Un nuevo atentado terrorista nos ha sacudido. Esta vez en la mediterránea ciudad de Barcelona. En el paseo más concurrido y popular de la ciudad, Las Ramblas, que unen la Plaza Cataluña con el puerto. En las Ramblas uno puede encontrar personas de todas las nacionalidades, etnias, culturas, lenguas… Es un espacio cosmopolita, pluricultural, multirracial, lleno de vida y diversidad. Un espacio inclusivo donde todos tienen cabida. Precisamente la gran diversidad de gente es su sello más característico. Nos ha golpeado fuertemente esta reciente masacre. Como también nos golpeó el alma las muertes en Francia, Turquía, Alemania, Egipto, Siria, Bélgica, Afganistán, Estados Unidos, Argelia, México, Pakistán, Reino Unido… y tantas otras muertes inocentes de todas las latitudes, ya sea por fanatismos religiosos o intereses geopolíticos, económicos, ideológicos…
Es un hecho que cuánto más alejado esté geográficamente lo sucedido, menos nos impacta. Sin embargo, más allá de que ningún conocido, amigo o familiar haya sido víctima de la tragedia, lo cierto es que a todos, de una manera u otra, nos toca. El típico “todos somos…” quiere señalar precisamente que a todos nos toca la muerte de cada persona inocente, aunque no la conozcamos. Formamos parte de la gran familia humana, somos hermanos en la existencia. Habitamos un mismo suelo, respiramos el mismo aire, somos fruto de la misma oleada de la historia.
Los espacios de soledad y silencio personal para el encuentro consigo mismo posibilitan entrar en el pozo interior y descubrir que el agua que alimenta tu pozo procede de la misma napa subterránea que nutre el pozo de cada uno de los seres humanos. Se percibe que existes pudiendo no haber existido y que existes con otros, junto a otros que, igual que tú tienen derecho a ser respetados y amados por el solo hecho de existir.
Hay pena, tristeza, dolor… pero no podemos dar cabida en nuestro corazón ni al temor, ni a la rabia, ni al resentimiento. Ya que ello sería el máximo triunfo de los terroristas. El temor, paraliza. La rabia y el resentimiento son el germen de una espiral de violencia y venganza. Para construir la paz no podemos responder con la misma moneda. Los gestos de solidaridad que se han dado ante este trágico suceso muestran la otra cara de la moneda. Cientos de donantes de sangre, personas que se ofrecen para hacer de intérpretes de las víctimas extranjeras y sus familiares, taxistas llevando gratis a los pasajeros a sus casas. En un tuit leo: “mi madre estaba a dos calles de Las Ramblas. Un taxista marroquí la ha llevado gratis a su casa y le ha dicho que no todos son iguales”.
Las Ramblas desembocan en la Plaza del Portal de la Paz. Que este hecho sangriento nos dé más fuerza para poner los fundamentos que posibiliten la concordia y la convivencia pacífica desde el reconocimiento de la común pertenencia a la gran familia humana.
Lourdes FLAVIÀ
Responsable de la Murtra Santa María del Silencio
Chiu-Chiu (Chile)
Septiembre de 2017