiento, odio, miedo… Habitar las diversidades, orientándolas en su lado positivo, nos potencia en todas las dimensiones, mientras que la inclinación por lo negativo del ser nos deshumaniza.

Una travesía hacia el mundo.

Fotografía: Josep Alegre

La diversidad de igualdades nos es constitutiva, y pensar sobre ella, conlleva una manera de ver el mundo que reclama nuestra implicación especialmente en el campo de las relaciones. En nuestra vida personal siempre estamos incluidos, pero nuestra existencia no puede mutilarse y condenarse a la soledad de nuestra pequeña persona, evitando el cara a cara, que nos abre al ser inagotable que nos identifica y a los múltiples misterios que nos articulan. ¡Solo llegaremos a ser plenamente con los otros! Nuestra limitación y parcialidad existenciales, pueden convertirse en potencia y complicidad que nos mejoran a todos a lo largo de nuestra vida. Pero esta semilla debe cultivarse mirando alrededor,  compartiendo los conocimientos y educando nuestro ser social. El respeto a uno mismo, a las diferencias, al medio ambiente…; el compromiso social, el diálogo y las relaciones adecuadas se erigen como básicos para todo lo demás. Desde la familia, como primer marco educativo, continuando por la escuela y la sociedad, hemos de participar y crear nuevos proyectos para hacerlo mejor.

Aprender a ser, generando un crecimiento total, es una competencia para la vida que pasa por conocer, hacer y vivir juntos. Todo un reto y una aventura que entrelaza con las sendas del reconocer, pertenecer y situarse de manera armónica y vigilante, en el sentido en el que queremos orientar nuestra vida. Este trabajo de los talentos personales nos ha de llevar, del conocer al reconocer lo que también los otros han hecho para preparar nuestro camino. También nuestro hacer se alimenta del sentirse parte, aunque nos cueste por los conflictos que se generan en las interrelaciones personales. Una mirada amplia y consciente de nuestra ubicación, puede generar una sana y armoniosa convivencia. Porque el pertenecer a un grupo conlleva seguir los objetivos que movilizan a la mayoría. Solo con el equilibrio de nuestras vidas y el respeto a las formas de vida de los demás, nuestra vida será más humana. Para vivir juntos e incluir, el dialogo, el converger y el consensuar son sendas imprescindibles, que conducen a lo común, que nos acercan a un lenguaje de amistad, igualdad, hermandad, y diversidad, de un estar juntos, en que nuestras voces se escuchan mutuamente.

Esta competencia amplia para la vida no se limita a vivir, hacer, conocer y ser juntos. Para llegar a ello hay pasos que también deben darse para que la vida tenga significado y dirección: reconocer, pertenecer, ubicarse… Este trabajo de desarrollo personal necesita primero, que aceptemos la contribución de los otros en nuestro desarrollo, y después, un aprendizaje en el ser y sentirse parte en los lugares que interactuamos. El inicio de una sana y armoniosa convivencia exige mirar más allá, tomando como propios los objetivos comunitarios. Este equilibrio en nuestras vidas, junto a la capacidad de mirar, respetar y aceptar las demás formas de vida, nos hace más humanos. El estarjuntos pasa porque nuestras voces se escuchen mutuamente, con el lenguaje de lo diverso-diferente, que se conecta en igualdad, amistad y fraternidad. Las familias, los educadores y toda la sociedad hemos de trabajar en pro de esa educación que además de fortalecer lo personal respeta y reconoce, en un equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe.

