Diez tesis sobre el estudio de la historia

Diez tesis sobre el estudio de la historia

Corre por facebook esta viñeta con su agudo pie: «Los que no estudian la historia están condenados a repetirla. Y los que la estudian, están condenados a ver como la historia se repite por culpa de los que no la estudian.» Después de sonreír, empiezo a preocuparme. Voy a explicar mi preocupación en las siguientes tesis sobre la historia, inspirándome en los postulados del realismo existencial. Son cuestiones —con algunos modestos intentos de respuesta— que brindo al respetable lector:

  1. ¿Por qué estudio historia?, ¿para huir del presente?, ¿para justificar que cualquier tiempo pasado fue mejor?, ¿para refugiarme en el pasado y volverme un campeón de la nostalgia? Si estas son las motivaciones, estoy adulterando el objetivo del estudio de la historia. Y ¿por qué no estudio historia?, ¿por qué lo encuentro innecesario?, ¿por qué agua pasada no mueve molino? Menospreciar la historia puede ser un acto de soberbia. Si la historia no hubiese sido la que fue y como fue, yo no existiría. Los que pierden el origen, pierden la identidad.
  1. ¿Es cierto que la historia se repite? Cierto, pero no del todo. Afirmarlo sin matices, sería creer en el eterno retorno. Más que un círculo, la historia crece en espiral, no puede repetirse del todo porque el contexto es cambiante. Por otra parte, es evidente que la ley del péndulo sigue existiendo, y que podemos caer en fundamentalismos de todas clases. Recuerdo que, en una ocasión, encargué a una diseñadora el dibujo de un estandarte para confeccionarlo y sacarlo a la calle en una manifestación. A mi amigo Luis le molestó la recuperación del estandarte. «Todo vuelve, Luis», le dije sonriendo. Pasados unos días, Luis —que era de efectos retardados— me dijo algo enfadado y muy rotundo: «todo vuelve si se hace volver.» ¡Es bien cierto!
  1. Cicerón escribió que la historia es la maestra de la vida. Pero, a la vista del momento actual, una de dos: o la historia es una mala maestra o nosotros somos unos malos alumnos, porque por más historia que estudiemos seguimos incurriendo en los mismos errores de antaño: despotismo (más o menos ilustrado); guerras crueles; desequilibrios sociales; sufrimientos innecesarios… El 90% de nuestros errores serían evitables y parece que nos empecinemos en caer en ellos una y otra vez.
  1. La continua repetición de errores, nos hacer caer en el pesimismo antropológico. Aquel que se traduce en: ¡Cómo somos! ¡Somos incorregibles! ¡La historia se repite! Pero dicho esto, parece que nos encante reincidir en nuestras caídas y seguimos lamentándonos, para seguir tropezando en las mismas piedras. ¿Habrá algo de masoquista en todo ello?
  1. Nuestra viñeta tiene un acierto casi incontestable: «la historia se repite por culpa de los que no la estudian.» Digo casi, porque la historia se repite también por culpa de los que la estudian. Lo que hay que cambiar es la razón formal del estudio de la historia (Rubio de Castarlenas): ya no se puede estudiar historia para pretender prevenir los errores, lo que hay que plantearse es un cambio de las razones formales por las cuales estudiamos historia. Hemos de explicar desde qué reglas de enunciación pretendemos acercarnos a la historia (Fortuny, filósofo) que es para ser descrita, no para volver a ser escrita (Mayor Zaragoza).
  1. Estudiar historia, como contar historias, incluso inventar historias, buscar la intrahistoria (Unamuno) puede llegar a ser un juego. Y una fuente de gozo. Estudiar historia por puro placer (Rosàs, historiador) es recomendable. Pero todo tiene sus rayas rojas que no es lícito traspasar: decía el prosista Josep Pla que en los pueblos pequeños la gente inventaba historias increíbles de sus vecinos, para contarlas a otros. Lo que llamamos leyenda es el perfume de la historia, pero si nos inventamos y difundimos leyendas falsas para destruir al otro, estamos adulterando la historia y banalizando la leyenda.
    Es recomendable estudiar historia por puro placer. Fotografía de Karolina Grabowska en Pexels.
  1. La historia es un barrizal: conflictos entre religiones, guerras, asesinatos, crueldades, juicios post mortem, invasiones, genocidios… debemos ir con sumo cuidado para no embrutecer la mente estudiando historia ni caer en fatalismos. Hay que estudiar historia para buscar las piedras preciosas y los diamantes que contiene, es decir para investigar y dar a conocer las personas y las instituciones que, a lo largo de la historia, han colaborado al progreso de la humanidad.
  1. Los que no estudian la historia pueden pensar que con ellos acabó la historia (Fukuyama, 1992) o bien que la historia les trajo hasta el presente de modo irremediable porque un ser supremo les había soñado desde la eternidad y había previsto hasta el cargo que ocuparían. Crasos errores. Si la historia no hubiese discurrido como discurrió, con toda su pus y sus lágrimas, ninguno de los presentes estaríamos aquí para contarla.
  1. El problema radica en que los ignorantes de la historia, o los que hacen de ella una peaña para aupar su propio ego, llegan a ocupar lugares de responsabilidad. Ignorantes de la historia pueden cometer errores fatales. Es preciso que se cree en todo el mundo instituciones interdisciplinares en los que la historia entre en diálogo con otras disciplinas y se acerque a la realidad describiendo su complejidad.
  1. Es esperanzador contemplar como hoy se valora la historia de la cotidianeidad, de la mujer, de los niños, es decir de aspectos y colectivos humanos que antaño habían sido marginados y pasaban desapercibidos para los historiadores. Pero siempre es importante hacer emerger del lodazal aquellas pepitas de oro que realmente nos servirán para vivir en armonía.

En síntesis, nuestra viñeta tiene un núcleo de verdad importante: urge estudiar historia. No hacerlo, acarrea consecuencias graves. Pero debe ser un estudio que penda de unos postulados vitales realistas, con amplitud de miras, rigurosos y, a la vez, humildes, que permitan hacer emerger aquella sabiduría perenne cultivada por nuestros ancestros y perpetuada en personas e instituciones capaces de iluminar el presente y de ayudarnos a diseñar el futuro.

Jaume AYMAR RAGOLTA
Historiador
Agosto de 2023

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