Fotografía: Josep Alegre

El itinerario de sumar

Las experiencias propias y colectivas pueden ser situaciones de aprendizaje del camino que nos hace iguales. Pero nuestra vida anónima necesita ser retomada para entrar en ese intermundo que hay que construir desde la libertad de los vínculos que nos llevan al nosotros. No es un camino fácil porque hay que ajustarse a los escenarios en que nos toca vivir y no todos vemos las cosas de la misma manera. Hay malos hábitos que nos arrastran pero hay que orientarse a lo nuevo e inevitable, conjugando el pensar, sentir y vivir en plural. De este proceso, que la propia vida manifiesta, han de surgir corazones abiertos y preocupados por todos los que habitamos la casa común. Hemos de construir marcos, espacios y tiempos colectivos de garantía, que nos acerquen a experiencias completas porque son compartidas. Somos seres interdependientes y nuestro existir impacta en los demás ya que, aunque nuestra deliberación sea privada, nuestra vida se despliega en un espacio compartido. Pensar en plural para vivir juntos mejor, nos aproxima al concepto de humanidad que exige unos mínimos en el desarrollo de una vida digna en común.

Vivir y convivir son valores que solo bien orquestados conducen a una existencia semejante e irrepetible para todos. En nuestra vida, como en la naturaleza, lo individual y lo universal están en correlación y son aspectos de un todo único. Este es el camino del sumar, de la vinculación, de la interdependencia…, que nos conduce a nuestra esencia. La educación que hemos de promover en nuestros días exige algo más que conocimientos ligados a la disciplinas. Comprender el mundo significa, conocer y descubrir sus misterios con la finalidad de influir en el propio entorno, de manera conjunta, cooperativa y constructiva para todos. Estas interdependencias, este vivir el pluralismo y la comprensión mutua, tiene el punto de partida en cada uno que de forma autónoma, sensata y responsable desarrolla su personalidad participando y cooperando con los demás.

A todos nos gusta correr hacia lo bello del existir. Pero, también la propia educación ha de ser educada haciendo posible, que las trayectorias escolares sean continuas, completas, desafiantes…, ante las inclusiones que nos han de conducir a vivir todos juntos. En nuestro siglo caracterizado por subsistir tensionados en lugar de relajados, intoxicados por los lenguajes venidos de los poderes…, ser auténticos supone dudar de muchos lenguajes ilusionarios, intoxicados…, que marcan nuestra época. Pero educar es incluir, y la escuela es un lugar especial con capacidad de adaptación a nuestras circunstancias y capacidades. Allí todos tienen su sitio, son valorados sin distinción y se les incluye e integra, favoreciendo su formación en igualdad de oportunidades.

Aprendizajes sostenibles

Fotografía: Josep Alegre

Pensar la diversidad y las diversidades nos sitúa en el marco de lo dado y de lo que puede darse. Esos universales incluyentes pueden darnos un nuevo estilo de vida que deja un camino amplio frente al perfil mercantil u homogeneizador de los poderes. Hacen falta instituciones formativas inclusivas, que asuman esa diversidad de ideas, actitudes, aptitudes, experiencias, ritmos de aprendizaje, formas de organización de las realidades… Asumir y sostener la educación, pasa por reflexionar e ir adecuando los modos y la accesibilidad para todos en la educación integral. Se inicia en la familia, que es el primer grupo social donde se empieza a convivir, estableciendo criterios de gestión de la vida en común, de la responsabilidad y la toma de decisiones adecuadas, con unas normas que han de ser respetadas. Los padres son modelos que, con el clima que promueven, los mecanismos de resolución de conflictos que impulsan, el fomento de la independencia y la autonomía que favorecen, las actitudes prosociales y cooperativas dentro y fuera del hogar que desarrollan… ponen unos sólidos cimientos del aprendizaje de vivir.

Todos los agentes implicados han de repensar su papel y las funciones vitales de su intervención educativa, ofreciendo oportunidades, contextos y proyectos comunes, de igualdad, de conocimiento y respeto…, sembrando un espíritu de entendimiento como iguales, que se ha de mantener toda la vida. Esa toma de conciencia de las semejanzas e interdependencias entre seres diversos y el fomento de la empatía, son pasos imprescindibles para desterrar los prejuicios y odios. La escuela después, actúa como un colectivo crítico con la sociedad, aplicando el principio de inclusión que surge de unos valores basados en el respeto a la diversidad de personas y culturas; entrena la toma de decisiones autónomas, cooperativas, tolerantes, flexibles y pluralistas, básicas en toda institución democrática y participativa. Pensar un desarrollo sostenible desde lo diverso, requiere una fusión entre corazón y razón, que lleve al humus original de lo común. Esto significa con frecuencia enfrentarse a la insensibilidad intelectual que nos bloquea, mover realidades acomodadas que nos sitúan en lo superficial, posicionarse asumiendo el ir contra corriente…, huyendo de los prejuicios, que alimentan el ego y nos liberan de una responsabilidad que nos compete.

Esas rocas, tomadas como universales, nos impiden valorar lo rescatable de los demás e intoxican una realidad que se olvida de los sujetos. Direccionarse en la igualdad de oportunidades, significa superar muchas microsituaciones de actitudes y comportamientos, que realizamos de manera cotidiana tendiendo siempre al mismo lado de la balanza. Solo desde un trabajo de introspección, seremos capaces de cambiar, los clichés ligados a roles de género, cultura, raza, nivel social…, que mantienen situaciones de desigualdad. Estos comportamientos se pueden moldear desde el hogar, fomentando la autonomía y el sentido de la responsabilidad, involucrando por igual y sin distinción de género, educando con el ejemplo y dando oportunidad en el desarrollo de las habilidades sociales de sensibilidad y empatía. Todo esto necesita primero, el autoconcimiento y detección en nosotros mismos de los microcriterios, que condicionan nuestra manera de comportarnos y que impiden promover los cambios que han de favorecer el desarrollo respetuoso de cada uno en igualdad de derechos y oportunidades.

Fotografía: Josep Alegre

Identidad y alteridad

Adoptar valores que generan comportamientos armoniosos está en la base de toda naturaleza sostenible anudada en articulaciones secretas de su ser plural. Ser con- es una dimensión fundamental de nuestro existir que nos conecta en un mundo común. Parece contradictorio que en un planeta globalizado no haya dimensión común, y seguimos teniendo mundos autorreferentes, coexistiendo en la separación, alejados de la pluralidad original del ser. Urge pensar lo común y comunitario, experimentar la alteridad, explorar y abrir el lugar del nosotros. La palabra, el dialogo, la comunicación…, son claves inteligentes en estas relaciones, en las que la identidad y la alteridad son dos caras distintas de la misma moneda. En la construcción de la identidad, se necesita autonomía para desplegarse de manera comunicativa en relaciones positivas, posiciones ante los conflictos y en una participación activa, crítica y argumentada. Después, la autoestima y el autoconcepto, provocan el desarrollo de personas autónomas y libres, confiadas y seguras en sí mismas y en sus proyectos.

Esa identidad construida de forma contextualizada y en relación con otras personas, necesita del dialogo, la comunicación y la participación en una convivencia en términos de diversidad, igualdad y justicia, que son valores básicos en las sociedades plurales. El desarrollo socio-personal recoge por lo tanto un abanico de aspectos de conocimiento de uno mismo y de los demás, de utilización e interpretación de ambos lenguajes, de discernimiento de los mensajes de la sociedad que nos llegan… Contribuir al bien personal y común pasa por superar el virus de la inconsciencia. Esta es una de las tareas que ofrece la educación, con la idea de contribuir en la construcción de un mundo más consciente e igualitario. Sin planes académicos para la búsqueda del sentido de la existencia, con el virus de la productividad y la actividad frenéticas, desconectados de las auténticas necesidades…, el virus de la inconsciencia se extiende por el mundo y todos los seres que lo habitamos…, sino desarrollamos su antídoto.

Todos y cada uno como piezas del sistema, hemos de asumir responsablemente los cambios de este mundo insostenible. La educación, que es compleja y cambiante, ha de generar la consciencia necesaria para que nos relacionemos de manera sana con nosotros mismos, con los proyectos sociales, con el planeta que nos envuelve. Necesitamos una escuela total que busque caminos ante este desafío. No sirven ni las respuestas simples del pasado ni la disolución de responsabilidades. Hace falta una institución fuerte que asuma roles que la familia ya no es capaz de satisfacer y que sea capaz de responder a las exigencias de la sociedad y la economía. El desarrollo de capacidades solidarias, de resolución de problemas y trabajo en equipo, de acompañamiento en la formación de la personalidad…, se trabajan en la escuela a lo largo de todas las etapas educativas. Por eso la escuela, sin abandonar su función cognitiva, se moja en ciertos temas y los asume de manera activa y comprometida. Apuesta por el saber procesado que establece marcos de referencia, huye de los facilismos y revaloriza el esfuerzo como mecanismo habitual de progreso, promueve estrategias para superar la pasividad y el individualismo que nos invaden…

Nos-otros en camino

Fotografía: Josep Alegre

El trabajo de orfebre del educador abre caminos a la esperanza de un desarrollo sostenible para todos. La vida, como la educación, es incluyente. Ambas se nutren de energías distintas, de combinación de materiales, de infinidad de situaciones que forman las realidades múltiples… Estos aprendizajes, a través de le educación, se convierten en significativos por ser vehículos de crecimiento pleno e interdependiente, que ayudan a mejorar el mundo. Todas las personas en sus sensibilidades y capacidades particulares, poseen un potencial enorme que nos puede enriquecer. Si construimos sociedades más inclusivas y equitativas, impulsamos los derechos de todos. Tomar la diversidad como un punto de partida en la estructura y organización de la escuela, es un horizonte rentable y eficiente en sentido y propósito, porque hace que las diferencias individuales sean beneficiosas para todos. Este proceso ha de abarcar toda la educación y asumirse como responsabilidad compartida, que involucra a los todos agentes educativos, las familias, las organizaciones sociales, los medios de comunicación…

Para participar de esta ecología cognitiva de inclusión hay muchos caminos pero todos pasan por convertir la escuela en un lugar donde las personas con capacidades diferentes puedan aprender juntas. La información y la formación en este sentido, debe llegar también a las familias y a la sociedad en su conjunto. Lo diferente y lo desconocido puede asustarnos, pero como sociedad hemos de aprender y trabajar por hacer de nuestro mundo, un mundo mejor. Este es un camino de aprendizajes, en igualdad y equidad, que nos beneficia a todos. Requiere ajustes razonables, apoyos especiales…, que ayuden a adaptar los procesos educativos adecuados a las características y necesidades de cada persona. La sociedad construye ciudadanía, pero buena parte de los problemas que ha de afrontar son consecuencia de los vaivenes de la política y la economía, que la escuela no pude resolver. El cambio global solo llegará, si la propia sociedad promueve una ciudadanía que sepa relacionarse como interdependiente.

Este es un paso con medidas estratégicas profundas, voluntariosas, niveladoras en positivo, compensadoras de deficiencias, con nuevas modalidades de relación entre los miembros de la comunidad educativa…, para llegar a todos y todo en condiciones equitativas e iguales de vida. Será necesaria revisar el rol que cumplen la instituciones educativas: que cuiden y protejan con  medidas de ayuda prioritarias; que construyan redes de apoyo que garanticen que los entornos educativos son seguros y accesibles; que posibiliten el máximo desarrollo de la personalidad, capacidades y competencias del alumnado; que respondan a las necesidades individuales y a las expectativas de futuro; que promuevan la formación, la corresponsabilidad y la transparencia…, para conseguir una inclusión educativa, que no deja a nadie atrás al ser herramienta del bien común global, que se va construyendo con el esfuerzo y la implicación responsable de todos. En el camino del nos-otros estamos todos como orfebres de la esperanza.

Josep ALEGRE
Profesor, filólogo y educador socio-cultural
Barcelona, España
Noviembre de 2022

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